POR: JULIO FAILOC RIVAS
Si alguien piensa que la cuestión de confianza otorgada al gabinete Bellido es un gesto de tregua del Congreso hacia el Ejecutivo se equivoca. Al Legislativo no le quedó otra que darle la confianza para no ponerse al vilo de la disolución. Tampoco el Congreso quiere vacar a Castillo, sino demolerlo, de a pocos, para demostrar que es incapaz de gobernar el país.
La derecha y las élites de poder no se resignan, ni se resignarán, a perder el control del país y por ello seguirán petardeando al gobierno de Castillo para someterlo y ponerlo a su servicio. Su reacción no debe sorprendernos porque así lo hicieron antes con aquellos gobiernos de corte progresista o de izquierda, por ejemplo, sabotearon el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, luego el de Fernando Belaunde Terry, en su primer gobierno, también al General Juan Velasco Alvarado, y ahora al presidente Pedro Castillo.
La campaña de demolición en complicidad con la mayoría de medios de comunicación, radial, escrita y televisiva, se viene ejecutando incluso desde que se inició la segunda vuelta electoral hasta la designación del Gabinete Bellido, y no cesará hasta traerse abajo a los ministros, uno a uno, incluido el presidente del Consejo de Ministros. Ya lo anunció la derecha, y en lo personal, no me cabe duda que así será.
Una muestra de lo señalado en el párrafo anterior es que la derecha, en un intento fallido, la semana pasada exigió al presidente Castillo la renovación de seis de sus ministros –incluido Bellido- antes que se presenten en el Congreso a solicitar la cuestión de confianza, lo cual hubiera sido un mal precedente para la democracia por la interferencia del legislativo en las prerrogativas que tiene el presidente de la República para designar libremente a su Consejo de Ministros.
La derecha no ha ganado las elecciones, pero hay que reconocer que ha sembrado la duda de que Castillo en complicidad con Cerrón convertirán al Perú en Venezuela, razón por la cual un sector importante de la población se mantiene movilizada exigiendo la vacancia de Pedro Castillo. El país está dividido por esta “campaña del miedo” y la demolición puesta en marcha no cesa ni va a cesar hasta que el profesor Pedro Castillo caiga por inercia.
Reiteramos, el plan del Congreso no es vacar al presidente, no porque no quiera, sino porque sus miembros no quieren irse junto a Castillo a sus casas, además que no cuenta con los suficientes congresistas que quieran inmolarse y renunciar a la paga de los cinco años, sin posibilidades de reelegirse si hay nuevas elecciones. El plan de la derecha y el Congreso de la República es demoler a Castillo y a toda la izquierda para evidenciar que no tienen capacidad de gobierno y así lograr que no vuelvan a ser elegidos nunca más.
Sin embargo, cuando los poderes fácticos y la derecha interfieren en un proceso electoral apoyando a un candidato, éste termina perdiendo irremediablemente, hasta ahora no les atinan a los juegos electorales; no obstante, son efectivos moviendo los hilos del poder, sembrando miedo, capturando presidentes y negociando mayorías congresales. Desde allí operan, maquinan y conspiran, pero en la mayoría de los casos suelen ser torpes porque se exceden en el “alineamiento” y terminan pareciéndose más a un cargamontón, generando el efecto contrario a lo que buscan. Su reciente derrota frente a Castillo es un ejemplo de lo expresado, pero tienen un historial de fracasos que se pueden contar: tres veces con Keiko, una vez con Humala, Toledo y hasta cuando apoyaron a Vargas Llosa cuando se enfrentó con Fujimori en el 90, esto sin contar a Susana Villarán y Alfonso Barrantes que llegaron a la alcaldía de Lima gracias a la anticampaña de la derecha.
Una muestra de que la intensa campaña de demolición de los poderes fácticos contra el presidente Castillo no está funcionando como quisieran muchos, son los resultados de todas las encuestadoras. El nivel de aprobación de la gestión de Castillo -que oscila entre el 38 y el 40%- está por encima del 35% de los electores hábiles con que fue elegido el presidente. Los números no mienten y la ilusión óptica con la que se analiza el desgaste de la gestión de Castillo está muy lejos de lo que desean los opositores al gobierno. Cuidado que, para mentir y comer pescado, hay que tener mucho cuidado.