POR: JULIO FAILOC RIVAS (ECONOMISTA Y ESPECIALISTA EN COMUNICACIÓN ESTRATÉGICA Y GESTIÓN DE CONFLICTOS)
El término “guerra sucia” es utilizado en distintos contextos. En el sentido estricto de la palabra, “guerra sucia” alude a un conjunto de acciones ilegales, coactivas o violentas del ejército o de grupos paramilitares en contra la población civil de un país, generalmente, alzada en armas. En política, sin embargo, se usa como una herramienta en época electoral, para “enlodar” la imagen del contrincante, buscando desestimular a sus seguidores para que no voten por él.
En la era digital han surgido los troles como operadores de la guerra sucia y de las anticampaña negativa dirigida principalmente en contra de los candidatos favoritos. En la jerga de internet, un trol, plural troles (del inglés troll), describe a una persona que publica mensajes provocadores, irrelevantes …El trol puede crear mensajes con diferente tipo de contenido como groserías, ofensas, mentiras difíciles de detectar, con la intención de confundir (https://es.wikipedia.org/wiki/Trol_(Internet).
La táctica, tipificada como “guerra sucia” o anticampaña, implementada por los troles en las redes sociales, busca manipular y lanzar afirmaciones falsas, rumores, o cosas por el estilo con la finalidad de desdibujar la imagen del contendor
El objetivo de la guerra sucia o anticampaña a través de los troles es claro: disuadir a los electores para votar por determinado candidato. Sin embargo, la cosa no queda allí, los troles –seres despreciables por el papel nefasto que cumplen- lejos de cumplir con su objetivo, generan daños colaterales porque enlodan aún más la política y alejan y desaniman a las personas decentes, principalmente a los jóvenes, de la política.
Los troles no generan daño a los candidatos que insultan o al que le inventan un romance a un candidato casado, o al que acusan de robo, porque aún cuanto sea cierto, el solo hecho de ocultarse en el anonimato con nombre o rostro falso, invalida la acusación que puede ser legítima o no.
Generalmente los troles locales, son seres torpes, pocos inteligentes y cobardes, que además de ocultarse en el anonimato, suelen celebran sus hazañas más bajas, e incluso cuando se “comen” la honra de una mujer. De allí que eligen una armadura del medioevo o un rostro de mujer escandinava en sus páginas de Facebook para hacer más aceptable el ataque hacia una mujer candidata.
Los troles, mercenarios de la política, en su mayoría del sexo masculino, son contratados por candidatos marginales y menos favorecidos por el voto popular, que ven el candidato troleados un peligro para sus objetivos electorales. Por su torpeza natural, son fáciles de detectar porque muestran en su portada del Facebook un rostro falso y de fácil detección, tienen pocos contactos porque operan desde varias cuentas falsas que abandonan cuando son detectados. Suelen tener fotos de varios candidatos para evitar que sea descubierto el candidato que los contrató. Salvo los más torpes, entre los más torpes, los troles no suelen hacer barra ni campaña al candidato que los contrató.
Los troles, por su naturaleza, mercenaria, cobarde, miserable, difamadora, mezquina y atentatoria contra la mujer, hoy constituyen un riesgo para la sociedad y la política. No solo convierte la política en lo más sórdido, sino que también aleja a los jóvenes de la política y las pone al servicio de los corruptos y miserables que financian a estos mercenarios infames. Es pues un deber patriótico denunciarlos con nombres y apellidos y ponerlos a merced de la justicia, porque difamar, acusar sin pruebas y poner en cuestión la honra de una mujer, es un delito que tiene que ser pagado.