Por: Enrique Rivera Salas
No debemos dejar pasar la fecha del 23 de julio al recordar cuando el vecino país de Ecuador, en su afán de obtener una salida al Amazonas, inició en 1941 una campaña hostil en contra del Perú, que terminó con el respectivo enfrentamiento.
Y es que el 23 de julio de ese año, el capitán FAP, José Abelardo Quiñones Gonzales, dio un claro ejemplo de amor por la Patria, al pasar a la inmortalidad estrellándose con su avioneta encendida en llamas contra las baterías enemigas.
Recordando esta fecha, oficiales y soldados ecuatorianos que operaban las baterías antiaéreas de Quebrada Seca vieron aterrados la bola de fuego que, como un fulminante de los cielos, cayó sobre ellos para barrerlos en un instante de la faz de la Tierra.
Tras la violenta explosión, solo escombros, desolación y muerte quedaban de las poderosas instalaciones bélicas y sus defensores.
En la densa columna de humo se elevaba al infinito el alma de José Abelardo Quiñones Gonzales, que, en el momento supremo de su vida, no vacila en desechar la opción para apurar hasta la última gota el cumplimiento de sus deberes militares. Se nos presenta como culminación lógica de la existencia de un predestinado a la gloria. Siempre con el ideal de la grandeza nacional, fue un apasionado de la aviación en busca permanente de la superación personal y profesional.
He aquí una pequeña cronología:
Nace el día 14 de abril el año 1914, sus padres José María Quiñones Arízola y su madre Juana Rosa Gonzales Orrego.
Estudia en la Escuelita de las Hnas. Buenes en Chiclayo, su primaria en el Colegio San José y en Lima en los colegios de La Recoleta y de Nuestra Señora de Guadalupe.
Egresa de la Escuela en la Promoción “Comandante Raguz”
En el año 1939 recibe el grado de alférez.
En 1941 es ascendido a la clase teniente de Aeronáutica.
El Supremo Gobierno otorga su ascenso póstumo a Capitán de Aeronáutica.
En 1966 por Decreto Especial, se declaró al capitán Quiñones “Héroe Nacional” y se estableció el 23 de julio como “Día de la Aviación Nacional del Perú”.
Un deber de gratitud nacional es rendir un justo homenaje al héroe que ofrendó su vida por amor a la Patria y una lección que debe perdurar en la mente y en la conciencia de todo buen peruano.