POR: ARNULFO BENAVENTE DÍAZ
El Perú es un país con una larga historia de racismo y discriminación, que se ha manifestado de diversas maneras a lo largo del tiempo. El racismo en el Perú se basa en la apariencia física, el origen étnico y la clase social. Tanto los costeños como los andinos han experimentado y perpetuado actitudes racistas, aunque de diferentes formas y contextos.
Los costeños, especialmente los de Lima, son percibidos como parte de una élite más privilegiada, lo que puede llevar a actitudes despectivas hacia los andinos, que son vistos como menos educados o con menos oportunidades económicas. Este fenómeno se ha documentado en encuestas que indican que el 53% de los peruanos considera que hay racismo en el país (*).
En las áreas urbanas, como Lima, hay una tendencia a discriminar a los migrantes andinos, siempre referidos despectivamente como «serranos», «cholos», «provincianos». Esto se traduce en prácticas de exclusión en el acceso a servicios y oportunidades laborales.
La cultura popular peruana ha perpetuado estereotipos negativos sobre los andinos, como se evidencia en programas de televisión que ridiculizan sus costumbres y apariencia. Esto contribuye a la normalización del racismo.
Aunque ambos grupos pueden ser racistas, la experiencia del racismo puede variar. Los andinos enfrentan discriminación por su origen étnico y apariencia, mientras que los costeños pueden experimentar una forma de racismo más sutil, relacionada con la clase social y el acceso a recursos.
No se puede afirmar de manera categórica que los costeños son más racistas que los andinos. Ambos grupos enfrentan y perpetúan el racismo de maneras diferentes, influenciados por su contexto social, económico y cultural. La lucha contra el racismo en Perú requiere un enfoque que reconozca estas complejidades y trabaje hacia una mayor inclusión y respeto por la diversidad cultural.
En realidad, los llamados costeños criollos discriminan a los andinos porque tienen costumbres diferentes y no hablan bien el castellano. Observamos que hay costeños que no tienen buena apariencia ni estética, pero hablan bien el idioma. El costeño quiere que se hable bien y, además, que se sea educado y divertido en el diálogo.
(*) I Encuesta Nacional percepciones y actitudes sobre diversidad cultural y discriminación étnico-racial. Ministerio de Cultura – 2018.