Por: Jack Chirinos Sarmiento
Cuando vemos a una chica o un chico lindo, nuestra primera idea es conquistar su corazón, aún no sabemos cómo es la otra persona, sus sentimientos, su modo de pensar, su vida en si es un misterio. Paulatinamente conocemos cosas que nos fascinan y cosas que nos desagradan. Esta es una esas historias que nos pasa a casi todos, por no decir todos. Espero les agrade.
Hace muchos años, en una de las tantas noches de diversión y ya al borde de la madrugada, me presentaron a una chica delgada y linda de rostro, lo primero que hice es preguntarle si quería bailar conmigo y bueno, ni bien terminé de hablar me agarró del brazo y me llevó a la pista de baile. Así empezó todo. Los días sucesivos nos divertimos día y noche.
Pasaron los días y los mensajes entre ambos seguían fluyendo y aumentaba cada vez más. En la mañana empezábamos con un “Buenos días, cómo amaneciste”; al mediodía seguíamos con un “Cómo te va, ya almorzaste” y por la noche terminábamos con un “Cómo te fue, ojalá que bien… Hasta mañana”. A veces era ella, otras yo quien iniciaba nuestras conversaciones, religiosamente era todos los días y todo culminaba siempre con un beso escrito.
Pasaron las semanas y bueno seguíamos recorriendo las discotecas, siempre acompañados de nuestros amigos y amigas en común. A veces salía con sus amigas, otras veces conmigo, pero siempre terminábamos junto a personas conocidas, quiénes nos insistían en que nos demos un beso delante de ellos, otros querían que hagamos oficial nuestra “relación”, pero nunca quise y no sé si ella quería hacerlo oficial, pero bueno el tiempo al final me dio la razón.
Tenía una mágica sonrisa, pero en su mirada noté que había algo de raro; al comienzo no sabía que era, era algo misterioso para mí, pero como estaba agarrando un gusto especial por ella, pasaba por alto ese “pequeño detalle”. Habían pasado varios meses y seguíamos llevándonos bien, a pesar de mi mal carácter no teníamos muchas discusiones, porque en realidad la noté bien tranquila, hasta que, por una situación inesperada todo cambió.
Fue en una tarde de un fin de semana, sábado para ser preciso, que recibí una llamada de ella pidiéndome hablar urgente. Me sorprendí al comienzo por su tono de voz, en ese instante, se me cruzaron muchas ideas y sobre todo pensé: “Ya la fregué”. Nos pusimos de acuerdo y ella vendría a mi casa dentro de una hora.
Al llegar, echó a llorar y llorar desconsoladamente, nunca la vi de esa manera. Me abrazó y beso y me dijo que tenía un “grave problema familiar”, que después me contaría al detalle, pero que con urgencia necesitaba que le “preste plata”. Al ver tamaña escena teatral, accedí y se tranquilizó, estuvimos un tiempo más juntos y ese día se fue con el compromiso que me iba a “devolver todo”.
Nunca más conversamos sobre el tema. Desde ese día las cosas comenzaron a cambiar, cada vez que salía con ella, era lo mismo; problemas en casa, problemas en la universidad, problemas con sus amigas y amigos y yo siempre fui la solución. Ella me enseño todos los cuentos habidos y por haber. Hasta que cambié de número, dejé de frecuentarla, dejé de ir a esos lugares donde iba ella, me concentré en otras cosas. Simplemente me aburrí de todo. Ella se dio cuenta y no volvió a insistir más.
¡Todo no puede ser dinero… pero me tenía que cobrar con algo! Hasta ahora no sé porque lo haría, no sé si de verdad tenía problemas, no sé si fue en serio todo lo que me dijo, tampoco quise ni quiero saberlo. Después de un buen tiempo, nos cruzamos frente a frente, nos saludamos efusivamente y nos abrazamos, nunca tocamos el tema, pero las cosas que pasaron ese día no podría contarlas, porque esas sí SON COSAS MÍAS.