POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
Consuelo María Estefanía Paernio Chipoco nació en la ciudad de Moquegua el 25 de setiembre en 1909. Fue hija del genovés Publio Paernio Pontiggia y de Angélica Chipoco Torres de antiguas e ilustres familias torateñas. Su tío Manuel A. Chipoco del Alcázar fue socio de la compañía minera Cosmopolita, integrado por tres socios más eran propietarios de Quellaveco en 1915. Por el lado materno fue prima de Hilda Palmira Chipoco Lebrun, poetisa y reconocida compositora musical con estudios en España.
Publio Paernio era ingeniero agrónomo. En Moquegua tuvo registrado un denuncio minero en Sipinguillani, pago de Coscore; fue jefe de la estación vitícola y enológica en 1908. Publicó un informe técnico completo sobre los olivos, su cultivo y enfermedades, estudio que lo llevó a afirmar que la aceituna ileña es una de las más hermosas por su volumen; señaló que era tan antiguo su cultivo que encontró troncos de olivos con más de seis metros de circunferencia; indicaba que los terrenos de las lomas y del valle de Ilo, por su clima suave, marino y lluvioso, son apropiados para el cultivo del olivo, recomendación a tener siempre presente; hizo otro estudio sobre la filoxera que asolaba el valle de Moquegua. Con su familia pasó a residir en Lima y posteriormente fue designado cónsul del Perú en Roma.
A sus dieciocho años Consuelo Paernio fue presentada en enero de 1927 por la afamada revista «Mundial» como candidata a reina del carnaval de Lima, joven «en cuya belleza, espiritualidad y gracia debe verse a una incomparable postulante al trono». Revista que dirigía el desatacado periodista A. A. Aramburú Salinas, en cuyas páginas lucían su pluma José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, entre otros reconocidos intelectuales.
La revista se rindió a sus encantos. Dice que «ella, encarnación sutil de toda gracia, será seguramente la reina de nuestras tres veces coronada ciudad».
María Isabel Sánchez-Concha, más conocida por el seudónimo Belsarima, le hace una entrevista y Consuelo da a conocer que la belleza no era el único de sus agraciados dones, tenía una marcada afición por el bel canto. Había actuado en el teatro de Lima y en el Callao, con espontánea ingenuidad confiesa que en sus presentaciones ha gozado oyéndose aplaudida. «Cuando pasen las fiestas –señala– voy a pedir a Dios que me mande a estudiar a Europa; después deseo regresar a Moquegua. Allí nací y tengo muchos recuerdos». Con transida pena recuerda a su hermanita dos años menor fallecida en Moquegua, agrega –cantaba mejor que yo.
«Mundial» le dedicó siete números consecutivos, desde la primera semana de febrero hasta marzo. No vacila en dedicarle número tras número, una página tras otra, y presentarla «ungida con todos los atributos de la realeza, a la señorita Consuelo Paernio sobre cuya frente preciosa e inmaculada se colocará pronto la corona de Lima y ante cuya belleza seductora se rendirán en entusiasmados los miles de vasallos de su grey».
Elegida reina de Lima, Consuelo I presidió las aristocráticas carnestolendas limeñas. En el desfile de carros alegóricos el suyo fue el principal atractivo que partiendo de la Alameda de los Descalzos «recorría triunfalmente las calles de Lima en un carro de oro, rodeada de estrellas, llevando sobre su frente un haz de rayos de sol», como describía con entusiasmo la prensa capitalina. Paseo acompañado de un baño de serpentinas, confeti, el infaltable «amor de colombina» el más afamado lanzador de perfume de éter, en medio del glamour que lucían las tiendas comerciales.
En 64 versos Mundial publica un elogioso Homenaje lírico a Consuelo I del vate Carlos Espinosa. «Pasó tu cortejo, /tu cortejo que evoca una época antigua y lejana/… ¿Qué reina eres tú?/que el fastuoso Egipto trajo al Perú?/… Lima te proclama su reina más bella/llena de ilusión/desde que en tus ojos hay fulgor de estrella/y emoción de ensueños en tu corazón».
