Por: Mauricio Aguirre Corvalán
Todavía no sabemos quién ganará esta elección, pero a riesgo de haberme equivocado cuando esta columna sea publicada, lo más probable es que Pedro Castillo sea el próximo presidente del Perú. Pero más allá de quien finalmente sea el vencedor, a partir del 28 de julio cualquiera de los dos deberá gobernar teniendo claro que la gran mayoría de los votos que lo llevaron a Palacio de Gobierno son sólo prestados.
Por eso se va a necesitar, si o si por un tema de supervivencia, que el nuevo gobierno esté dispuesto a tener una mirada concertadora en todas las políticas que decida implementar. Sobre todo para enfrentar la urgencia de la crisis económica, sanitaria y educativa.
Es que el resultado de la elección no es el de un país dividido en dos como muchos aseguran, sino un solo país donde se conjugan diferentes necesidades, reclamos y angustias y que el nuevo presidente o presidenta deberá tener la sapiencia suficiente para poder encausarlas en una sola dirección.
Pero las concertaciones y los acuerdos tienen sus bemoles. Cuando uno está dispuesto a concertar, también tiene que estar dispuesto a ceder. Y es ahí donde empiezan los problemas. La gran pregunta es ¿qué tan dispuesto estará el nuevo presidente o presidenta a ceder para llegar a acuerdos que permitan consensos mínimos para la gobernabilidad?
Difícil saberlo, pero es lo que toca. Por ejemplo, Fujimori deberá estar dispuesta a introducir modificaciones en el modelo económico, incluso si eso implica reformas constitucionales, mientras que Castillo deberá estar dispuesto a ceder en su pretensión de cambiar la constitución si no logra la mayoría que necesita para hacerlo, sea en el Congreso o a través de un referéndum.
Construir una agenda de consenso será vital. Y en ese camino hay actores que muchos dirán son secundarios, pero que en esta situación tienen la obligación de convertirse en protagonistas estelares. Me refiero al resto de partidos políticos, sobre todo los que tendrán representación en el Congreso. Los últimos cinco años nos han demostrado que eso es mucho pedir, pero ahora están obligados a que la esperanza no sea lo último que se pierda.
El otro factor fundamental en este escenario es la gente. Nosotros los ciudadanos comunes y corrientes que hemos votado, y que ahora pediremos cuentas y estaremos a la expectativa. En una elección que tan polarizada en un país con tantas prisas, ¿qué tanto vamos a estar dispuestos a ceder en nuestras urgencias?
Y es que tanto Pedro Castillo como Keiko Fujimori han ofrecido mucho durante la campaña, y sea quien sea el ganador, ya sentado en el sillón presidencial no le será tan fácil cumplir lo prometido, como cuando se ofrecía de todo en la plaza pública. Sobre todo en el caso de Pedro Castillo, quien durante toda la elección aseguró a sus votantes que todas sus decisiones serán consultadas con el “pueblo” y sólo se harán las cosas con las que el “pueblo” esté de acuerdo. Una ecuación casi imposible de cumplir cuando se gobierna un país.
Como dije al iniciar esta columna, lo más probable es que Pedro Castillo gane la elección. Si esto se confirma, el lápiz tendrá la inmensa responsabilidad de escribir la historia del Perú de los próximos años. Tendrá que buscar consensos si no quiere que no se le rompa la punta.