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11 marzo, 2025 11:22 pm

El peligro de los cables eléctricos aéreos en Moquegua e Ilo

Moquegua tiene la oportunidad de preservar su identidad y su patrimonio, pero esto requiere de un compromiso colectivo.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ   

Moquegua, una ciudad con un rico patrimonio colonial, enfrenta un peligro latente que ha cobrado una vida emblemática: el bar «El Bandido». Este establecimiento, conocido por su historia y su conexión con la cultura local, fue devastado recientemente por un incendio provocado por un corto circuito en los cables eléctricos aéreos que atraviesan nuestras calles. Este incidente no es un caso aislado, sino un reflejo de un problema mayor que afecta la seguridad y la estética de nuestra ciudad.

La proliferación de cables eléctricos aéreos en el centro de Moquegua ha generado no solo una imagen desordenada y poco atractiva, sino también un riesgo significativo para la vida y la propiedad. La falta de mantenimiento y la acumulación de cables en desuso han contribuido a la vulnerabilidad de nuestros espacios públicos y privados. El triste desenlace del bar «El Bandido» nos recuerda que, si no tomamos medidas inmediatas, otros lugares emblemáticos podrían correr la misma suerte.

La historia de la falta de respeto por nuestro patrimonio arquitectónico se remonta a decisiones tomadas en el pasado, como la construcción del local de la municipalidad provincial durante la gestión de la alcaldesa Cristala Constantinides que alteró la fisonomía del centro histórico. Este irrespeto se ha perpetuado con la edificación del actual local del gobierno regional, un mamotreto que desentona con la tradición arquitectónica de Moquegua.

Es momento de reflexionar sobre la necesidad urgente de enterrar los cables eléctricos en nuestra ciudad, tal como se ha hecho en el centro histórico de Arequipa. Esta acción no solo mejoraría la seguridad de nuestros ciudadanos, sino que también salvaría a otros negocios y espacios culturales de un destino similar al de «El Bandido». Además, el proyecto de soterramiento de cables generaría empleo especializado y recursos para una ciudad que, en la actualidad, atraviesa una aguda recesión económica y laboral.

Moquegua tiene la oportunidad de preservar su identidad y su patrimonio, pero esto requiere de un compromiso colectivo. Es hora de actuar con responsabilidad y visión de futuro, asegurando que nuestra ciudad no solo sea segura, sino también un lugar que respete y valore su historia. A través de decisiones inteligentes y una planificación adecuada, podemos construir un Moquegua que honre su pasado mientras mira hacia un futuro próspero y sostenible. Algo que también debe hacerse en Ilo, dado que también se presenta la misma situación en el centro histórico porteño. Esperemos que alguna vez las autoridades edilicias e incluso regionales dejen de actuar como los monos clásicos y miren, opinen y sobre todo escuchen.

Análisis & Opinión