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lunes, septiembre 8, 2025

El adiós al viejo Colegio La Libertad en la voz del profesor Guillermo Luque Vega

El 28 de junio de 1958, el profesor Guillermo Luque Vega pronunció el histórico discurso de despedida a los centenarios claustros del Colegio Nacional La Libertad, al trasladarse el plantel a su nuevo local en el Alto de la Villa.

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POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS

En este día, 8 de setiembre de 2025, fecha central del Bicentenario del Colegio Simón Bolívar, es oportuno recordar un discurso que marcó una transición histórica en la vida institucional. El 28 de junio de 1958, el profesor Guillermo Luque Vega tuvo a su cargo la despedida de los viejos y centenarios claustros, cuando el plantel se trasladó al moderno edificio camino al Alto de la Villa. Maestro dedicado, enseñó Aritmética, Álgebra, Geometría y Trigonometría desde 1939 hasta 1963, y quienes fueron sus alumnos lo recuerdan con afecto como un gran profesor en estas materias.

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DISCURSO POR CAMBIO DE LOCAL DEL COLEGIO NACIONAL LA LIBERTAD

En realidad, constituye para mí un compromiso de gran responsabilidad y al mismo tiempo me llena de amargura, el hablar en estos momentos, cuando de pie, acá todos, sintiendo el dolor de la separación, debemos decir a este, nuestro viejo y querido plantel de “La Libertad” … ¡Adiós!

Pero no señores, felizmente, como un paliativo al sentimiento de esta separación, sentimos la evidencia de que no es un ¡Adiós! el que debemos decir a nuestro colegio, sino solamente un hasta luego; porque, si es verdad que quizás ya no entremos a estos salones para sembrar la simiente del saber en vuestros espíritus y ustedes para recoger esa simiente, nada ni nadie podrá por ningún motivo cortar el cordón umbilical que nos mantendrá siempre ligados a estos claustros; es el cordón umbilical de la gratitud, del reconocimiento, del recuerdo, por lo que significan ellos para nosotros.

Hablo después de haber laborado en este plantel, con cariño a la juventud e inspirado siempre en el ejemplo de viejos educadores que pasaron por estos claustros; hablo como decano del cuerpo de profesores, pero sintiendo como ustedes, en lo más íntimo de mi espíritu, la emoción profunda de saber que me separo de mi viejo colegio, donde pasara los mejores años de mi vida de maestro; y les hablo sobre todo a ustedes, mis queridos alumnos, tal como lo hice cuando por primera vez, un 18 de mayo, hace 18 años, ingresé al salón del 4.º Año, y después de pasar lista a jóvenes cuya voz todavía me parece escuchar en estos momentos contestando “¡presente!”; me dirijo a ustedes, mis alumnos, como en aquella oportunidad y como siempre; como el más modesto, como el más sencillo de vuestros profesores, para decirles que llevemos siempre, como galardón de triunfo, de mérito, de prerrogativa de nuestras vidas, el poder decir: “Ustedes, yo fui alumno del Colegio La Libertad y nosotros, yo fui maestro del Colegio La Libertad”.

Expresamos ahora nuestro agradecimiento a los señores… y a los alumnos que se han dignado acompañarnos en esta hora solemne para nosotros. Así como ayer muchos de ellos supieron contestar su número en ese corredor al paso de la lista, hoy están con nosotros compartiendo nuestra emoción al separarnos de este plantel.

No puedo dejar de invocar la figura de los ilustres directores que dirigieron estos claustros: Caracciola, Alayza, Becerra, Minuto y otros más, que sus manes tutelares, allá en el otro local, sepan inspirarnos en nuestra labor diaria y defendernos contra las acechanzas.

Permitidme, mis estimados colegas y queridos alumnos, que me irrogue el privilegio de dictar mi última lección en este colegio, diciéndoles a vosotros, jóvenes, que vuestra partida, que vuestros sentimientos que os marean en la separación de estos claustros, os inspiren, como el mejor agradecimiento a todo lo que recibisteis en ellos: nuevos ideales; y os arranque la promesa solemne de convertiros en la más bella realidad, con esfuerzo, con tesón sin igual, con inteligencia y perseverancia única. Sed como aquella enajenada de Guyau, que creía llegado el día de su boda y entonces, acicalada con su tocado, salía a la puerta a esperar al novio, hasta que las sombras de la tarde cubrían con un tinte de tristeza su rostro, por el desengaño sufrido al no llegar el novio prometido; pero a la mañana siguiente volvía a acicalarse su velo nupcial, para esperar nuevamente al novio ideal.

Así también vosotros, en cada primavera de la vida, esperad un nuevo ideal; y ahora que vais a vuestro nuevo colegio, prometed a este vuestro viejo plantel convertir esos ideales en la más grata realidad, y que este nuevo local sea para ustedes como el tocado de novia de la loca de Guyau, en ideales y esperanzas, porque ellos serán, en su realización, la grandeza de Moquegua y, por consiguiente, de la Patria.

Pensad como Rodó, que una juventud sin ideales es una juventud que no debe vivir; ojalá que cuando lleguéis a vuestro nuevo hogar espiritual, al calor de sus muros, sean en vosotros la promesa solemne de triunfar y ser dignos de este pueblo de tradición, tierra de Nieto, Urquieta y otros ilustres peruanos. Pensad como Rodó también, que solo la juventud que triunfa hace de la vida una cosa bella y digna, pero con aquella belleza de la que él nos habla en su inmortal Ariel, hecha de un vestigio de ensueño y un principio de pensamiento.

Muchas gracias.

Guillermo Luque Vega. Profesor

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