POR: CYNTHIA RIVERA BUSTAMANTE
Alan Gabriel Ludwig García Pérez (1949-2019), abogado y político, dos veces presidente de la República del Perú, hoy ex líder del partido político Aprista Peruano, el único que llevó a su partido al Gobierno. Con una labia extraordinaria, un verbo embrujador y una inagotable promesa de “honorabilidad” que un 16 de abril de 2019 quedó desmoronada. Claro, que para personas que no hemos profesado con sus convicciones políticas, esa “honorabilidad” simplemente no existía.
Su suicidio significa un golpe bajo para todos los peruanos, para sus cinco hijos, sus familiares, sus militantes y no menos importante, para la lucha contra la corrupción sobre el caso Lava Jato, que es, uno de los escándalos más grandes de corrupción en nuestro país y América Latina.
En su última entrevista con RPP afirmaba que “ya tenía un lugar en la historia”, además aseguraba no deberle nada a nadie e iba a afrontar lo que la patria decidiera para él, pues a pesar de las muchas acusaciones durante su larga vida política que empezó a los 29 años nunca había pisado la cárcel. Sin embargo, ante la confirmación del arresto preliminar de 10 días prefirió el suicidio (la pistola con la que decidió quitarse la vida fue otrora un regalo de la Marina de Guerra del Perú), su suicidio significa para los entendidos en la materia “una forma de ejercer la libertad hasta las últimas consecuencias, autodestruyéndose”. La idea de la desgracia en la cárcel lo habría empujado a tomar esa decisión, cómo un acto de cobardía, antes de afrontar a la justicia peruana; pues a pesar de decir que para él era un privilegio vivir en el país, sabemos que en los últimos meses solicitó asilo político trunco, argumentando violación legal.
Al parecer no tuvo más argumentos para evitar la prisión, y prefirió la muerte, sacrificando su yo corporal por sobrevivir al yo histórico por su orgullo, este orgullo que lo intoxicó, quitándose la oportunidad (dándole algo de fe, aunque no creo que la haya merecido) de haber sido un líder político que defendió sus convicciones e integridad como ser humano, enfrentando el proceso legal debido, aprendiendo además un poco de humildad, conociendo lo que es pisar la cárcel, cómo lo hizo su padre y otros militantes apristas; lamentablemente su suicidio también significa para muchos una más de sus huidas ante la justicia, pero ésta fue la definitiva.
Sobre sus gobiernos; Alan García, fue un personaje que siempre generó polémica en la política peruana, no sólo en su nocivo primer gobierno(1985-1990) dónde el país vivió la peor crisis económica sino también en su segundo gobierno (2006-2011), por obra y gracia de la poca memoria de muchos peruanos, acompañado además de la suerte de la subida de los precios de los metales que dieron empuje a la economía del país, dónde para seguir con el meollo del asunto, terminó siendo acusado por los casos de corrupción de Lava Jato, además de las muertes del Baguazo, los ciudadanos de segunda clase cómo peculiarmente los llamaba. Mi generación no participó en las urnas de ninguna de sus victorias, pero hace falta nada más revisar la historia (las grandes colas, el dólar MUC, la hiperinflación, escasez, otros), conversar con tus familiares más cercanos y recordar en nuestra adolescencia cómo es que llevó a cabo su segundo gobierno, siempre he cuestionado cómo es que los peruanos a lo largo de la historia, hemos tenido muy poca memoria al momento de ir a las urnas, o quizá cómo leí en algunas publicaciones, ante la falta de partidos políticos con estructuras sólidas o con posibilidad económica de llegar en las campañas políticas a más peruanos, no les quedaba más remedio que elegir “al viejo conocido”.
Sobre sus acusaciones; en los últimos días, se filtraron informaciones que relacionaban (o más bien, confirmaban) los rumores del aporte millonario de funcionarios de la empresa constructora brasileña Odebrecht a sus funcionarios de más alta confianza en su segundo Gobierno, mediante las obras de IIRSA SUR y la línea 1 del metro de Lima. Se le acusaba al Sr. García junto con otros 08 de sus allegados de ser parte de una organización criminal de lavado de activos, dentro de ellos al Sr. Luis Nava. Ante su muerte, su proceso se archivará, pero el proceso continuará para identificar a quién del entorno del expresidente y por qué les pagó Odebrecht, además ante una identificación de enriquecimiento ilícito, se procederá a la incautación de sus bienes. La acción penal se extingue.
Cómo peruana, me siento indignada por la crisis política que tenemos en nuestro país; cómo es que nuestros últimos ex mandatarios (todos, sin excepción) han pasado y siguen pasando procesos judiciales, terminan presos, o con arrestos domiciliarios por hechos que vinculan su actuar con hechos de corrupción, cómo dirían en lengua popular “nuestros últimos gobernantes y padres de la patria tienen rabo de paja”, sumado al abuso del recurso de los fiscales de prisión preventiva ante demostrados hechos de fuga del país, o también por algunos otros intereses ocultos. Me pregunto entonces lo difícil que será para personas que realmente se vienen preparando desde los diversos aspectos profesionales y humanos animarse a ser parte de nuestra política, que hoy en nuestra historia se mancha de sangre.
Alan García a sus 69 años dejó de existir, en su tumba yacen hoy muchas verdades y mentiras que no conoceremos, deja un sinsabor para todos los que estamos hastiados del nivel de corrupción en nuestro país, una justicia que queda trunca, un partido aprista sin un llamado a liderar las convicciones de Haya de la Torre, una familia que llora su partida. Alan García (Q.E.P.D.) significa una suerte de mártir para la mayoría de los apristas, pero también deja como legado numerosas investigaciones por corrupción, lavado de activos, matanzas en penales, protestas populares e indultos a narcotraficantes y su amplia carrera por evadir a la justicia.