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domingo, septiembre 14, 2025

El carnaval 1925- 1960 [Parte III]

El “cortamonte”, llegó con Batallón de Ingeniería “La Breña”, desde Satipo, y se quedó. Se planta un árbol; a su alrededor, bailan los concurrentes al ritmo de la música; por turnos, cada bailarín golpea el árbol con un hacha.

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POR: VÍCTOR CASANOVA VÉLEZ      

Desde inicios de febrero, los comercios de la Calle del Medio ofrecían “útiles de carnaval”: Talcos, serpentina, mixtura, máscaras y chisguetes de éter, para el juego carnavalesco, desde el Jueves de Compadres, Jueves de Comadres, hasta Domingo de Tentación. En los 3 días feriados de carnaval, Moquegua tenía otra rutina: Compras tempranas en La Recoba evitando el juego con agua, sin poder evadir una pintada con rouge. El vecino sorprendía a la vecina con un baño, o ella lo sorprendía a él. La mujer tenía licencia. El juego con agua se generalizaba en las calles. Salir a la calle tenía como consecuencia terminar “sopa” y pintado con todo. En la tarde se jugaba con polvos.

En la semana anterior, se publicaban la lista de candidatas al Reinado, título codiciado por las damitas de la mejor sociedad local. El sufragio se hacía en cédulas compradas de farmacias locales y el escrutinio era público. Noche del sábado se coronaba la Reina elegida, en el Cine Teatro Mariscal Nieto; luego, entraba Ño Carnavalón, desde El Portillo; en la Plaza de Armas, su edecán anunciaba la regla festiva: No hay reglas.

El domingo, se cruzaban los baldazos con agua; por la tarde, la tregua para el desfile de carros alegóricos, encabezados por la Reina. Llamado “Corso de flores y su batalla” porque las bellas damitas de cada carro alegórico, lanzaban gran cantidad de mixtura y serpentinas al público y éste, hacía lo mismo hacia ellas, por la Calle del Medio, Plaza de Armas y Belén. Nadie lanzaba un globo con agua contra los desfilantes. Otro personaje esperado fue el Rey Feo. En los cincuentas, el irremplazable Augusto Mazuelos se transformaba en el pícaro y jocoso Rey Feo; vestido con levita y sombrero de copa alta de color verde, subido a un descapotable del año veinte, divertía a Moquegua entera.

En el Cine Mariscal Nieto, en función de vermuth y solo por carnaval, el intermedio duraba veinte minutos; hombres y mujeres intercambiaban chorros de éter perfumado, “Amor de Pierrot”, lanzados a escotes femeninos, o cerraban algún ojo. Las serpentinas con mensajes amorosos estaban omnipresentes. Las damas sin timidez jugaban hasta comenzar la película.

Los bailes de carnaval alegraban, manteniendo la distancia social: La sociedad aristocrática bailaba en el Club Moquegua, en honor a la Reina.  El pueblo se divertía en la Sociedad de Artesanos en concurridos bailes de disfraces, los tres días; marcaron época aquéllos organizados por el presidente Don Gaspar Zapata Vélez, 1953 – 1957. La polka de Filomeno Ormeño sonaba en ambos locales:

Todos a reír y a gozar / todos a gozar del carnaval; mascarita, vamos a danzar / con ritmo triunfal…Carnaval, ¡carnaval!  /Es el grito general; / carnaval, carnaval!  /de alegría sin igual”.

El carnaval campestre se desarrollaba lejos de la censura social de la Ciudad. Familias y amigos se reunían en la casa-hacienda para jugar en acequias rebosantes de agua; a falta de pinturas, la sandía o “sandilla”, fue arma carnavalera. Venían tardes bailables, donde el vals y la marinera iban parejos con juegos usando polvos olorosos, serpentina y mixtura. La música de vitrolas o de guitarristas, divertía a los asistentes. Guido Monteverde, destacaba con guitarra.

El plato moqueguano típico de carnaval fue el caldo blanco, “puchero o sopa de peras”. Plato loco para una fiesta loca de tres días: tres carnes (res, cordero y chancho), tres tubérculos (papas, yucas y racachas), tres agregados (garbanzo, chuño y mote pelado de maíz), tres verduras (Repollo, choclo apio) y peras maduras. Tardes de asado de cordero y despedidas con el “sopiado”.

El «Cortamonte», derribar un árbol engalanado de regalos, popular en la sierra peruana, no es tradicional del valle moqueguano; se respetaba el bosque rivereño del río. Por tradición prehispánica, conservada con las Leyes de Indias: Esos árboles sólo se cortaban para construir “los caballos” como defensas ante las avenidas del río.

El “cortamonte”, llegó con Batallón de Ingeniería “La Breña”, desde Satipo, y se quedó. Se planta un árbol; a su alrededor, bailan los concurrentes al ritmo de la música; por turnos, cada bailarín golpea el árbol con un hacha. Cuando el árbol cae, los niños y adultos se abalanzan para recoger los regalos; quién derriba al árbol organiza la fiesta del siguiente año.

Los globazos con agua en academias, agua coloreada con añilinas, el petróleo, betún, pintura, la popular «matachola», el barro “agualate”, bailar “Carnaval de Arequipa” y el Apucllay. “Cantemos bailemos, sobre esta granada, hasta que reviente, agua colorada”. “Estos carnavales, quien inventaría, algún desgraciado, como yo sería…”, caracterizan nuestro carnaval, reducido a un día por el presidente Manuel Prado.  Prohibido, pero «Un poco de agua no mata».

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