lunes, 17 de noviembre de 2025
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De ciudadanía excluyente a ciudadanía electoral

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POR: ABOG. JESÚS MACEDO GONZALES

Esta semana, en mi curso de Ética y Ciudadanía en la Escuela de Derecho de la Universidad Nacional de Moquegua, estuvimos revisando cómo se ha construido la ciudadanía en el Perú, y la verdad… duele darnos cuenta de ciertas cosas. Históricamente, cuando llegó el 28 de julio de 1821, los “verdaderos peruanos” no eran los pueblos originarios —los que estaban aquí miles de años antes de la República— sino los criollos: hijos de españoles nacidos en tierra peruana. Y no bastaba eso: tenían que ser varones, casados y además tener propiedades u oficio reconocido. En resumen, quienes celebraron la independencia del Perú fueron principalmente los sectores acomodados, y durante décadas ellos siguieron gobernando.

Al inicio, ser ciudadano estaba reducido prácticamente al acto de votar. Luego, se incluyó la idea de que solo los que pagaban tributos podían ser ciudadanos. Después se disminuyó la edad de 25 a 21 años. Luego exigieron estar inscritos en el registro militar. Como puede verse, la ciudadanía peruana fue diseñada para ser exclusiva y excluyente: solo varones, solo casados por la Iglesia Católica, solo con poder económico, solo militares. Los que elaboraban las constituciones moldeaban la ciudadanía a su conveniencia.

Recién la Constitución de 1933 dio un paso enorme al permitir el voto femenino y reducir la edad a 18 años. Hoy, ser ciudadano solo requiere tener 18 años, nacionalidad peruana y estar inscrito en el padrón electoral. Como dice Sinesio López, avanzamos hacia una ciudadanía que no solo reconoce derechos políticos, sino también sociales y culturales. El gran problema es: ¿cómo garantizamos que estos derechos se cumplan para todos?

En los últimos años, sobre todo después del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, sabemos que para muchas zonas rurales la idea de “ciudadanía” ha sido casi un concepto ajeno, porque el Estado simplemente no estuvo presente. Apenas en los últimos años hemos empezado a escuchar con orgullo nuestro himno nacional cantado en quechua, aimara y otras lenguas originarias. Porque ser ciudadano no es solo tener derechos escritos: es reconocer que el Perú no es una sola nación, sino varias, y que esa diversidad debe ser parte de nuestra identidad.

Por eso, una Constitución no debería ser el contrato elaborado por unos cuantos; debería ser el pacto construido por todas las formas de ser peruano. Por lo tanto, ¿es válido preguntarnos si debemos modificarla para que todos los ciudadanos se sientan verdaderamente incluidos?

Algunos especialistas señalan que hemos cambiado tanto la Constitución que parece un “Frankenstein”. Puede ser verdad. Pero también es cierto que necesitamos seguir apostando por el sentido ético de una Constitución que, al menos en el papel, habla de igualdad, justicia y libertad. La ciudadanía no se reduce a un documento jurídico: es la manera en la que convivimos, la forma en que nos reconocemos mutuamente como iguales.

Y frente a estas próximas elecciones, es cierto que se abre una oportunidad para buscar un cambio y no perder la esperanza. Escuché la entrevista que Rosa María Palacios le hizo a Antauro Humala, y aunque suene extraño decirlo, si él fuera candidato, probablemente llegaría muy lejos, porque su discurso refleja el enojo, la frustración y la decepción de muchos peruanos.

Y sí, es muy probable que esta elección sea profundamente emocional, que votemos desde el enojo… pero ojalá sea una indignación ética, no un impulso visceral. Aún nos quedan unos meses para escuchar el menú político, evaluar si los candidatos realmente nos ven como ciudadanos plenos y si están dispuestos a resolver los problemas del país sin recurrir a la mentira. Porque cuando un político miente, no se perjudica a él: nos perjudica a todos. A pesar de todo, yo no pierdo la esperanza de un cambio. ¿Y usted qué opina?

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