lunes, 6 de octubre de 2025
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De la protesta a la propuesta: el desafío de la Generación Z para planificar el Perú (I)

Sin embargo, se enfrentan al desafío de la experiencia política formal, la complejidad de la maquinaria estatal y la resistencia al cambio de las estructuras existentes.

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POR: GUSTAVO PUMA CÁCERES

Las movilizaciones juveniles por reformas políticas y justicia social están cuestionando los modelos tradicionales de gobernanza y planificación en el Perú, impulsando una reflexión sobre la capacidad de las nuevas generaciones para liderar el futuro del país.

En las últimas semanas, las calles de las principales ciudades del Perú han sido escenario de un fenómeno político y social singular: el surgimiento de una ola de protestas lideradas por jóvenes de la Generación Z.

Estos ciudadanos, nacidos entre mediados de los 90 y principios de los 2010, exigen justicia, cambios estructurales en el sistema político y el fin de un gobierno que perciben como ilegítimo y desconectado de sus realidades. Su activismo está planteando preguntas inevitables sobre el futuro de la planificación nacional y la preparación de esta generación para asumir las riendas del país en la próxima década.

EL CONTEXTO: MÁS ALLÁ DEL DESCONTENTO

El malestar de la Generación Z no es un hecho aislado. Se enmarca en una crisis económica persistente, una profunda desconfianza en las instituciones —exacerbada por los altos índices de corrupción— y una sensación generalizada de que el «modelo peruano» no les ofrece oportunidades ni representa sus valores.

A diferencia de generaciones anteriores, estos jóvenes han crecido en un mundo hiperconectado, con acceso a información global y una conciencia aguda sobre problemas como la inequidad, la crisis climática y la defensa de los derechos humanos.

«Lo que estamos viendo no es solo una protesta contra un gobierno, sino un rechazo a un sistema de toma de decisiones arcaico», analiza el politólogo Dr. Alonso Gutiérrez, del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). «La Generación Z valora la transparencia radical, la participación directa a través de canales digitales y la sostenibilidad. Su cuestionamiento es frontal a la planificación centralizada y opaca que ha caracterizado a gran parte de la gestión pública peruana. La pregunta no es si quieren gobernar, sino si el Estado está preparado para su forma de gobernar».

IMPACTO EN LA PLANIFICACIÓN Y EL DESARROLLO

La planificación territorial y el urbanismo son campos donde este conflicto generacional se hace más evidente. Las demandas de esta juventud chocan con prácticas tradicionales.

Exigen, por ejemplo, ciudades más verdes y con menos concreto, participación ciudadana real en los proyectos de infraestructura a través de plataformas digitales, y una distribución de recursos que priorice servicios básicos de calidad —como educación y salud— sobre megaproyectos con dudoso impacto social.

«La planificación en el Perú del siglo XXI no puede seguir siendo un ejercicio de escritorio», afirma la planificadora urbana María Elena Torres, consultora para ONU-Hábitat. «Las movilizaciones nos están mostrando que cualquier estrategia de desarrollo a largo plazo, sea el Plan Bicentenario o cualquier otro, debe incorporar de manera genuina la visión de estos jóvenes. Ellos son los principales usuarios del futuro que estamos diseñando. Su ausencia en la mesa de decisiones no es solo injusta, es un error técnico garrafal».

Los datos respaldan la urgencia de esta inclusión. Según un reciente estudio del Banco Mundial sobre capital humano en Perú, casi el 60% de los peruanos menores de 25 años considera que el sistema político no responde a sus necesidades.

Además, un informe del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) señala que, si bien el voto joven fue crucial en las últimas elecciones, la desconfianza en los partidos políticos tradicionales supera el 85% en este segmento, lo que indica una búsqueda de nuevas formas de representación y acción política.

¿ESTÁ PREPARADA LA GENERACIÓN Z PARA GOBERNAR?

La cuestión de la preparación es bifronte. Por un lado, esta generación posee habilidades innatas para la tecnología, una comprensión global de los problemas y una intolerancia histórica hacia la corrupción. Son nativos digitales capaces de implementar gobiernos electrónicos más eficientes y transparentes.

Sin embargo, se enfrentan al desafío de la experiencia política formal, la complejidad de la maquinaria estatal y la resistencia al cambio de las estructuras existentes.

Su potencial de liderazgo no radica en reemplazar a las generaciones anteriores, sino en complementarlas. La transición requiere un diálogo intergeneracional donde la experiencia se combine con la innovación y la urgencia moral.

La preparación no es un estado que se alcanza, sino un proceso que se construye mediante la participación gradual en espacios de decisión, desde los gobiernos locales hasta la arena nacional.

UN PUNTO DE INFLEXIÓN PARA LA PLANIFICACIÓN NACIONAL

Las protestas de la Generación Z han dejado en claro que el statu quo es insostenible. Su impacto en la planificación del Perú ya es tangible, forzando una revisión de los paradigmas de desarrollo e inclusión.

El futuro de la gobernabilidad y la planificación territorial no dependerá de si esta generación está lista para el poder, sino de si el Perú es capaz de crear los puentes necesarios para integrar su energía, su visión tecnocrática y su demanda ética en la construcción de un proyecto nacional renovado.

El mayor riesgo no sería que los jóvenes fallen al gobernar, sino que el sistema les cierre las puertas, condenando al país a repetir los ciclos de crisis y desencanto que hoy los llevan a las calles.

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