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El mismo escenario

Por: Mauricio Aguirre Corvalán

Han pasado quince años y parece que el tiempo estuviera detenido en el Perú. El domingo 9 de abril de 2006 se realizaron las elecciones presidenciales y los dos candidatos que pasaron a las segunda vuelta fueron Ollanta Humala con el 30.6% de los votos y Alan García con el 24.3%. El primero un líder de izquierda radical que irrumpía sorpresivamente en una campaña presidencial y en su primera participación lograba pasar a la segunda vuelta con la mayoría de los votos. El segundo un político tradicional de derecha que en su tercera candidatura buscaba llegar por segunda vez a la presidencia después del desastre de su primer gobierno.

En medio de aquella campaña, Humala presentó su plan de gobierno al que llamó La Gran Transformación. ¿Qué decía el plan? Quizá le suene mucho a lo que estamos escuchando los últimos días.

Proponía la creación de una nueva constitución a través de la convocatoria a una asamblea constituyente para modificar sobre todo el régimen económico, y así darle al Estado un activo rol empresarial e interventor. También proponía revisar los convenios de estabilidad tributaria y auditar todos los procesos de privatización, entre ellos los de telefonía y electricidad.

El plan también incluía la nacionalización de las actividades estratégicas como la energía, los hidrocarburos, el gas, la electricidad, el agua y saneamiento, el espacio aerocomercial y los puertos.

Humala, que realizó toda su campaña con el famoso polo rojo, señalaba que “la aplicación sistemática del neoliberalismo” había generado por un lado “una gigantesca acumulación de riqueza y de poder en un polo minoritario de la población” y por otro “el incremento brutal de las desigualdades sociales y de la pobreza para la gran mayoría de excluidos del sistema”. La democracia, decía, “está controlada por una prepotente oligarquía al servicio de intereses imperiales”.

En la otra orilla, Alan García se presentaba como el estadista que ofrecía un país mejor y con menos desigualdades, pero con acciones dentro del mismo régimen económico. Era la apuesta por un país mejor dentro de la estabilidad del sistema.

Planteada la segunda vuelta, el elector estaba ante un escenario de extremos y complicado. Por un lado un candidato radical que buscaba cambiar el modelo económico y social, con la incertidumbre y posible salto al vacío que eso implicaba, y por otro un candidato cuyo gobierno del 85 al 90 fue uno de los más desastrosos de la historia del país, acusado de múltiples casos de corrupción, que nunca enfrentó a la justicia, y que regresó al Perú cuando todos los procesos en su contra habían prescrito. García arrastraba la imagen de pésimo presidente y político corrupto.

Humala era entonces lo que hoy es Pedro Castillo, y García lo que en esta elección es Keiko Fujimori. Tanto así que en esa oportunidad el escritor Mario Vargas Llosa le dio su respaldo público a Alan García, a quien hace 15 años consideró el “mal menor” frente a un caudillo militar y nacionalista que “va a desaparecer la democracia”. Lo irónico es que Vargas Llosa mostró su apoyo a García durante justamente en la rueda de prensa de la presentación de su novela “Las travesuras de la niña mala”. Tres quinquenios después, para el nobel el “mal menor” es Keiko Fujimori, a quien muchos han bautizado como la niña mala del escritor.

Finalmente la elección la ganó Alan García con 53% de los votos contra el 47% de Ollanta Humala, quien ganó en todo el sur y sierra central y norte del país, mientras que García se impuso en Lima y la costa desde Ica hasta Tumbes.

Quince años después, Humala y García son casi un calco de Castillo y Fujimori, pero la gran diferencia parece ser que quince años después el elector peruano parece ya no ser el mismo.

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