Por: Mauricio Aguirre Corvalán
Dos semanas después de la primera vuelta y varias encuestas de por medio, el tablero electoral de la segunda vuelta parece ir definiéndose a favor de Pedro Castillo por una mayoría considerable de votos. Es verdad que faltan seis semanas para ir a las urnas y en un país como el nuestro ese tiempo puede convertirse en una eternidad electoral y los números variar de la manera menos pensada. Nada está dicho, pero el dato puro y duro hoy nos dice que Pedro Castillo tiene una gran posibilidad de llegar a la presidencia, en lo que sería la tercera derrota consecutiva de Keiko Fujimori en una decisiva segunda vuelta.
Puntos más, puntos menos, los primeros sondeos sitúan a Pedro Castillo alrededor del 40% de los votos y a Keiko Fujimori alrededor del 25%. Un 20% de electores aproximadamente apuestan a votar en blanco o viciar el voto, mientras que un 15% todavía se mantiene indeciso.
Los números están puestos sobre la mesa, y es a partir de este escenario que los candidatos ya han mostrado las primeras armas de lo que será su estrategia en esta segunda vuelta. Está claro que Fujimori es la que tiene que arriesgar para intentar revertir la tendencia, mientras que Castillo, en una posición expectante, actúa con mucha cautela y mide cada uno de sus movimientos. Cuando estás arriba, cualquier error te puede acercar al barranco o llevarte directamente al abismo.
Pero más allá de esos primeros movimientos tácticos para aproximarse al elector, sobre todo al indeciso, la estrategia en las semanas que restan de campaña será clave para mantenerse primero o revertir la tendencia mostrada hasta ahora por las encuestas. Y para que esa estrategia rinda frutos, será clave el contenido que transmitan ambos candidatos a los electores.
A diferencia de la primera vuelta, donde la gran cantidad de opciones hacía que en muchos casos la decisión de por quién votar pasara más por el candidato en sí que por sus propuestas, en el balotaje la decisión del votante da un giro importante, sobre todo en una elección tan polarizada como la que estamos transitando.
El discurso que elija cada uno de los candidatos y sus propuestas marcará la decisión del elector. Y es aquí donde surge una pregunta fundamental para intentar explicar los resultados de los primeros sondeos de cara a la segunda vuelta. ¿Qué tanto conocen los candidatos y sus equipos de campaña al gran elector y lo que ellos esperan de un gobernante para la solución de sus problemas reales?
Ahí parece estar el punto de inflexión que decidirá la elección. Y en ese terreno Pedro Castillo hasta ahora ha demostrado tener más olfato político que Keiko Fujimori, a quien además le juega en contra la pesada carga de todos los pasivos del fujimorismo, y le suma muy poco los activos del primer gobierno de su padre.
La palabra clave en esta elección es una: cambio. En un país atravesado por una aguda crisis sanitaria y económica; marcado por profundas brechas de desigualdad social; y con una gran mayoría harta de la corrupción de las autoridades y la ineficiencia e indolencia del Estado; el elector busca a quien le ofrezca cambiar las cosas. Pero ya no un cambio maquillado, quieren un cambio sin anestesia.
En esa lógica, defender el “modelo” no es lo más potable electoralmente. Quizá sin saber muy bien que significa eso ni que implicancias pueda tener en el futuro, muchos lo perciben como algo que no ha funcionado para ellos y quieren cambiarlo por algo diferente con la esperanza de que les vaya mejor.
Keiko Fujimori defiende el “modelo”, y por eso para la gran mayoría apuesta por lo que para ellos no funciona. Pedro Castillo reniega del “modelo” y ofrece uno diferente, que no interesa amenace libertades sociales y económicas. Es el cambio como respuesta al hartazgo sin importar cómo se hará. Allí está la gran diferencia.
Hay que explicar las bondades de uno y las amenazas del otro dirán algunos para convencer a la gente. Seguramente es lo más sensato pensando en el futuro del país. Pero para una gran mayoría de compatriotas su futuro es sólo su día siguiente. En el Perú, sólo se vive en presente.