POR: DAVID AURIS VILLEGAS
Hace unos días, me crucé en la universidad con un colega, un investigador distinguido, pero con el ánimo devastado. Me confesó que, tras leer mi última columna, se Googleó y apenas encontró algunas fotos institucionales. Dolido, comprendió por qué había perdido una oportunidad laboral frente a alguien con menos publicaciones, pero visible. Pensando en él, y en tantos investigadores en la misma situación, escribo este artículo.
Este caso simboliza una realidad dura: miles de investigadores publican en revistas de alto impacto, pero permanecen en un olimpo académico, desconectados de la tierra común donde realmente deberían hacerse visibles. Pues, estas revistas solo publican y algunos lo difunden en círculos especializados. Por eso, es urgente aprender a divulgar nuestros trabajos si realmente queremos que nuestros esfuerzos sean reconocidos y nos permitan desarrollarnos profesionalmente.
La divulgación científica consiste en traducir el lenguaje académico a uno sencillo y comprensible, incluso por un niño. El famoso divulgador Carl Sagan sostenía que divulgar es una forma de democratizar el conocimiento. Esta práctica visibiliza tus investigaciones y construye tu reputación académica, clave para destacar y acceder a nuevas oportunidades laborales. Hoy en día, tener presencia en línea es un poderoso currículum. Por ello, el concepto de “marca personal”, acuñado por Tom Peters, ya no es opcional: es una necesidad profesional.
Si ya has publicado un artículo en Scopus o Web of Science, el siguiente paso es convertirte en comunicador y hacer que ese conocimiento sea accesible para todos. A partir de tu publicación, puedes crear pódcasts breves o infografías visuales. Asegúrate de incluir tu fotografía, tu ORCID, el enlace del artículo y una breve presentación. Finalmente, difunde ese contenido en redes como LinkedIn, X, TikTok, Instagram o Facebook para ampliar tu alcance e impacto.
Sin embargo, nunca compartas exclusivamente archivos como PDF, Word o PPT por WhatsApp u otros medios cerrados, ya que estos no son rastreables por Google; es como si hubieras disparado al aire. Por ello, es fundamental adoptar una cultura digital consciente: cada vez que difundas un archivo, hazlo mediante un enlace, a fin de que Google pueda registrar tu huella digital y así optimizar tu visibilidad.
La autodivulgación no es un acto de vanidad, sino una forma legítima de hacerte visible y construir tu marca personal para el éxito y la prosperidad que mereces.