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22 noviembre, 2024 3:09 pm

Encrucijada presidencial

En la situación límite que el propio Gobierno se ha colocado, y que tiene inmerso al país en incertidumbre, le corresponde medidas urgentes y de inmediata implementación.

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS

Quizás se trate de la semana más sombría del presidente Castillo, una performance mediática directa que desnuda gravísimas falencias y las imprecisiones nada propias en esa alta magistratura; los impactos ambientales de los derrames petroleros -que no deben ocultar las responsabilidades de la Marina respecto a la no alerta del anómalo oleaje-que encuentran una vez más a un Estado limitado; la renuncia del Ministro del Interior en el contexto del levantamiento del toque de queda, la declaratoria de emergencia de Lima y Callao, sumado a la crisis institucional por los ascensos, quedando desautorizado el propio Ministro con la venia presidencial; ayer se publicó la norma que neutraliza la propuesta bandera del gobierno, cual es  el referéndum para una asamblea constituyente.

El año pasado participamos de un sui géneris proceso de elecciones generales marcado por la pandemia, la misma que fue sobrepasada hasta en los más modestos análisis políticos, pues el debate fue direccionando hacia un escenario ideológico político de izquierdas y derechas, de capitalistas y comunistas, un radicalismo mezquino con la realidad que compartíamos. Sin embargo, más allá de los aspavientos de los perdedores, con la complicidad de cierta prensa, cobardes llamamientos a intentonas golpistas, fue un proceso democrático, transparente, donde la soberanía del voto ciudadano determinó quien sería nuestro presidente. No puede negarse ciertas deficiencias del formato electoral, sin que estos alcancen siquiera a descalificar de ilegitimidad o ilegalidad los resultados del escrutinio final. Nuestra democracia estuvo a prueba, y respondió con solvencia desde sus instituciones electorales.

No hay democracia perfecta, Winston Churchill expresa que aún con sus defectos es la mejor forma de gobierno, y desde nuestras convicciones democráticas nos corresponde apostar sin reparos desde y por nuestra institucionalidad. ¿Es fácil acomodarse en la butaca y levantar el dócil dedo acusador, pronunciar el adjetivo más ocurrente los hace acaso mejores? apelar a la “renuncia o vacancia” -tan de uso común en nuestro país- reorienta nuestro destino? tampoco se trata de convalidar lo irregular, de callar ante lo evidente, de aceptar la ineptitud. Valgan verdades el campo esta libre para sembrar inestabilidad, por la propia torpeza del gobierno; a pesar de la suntuosa y agresiva campaña electoral, los ciudadanos decidieron por un candidato, son esos mismos de ayer, pero con el adicional que desde el propio gobierno les entregan cotidianos insumos para su petardeo. Desde esta misma democracia, es que se tiene que defenderla, y el primer responsable, por obligación constitucional y democrática, es el propio presidente Castillo.

En el cargo que desempeña no caben excusas personales, sabía perfectamente la enorme dimensión de la función presidencial; es pertinente generar una deliberación pública sobre la aptitud, competencia, información de una autoridad en ejercicio y no cualquier autoridad, se trata de un jefe de estado. No podemos quedarnos en la legitimidad de las urnas, él es causante de este contencioso político, que pone en tela de juicio sus aptitudes de mando. Fue un líder sindical, que logró paralizar la educación del país en el 2017, recabando fuerzas en todas las regiones, sin pasar por alto que su accionar encarriló la posibilidad de censura de la Ministra de Educación Marilú Martens, lo que envalentonó el Gobierno de Kuczynski para plantear una cuestión de confianza y enviar el gabinete ministerial a su casa. En la situación límite que el propio Gobierno se ha colocado, y que tiene inmerso al país en incertidumbre, le corresponde medidas urgentes y de inmediata implementación. Existe la sensación que la Premier Mirtha Vásquez, está secuestrada por las circunstancias políticas, y a diferencia del ministro del Interior, prima su cautela de no dejar a la deriva nuestra gobernabilidad, a lo que tampoco responde el presidente Castillo, la paciencia también se agota.

Del problema una oportunidad, evidenciadas las públicas carencias y ausencia irresponsable de definiciones, más que la actitud del “no pasó nada” que pareciera subliminalmente acentuar el presidente Castillo, le corresponde asumir un verdadero liderazgo, porque se trata de la conducción de todo un país que parece no alcanza a comprender; puesto en entredicho una vez más un alto funcionario de su entorno inmediato, en este caso sobre el nuevo Secretario General, se exige una recomposición sino el cambio integral del gabinete de asesores, decisión clave y determinante, porque sus mostradas limitaciones obligan a reforzar su entorno inmediato; repotenciar a su Premier, dándole el protagonismo político propio de estas complicadas circunstancias, que con la experiencia de haber presidido el Congreso, le da la suficiencia para lidiar democráticamente con las sectores políticos, empresariales y sociales; un necesario recambio ministerial, sin que signifique cuotas de poder ni amiguismo, sino garantía de gobernabilidad.

Reorientar sus relaciones con el Congreso, en diálogo abierto que comprometa a ambas instancias, estableciendo una agenda común; redefinir su relación con los medios de comunicación, lo que no puede significar rehuirla, sino estableciendo mecanismos dúctiles y con mensajes precisos; y lo más importante, no puede negarse la desazón y hartazgo de la ciudadanía, ya no son suficientes la victimización, el apelar a los orígenes, ya pasaron seis meses, hoy la ciudadanía requiere autoridad, liderazgo, sin renunciar a sus propuestas que lo encumbraron como gobierno dentro del marco constitucional; pero, lo más importante es un claro deslinde de la corrupción, una lástima que muchos casos por no corregirse inmediatamente comprometan a nuestra más alta autoridad.

El panorama se propone complicado, pero aún más si es que no hay una reacción desde la propia presidencia, que a veces se lo percibe asumir las cosas con mucha superficialidad, pasando por alto que un importante sector ciudadano cifró sus esperanzas de cambio y mejora en él.  Si bien la democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, no lo reduzcamos a su legitimidad de origen, es mucho más.

Análisis & Opinión