Por: Soledad Orcoapaza Luque
Los caminos de la vida me pusieron sobre un estrado, frente a miles y miles de almas que vibraban de esperanzas porque veían posible el gran cambio social. La histórica Plaza San Martín en Lima, en la que nos concentrábamos después de largas marchas contra la forajida de Keiko, ardía de entusiasmo porque la victoria de Castillo representaba la victoria de los siempre excluidos.
Desde allí arriba, miraba las banderas flamear, escuchaba las arengas, el sonido de los tambores; mi corazón palpitaba con cada grito porque al igual que muchos, sentía que, tras décadas de oprobioso olvido, por fin se le haría justicia a los invisibles de este país, justicia a los campesinos como lo fue mi padre, justicia a las excluidas de educación como lo fue mi madre, justicia a los que carecieron de pan, de tierra, de vivienda, de salud.
En Castillo depositamos nuestras esperanzas, nuestra fe. Hoy, eso se ha roto. Esperábamos más de él, pero el rumbo que ha tomado, el de la convivencia con la derecha, nos obliga a asumir una posición clara y expresar abiertamente: No, no señor presidente, este viraje no se puede tolerar.
El respaldo al gobierno de Pedro Castillo no era un cheque en blanco, estaba condicionado al cumplimiento de un programa de grandes transformaciones y de lucha sin cuartel contra la derecha, la ultraderecha y los poderosos de este país para arrancarles sus privilegios y devolverle al Perú su dignidad.
Los que antes terruqueaban al pueblo, los que escupían estiércol contra la izquierda, los que despreciaban nuestras banderas de lucha, son los que ahora se sentarán a su lado, señor presidente, porque usted los ha invitado a la mesa. Ahí juntos, los agresores, los calumniadores y los trepadores que salieron de filas oscuras como el aprismo.
Es incoherente aceptar este gabinete porque en su mayoría representa lo mismo de siempre, no coincide para nada con los intereses de las masas postergadas. Señalar esto con firmeza no implica que nos sumamos al coro de los golpistas que piden vacancia cada vez que respiran, pero si el gobierno no apuesta por el pueblo, difícilmente éste saldrá a respaldarlo.
Queda claro que, ante la ollantización, el pueblo se alejará más y más. No puede haber matrimonio posible con los oportunistas, así eso se quiera disfrazar bajo el ropaje de la “gobernabilidad”. A pesar de la decepción, los que somos y nos identificamos con la izquierda debemos mantenernos en nuestra trinchera.