POR: CESAR CARO JIMÉNEZ
Si bien es cierto que la economía china tiene una serie de debilidades que representan un peligro para su evolución económica, como el incremento del desempleo y el subempleo, la contaminación ambiental, la desigualdad territorial, el envejecimiento poblacional y la fragilidad de su sector financiero por el monto de créditos vencidos y no recuperados que poseen los bancos, también es verdad que sus fortalezas —producto de una balanza de pagos favorable, reservas sustanciales, una economía centralizada y un férreo control político por parte del Partido Comunista Chino— permiten prever que en los próximos 100 años su crecimiento continuará, aunque con menores tasas anuales.
En un reciente discurso, un alto dirigente chino descartó un cambio al estilo occidental y alabó al partido único y la centralización del poder. Con una organización planificada de tradición imperial, se pueden permitir decisiones que orienten el consumo e incentiven industrias convenientes para el desarrollo.
Imaginemos que el gobierno central decida que todo chino debe comprar un nuevo par de zapatos o un pañuelo para el uniforme escolar de los niños, y casi por arte de magia aparece una enorme demanda que hace surgir la correspondiente industria. Así crece su economía.
Por otra parte, no debemos olvidar que el país en su conjunto es dirigido —y piensan seguir haciéndolo— por el Partido Comunista, el cual conserva líneas básicas del pensamiento maoísta y marxista, entre las cuales cabe señalar que consideran básica la acumulación de capital.
Y capital no solo es papel moneda, del cual desconfían sobremanera, especialmente en cuanto al dólar de EE.UU. El argumento corriente es que los Estados Unidos parasitan sobre la economía mundial entregando dólares con valor futuro incierto a cambio de bienes y servicios.
Por eso prefieren, antes que una moneda sin respaldo real, al euro, pero sobre todo a las materias primas, las cuales seguirán comprando tanto para desarrollar su infraestructura como porque, desde un punto de vista económico, son más confiables.
Sin embargo, al respecto de esto último, acá cabe transcribir lo que escribe sobre la declinación del dólar y su falta de respaldo real el economista de izquierda Jorge Beinstein: “Pero la pregunta clave es por qué japoneses, europeos, chinos, sudcoreanos y otros aceptan esa estafa. Mi respuesta es que tal ‘estafa’ no existe y que en realidad el gigante enfermo viene siendo engordado por esos países porque es su cliente decisivo. Sin él, sin su consumo, sin su espacio de negocios, la crisis de sobreproducción crónica que sufre desde hace más de tres décadas el capitalismo mundial se convertiría en un derrumbe imparable.
Un tercio de las exportaciones chinas van hacia los Estados Unidos y otro tanto a países asiáticos cuya capacidad de pago depende estrechamente de sus exportaciones a la superpotencia. Los otros países industriales o emergentes de Asia, como por ejemplo Japón o Corea del Sur, tienen una dependencia similar.
La Unión Europea, en especial sus países líderes, presentan una interpenetración industrial, comercial y financiera con el Imperio de tal magnitud que su destino está absolutamente ligado al mismo”.
Drucker observa que, por primera vez en la historia financiera, un deudor importante adeuda toda su deuda exterior en su propia moneda, lo que explica la política económica y arancelaria de Trump.