POR: ARNULFO BENAVENTE DÍAZ
DESPOTISMO
La historia del Perú presenta diversos momentos marcados por el despotismo. Este no siempre se manifestó como una dictadura militar, sino también a través de mecanismos más sutiles de concentración del poder. Durante el periodo colonial español (1532-1821), el rey de España ejercía un poder absoluto a través de virreyes. La población indígena fue sometida a un sistema de explotación económica y social, sin participación política.
Tras la independencia, en el periodo republicano, el Perú atravesó gobiernos con características despóticas. Aunque existían instituciones democráticas como el Congreso y el Poder Judicial, en la práctica varios presidentes concentraron el poder. En los siglos XIX y XX se usaron mecanismos como la represión de la prensa, la eliminación de la oposición y la manipulación electoral. La falta de control sobre las fuerzas armadas también facilitó el establecimiento de regímenes autoritarios.
Dos claros ejemplos de despotismo en el siglo XX fueron los gobiernos de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) y Alberto Fujimori (1990-2000). Ambos se caracterizaron por la suspensión de garantías constitucionales, represión, violaciones a los derechos humanos y una fuerte concentración del poder en el Ejecutivo.
ANARQUÍA
Por otro lado, aunque el Perú no ha vivido una anarquía total —entendida como la ausencia absoluta de gobierno— sí ha atravesado momentos de inestabilidad que se le aproximan. En varias etapas del periodo republicano hubo golpes de Estado, gobiernos de corta duración, conflictos internos y falta de control estatal en zonas del país. Ejemplos de esto son la anarquía militar de la década de 1840 y los periodos de violencia política del siglo XX.
Debe diferenciarse la anarquía como situación social del anarquismo como ideología. Esta corriente tuvo cierta influencia en el movimiento obrero a inicios del siglo XX, con participación en huelgas y protestas, aunque sin lograr instaurar un sistema anarquista en el país.
En la actualidad, la creciente inseguridad ciudadana, especialmente en Lima, genera la percepción de una microanarquía. La ineficiencia del Estado para garantizar el orden, la presencia del crimen organizado y la falta de acceso a la justicia alimentan la idea de que las autoridades no están cumpliendo con su deber.