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8 enero, 2025 6:21 am

Corrupción y patriotismo en el monitor “Manco Cápac”

Nuevas investigaciones revelaron una transacción escandalosamente sobrevalorada. El Perú pagó dos millones de pesos por dos monitores inútiles para el servicio naval oceánico (Basadre, T. VI). El 18 de febrero de 1868, la Comisión de Marina del Congreso de Estados Unidos investigó la compra y tasó las dos naves en 755,000 dólares. El negociado dejó a la firma vendedora una ganancia estimada en más de un millón doscientos mil dólares. 

POR: VÍCTOR CASANOVA VÉLEZ

El general Mariano Ignacio Prado, Jefe Supremo del Perú, se enfrentó a España y fue héroe después del 2 de mayo de 1866. En las elecciones de 1867 fue elegido presidente constitucional el 31 de agosto de ese mismo año; nombró a un partidario suyo, el coronel moqueguano Mariano Pío Cornejo, como ministro de Guerra y Marina.

Prado se apresuró a formalizar la compra de dos monitores a la firma Alexander Swift and Co., USA. Para ello, hizo venir a Lima a Gustavus Ricker, su representante, y ordenó al ministro de Guerra y Marina firmar de inmediato el contrato de adquisición el 4 de octubre de 1867, apenas un mes después de asumir el nuevo gobierno. La compra de los monitores estadounidenses Oneoto y Catawba, rebautizados como Manco Cápac y Atahualpa, no tenía nada anormal en apariencia. El Estado peruano pagó dos millones de pesos por estos buques, usados en la Guerra de Secesión norteamericana.

El Perú, siempre cuidadoso al adquirir naves de guerra nuevas y modernas, se enfrenta a una interrogante: ¿Por qué compró monitores usados diseñados para navegar en ríos y no en el océano? En 1862 le ofrecieron construir monitores por 400,000 dólares cada uno.

Nuevas investigaciones revelaron una transacción escandalosamente sobrevalorada. El Perú pagó dos millones de pesos por dos monitores inútiles para el servicio naval oceánico (Basadre, T. VI). El 18 de febrero de 1868, la Comisión de Marina del Congreso de Estados Unidos investigó la compra y tasó las dos naves en 755,000 dólares. El negociado dejó a la firma vendedora una ganancia estimada en más de un millón doscientos mil dólares. Según Ricardo Cuya Vera (2017):

«Conservadoramente, se estima que Prado percibió como cohecho por esta operación entre el 10% y el 20% del importe total de la misma, es decir, 200,000 o 400,000 dólares (entre 4.5 y 9 millones de dólares de hoy). Gustavus Ricker reconoció haber tenido que efectuar entregas irregulares a los gobernantes peruanos».

Además, se gastó otro millón de pesos en la compra de dos remolcadores, el traslado de las naves que no navegaban por sí solas, y en provisiones para 15 meses de travesía. El Perú gastó tres millones de dólares en chatarra flotante, mientras que Chile pagó 800,000 dólares por los acorazados Cochrane y Blanco Encalada, que definieron la Guerra Naval a su favor.

Cuando los monitores zarparon de Nueva Orleans, la prensa de Nueva York, burlonamente, decía: «Allí van los peruanos con sus ataúdes de hierro» (Del Carpio, s.f.). Partieron el 12 de enero de 1869 y, remolcados, llegaron al Callao el 11 de junio de 1870. ¿En qué pensaba Prado?

El Manco Cápac tenía dos poderosos cañones Dahlgren, pero sus máquinas eran chatarra. Desde que llegó en 1870, permaneció inmóvil en la rada del Callao al no poder navegar por su cuenta. El moqueguano Aníbal Alayza Mendoza, marino especializado en Inglaterra como Mecánico Naval, fue nombrado segundo maquinista de esta ruina flotante. Su probada experiencia técnica en reflotar naves fluviales deterioradas, pesó en el comando naval para encargarle el gran desafío de ponerlo operativo.

Con amor patrio, proactividad, capacidad técnica y trabajo esforzado, junto a Thomas Colpuhoun, los terceros maquinistas Manuel Hidalgo, Toribio Villalobos, Alcibíades Maldonado, el cuarto maquinista Tomás Bonar, el ayudante de máquina Manuel Salas y el calderero José Zavaleta (Vargas, 1980), lograron poner las calderas en condiciones de navegar, aunque solo alcanzaba una velocidad máxima de 3.5 nudos por hora (5.5 km/h), lentísimo.

Declarada la Guerra con Chile, el presidente Prado ordenó que ambos monitores zarparan para defender el sur. El 3 de agosto de 1879, el Atahualpa se averió definitivamente al fundirse sus calderas apenas iniciado el viaje, frente a la isla de San Lorenzo. El Manco Cápac, remolcado por El Oroya y escoltado por el Talismán, llegó a Arica como una fortaleza flotante. Sus cañones defendieron el norte de la bahía.

El 28 de febrero de 1880, fue atacado por el Huáscar (ya en poder de Chile) y el 6 de junio por el Cochrane. Dentro del «ataúd», Alayza trabajó incansablemente para mantener las calderas operativas, lo que permitió al monitor defenderse y averiar a las naves chilenas. El 7 de junio de 1880, el monitor fue hundido. Alayza, apresado, murió en cautiverio en Chile.

¿Y Prado? En el Perú, la corrupción no se castiga. (El Expediente Prado).

Maqueta en el Museo Naval.

Análisis & Opinión