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4 diciembre, 2024 3:07 am

Democracia, gobierno y atentados durante el período de Ramón Castilla

No hay pueblo ni ciudad en el Perú donde no haya una calle, colegio o institución pública con el nombre de Ramón Castilla.

POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA (RESPONSABLE DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DE LA DNEF DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES)   

Hay gobernantes republicanos en la historia nacional cuyo protagonismo está en la memoria colectiva, evidenciando el reconocimiento de la ciudadanía, que los ha inmortalizado dejándolos para siempre en la historia de los pueblos. Unos son del siglo XIX, y otros, del siglo XX. Hay también, dentro de la historia virreinal, algunos gobernantes de huella profunda, como los hubo en el Perú prehispánico, cuya memoria se reverencia hasta hoy.

Sin embargo, dentro de las luces de la democracia que se fortalecía en el décimo noveno siglo, también hay sombras, como la que se protagonizó el 23 de noviembre de 1860 contra el gobernante Ramón Castilla, hecho en el que estuvieron implicados Ricardo Palma y Manuel María Rivas, siendo parte principal en un atentado contra él.

RAMÓN CASTILLA Y MARQUESADO

Este es el caso de Ramón Castilla y Marquesado, el peruano que en el siglo XIX protagonizó una serie de sucesos asociados a la gesta de la independencia nacional, a la consolidación de la República, al orden constitucional y a la administración pública vinculada a la presidencia de la República.

Ramón Castilla nació en Tarapacá, entonces comprensión del virreinato del Perú, el 31 de agosto de 1797, y murió en Tiliviche, el 30 de mayo de 1867. Sus biógrafos lo registran como militar y político peruano que fue en dos ocasiones presidente de la República (1845-1851 y 1855-1862).

No hay pueblo ni ciudad en el Perú donde no haya una calle, colegio o institución pública con el nombre de Ramón Castilla. Inclusive hay equipos deportivos locales y regionales que llevan su nombre, en evidente aceptación de popularidad y existencia de su nombre en la mentalidad colectiva.

EL PERÚ CONVULSO DEL COMIENZO DE LA REPÚBLICA

Como lo reitera Cristóbal Aljovín de Losada, las primeras décadas del Perú independiente fueron convulsas en todos los ámbitos: los caciques continuaron siendo la clase social dominante y la lucha por el poder estuvo regida por el caudillismo, favorecido por la sucesión de conflictos con Colombia, Bolivia y Chile, que facilitaron la toma del poder de distintos dictadores sustentados por oligarquías militares y comerciales.

A partir de 1845, bajo la dirección de estadistas como Ramón Castilla, el país conoció una etapa de prosperidad económica, transformaciones sociales y estabilidad política, originada por la explotación del salitre de Tarapacá, la extracción del guano y el cultivo de la caña de azúcar.

Durante el primer gobierno de Ramón Castilla (1845-1851), la situación política se caracterizó por la estabilidad y el restablecimiento de la vida parlamentaria. La exportación de guano potenció el surgimiento de una nueva clase burguesa de consignatarios y proveyó de recursos al Estado, aunque también acabó hipotecando la economía peruana al Reino Unido, principal importador de guano.

En su segunda etapa como presidente (1855-1862), Castilla abolió el tributo de los indígenas y la esclavitud de los afrodescendientes, por lo que puede ser considerado como uno de los precursores de la inclusión social.

CASTILLA EN LA PRESIDENCIA

Castilla fue el primer caudillo que no se apoyó en las armas para llegar al poder político, y en cuyo ejercicio no fue interrumpido por ninguna asonada de parte de sus opositores. Durante su primer mandato, desde 1845 hasta 1851, estableció el régimen de presupuesto para el ordenamiento de la administración e introdujo importantes reformas económicas y financieras. Bajo su mandato, el país experimentó avances en educación, defensa nacional y justicia.

Castilla quería la felicidad social de los pueblos del Perú, utilizando esta expresión del siglo XIX, abarcando sus diferentes aspectos sin discriminación por ningún indicador. En todos los espacios geográficos del Perú había necesidades, y no era la misma problemática en cada región.

Durante su primer gobierno, y para hacer frente a cualquier agresión desde el exterior, inició la modernización de la armada y dispuso la consolidación de la deuda interna.

Durante su segundo mandato, que se prolongó hasta 1862, promulgó una nueva Constitución de tendencia liberal que sería la más longeva de la historia del país (con una breve interrupción, estuvo vigente hasta 1920), y declaró la guerra a Ecuador (1859), de la cual salió victorioso al conseguir la ocupación de Guayaquil, que condujo a la firma del tratado de Mapasingue. También se produjeron incidentes bélicos con Bolivia, especialmente por el contrabando.

EL ATAQUE CONTRA CASTILLA

Como lo señalamos, una sombra contra la democracia se protagonizó durante el segundo gobierno de Castilla. La Constitución liberal de 1856 no satisfizo a muchos peruanos, y el Congreso de 1860, con facultades de Constituyente, reformó la Constitución.

La nueva Constitución moderada, promulgada el 13 de noviembre de 1860, prohibió la reelección presidencial, restableció el sistema de votación indirecta, dividió el Congreso en dos cámaras y dio fuerza a los gobiernos municipales.

Castilla hizo frente a varias conjuras, como la del 25 de julio de 1860, cuando pretendieron asesinarlo en la Plaza Mayor de Lima, resultando herido con un disparo en el brazo. En noviembre de ese año, como mencionamos al comienzo, varios civiles armados y una parte del Batallón Lima atentaron contra el presidente atacando su domicilio. Sin embargo, el ataque fue repelido por una rápida acción de la tropa.

En el amanecer del 23 de noviembre de 1860, asaltaron a balazos la casa del presidente del Perú. En este ataque estuvo implicado el joven escritor y periodista Ricardo Palma, que contaba con 27 años. Se asegura que la conspiración fue planeada por José Gálvez Egúsquiza, líder de los liberales, quien actuaba contra las reformas de la Constitución de 1860. Se buscaba impedir su promulgación.

Análisis & Opinión