POR: JULIO FAILOC RIVAS
Los sucesos luctuosos ocurridos en el Congreso -en torno a la vacancia presidencial- más que un circo parece un cuento que puede ser contado de varias formas, dependiendo del cristal con que se mire.
Si alguien se hubiera tomado la molestia de escuchar a la mayoría de los congresistas, no hubiera puesto en duda la vacancia presidencial. Es decir, si el discurso determinara la posición de los congresistas hace rato que el presidente hubiera preparado maletas para abandonar palacio de gobierno.
Pero no, los resultados de la votación a la moción de la vacancia fueron diametralmente opuestos al discurso de la mayoría: 78 votos a favor, 32 en contra y 15 ni chicha ni limonada. Sin embargo, la sorpresa de la noche la dieron los pescaditos, quienes en su mayoría cuestionaron la intentona de vacancia, pero al final, los 15 congresistas del FREPAP votaron a favor de la vacancia.
Previsible resultado, que pone al descubierto una vez más el alto nivel de mediocridad de la mayoría de parlamentarios, pero también pone en evidencia una falta de sentido común y una total incapacidad para percibir lo que quiere y siente la población. Creyeron que, dictando normas de corte populista, de muy corto plazo, sería suficiente para ganar las calles y aislar al presidente, y junto con ello, alejar a la población de sus aspiraciones de erradicar la corrupción y de contar con mejores leyes para mejorar la representación política, tan cuestionada y venida a menos.
No les funcionó la intentona de vacancia porque lo hicieron tan mal, como para que no prosperara e hiciera retroceder a la mayoría de parlamentarios que un día antes que se presentara la moción estaban de acuerdo. Como lo escribí en mi artículo de la semana pasada “Vacancia a la deriva”, la vacancia nació muerta mucho antes que lo intentara el Congreso, por la coyuntura de la pandemia (razón por la cual la población rechaza la vacancia), por el mensajero acusado de corrupción y por la torpeza del presidente del congreso de haber tocado las puertas de los generales.
Estoy seguro que la rabia desplegada en el Congreso en contra de presidente y a favor de la vacancia es lo que realmente siente la mayoría de congresistas, pero que, intentarlo, les pueda hacer perder soga y cabra, ya que más de uno, por no decir todos, aspiran ser alcaldes provinciales o regionales, y que, de producirse la vacancia en esta coyuntura, no salen elegidos ni presidentes de una APAFA. Ni hablar de Urresti y de Acuña que retrocedieron con la intentona de vacancia porque vieron afectadas sus candidaturas a la presidencia. “No es el amor al chancho, sino a los chicharrones”.
Sin embargo, yo creo que hay algo siniestro desde hace mucho tiempo detrás la vacancia presidencial, como la desesperación por liquidar SUNEDU, la necesidad de tirarse abajo las investigaciones de Odebrecht, la elección del Tribunal Constitucional y los intereses subalternos de los dueños de las franquicias de los partidos para bloquear las reformas políticas e insistir en la reelección de los parlamentarios. Estos son realmente los móviles de la intentona de vacancia y que seguirán intentándolo una vez más como ya lo advirtió Cesar Hildebrandt.
De mi parte no descarto una nueva intentona de vacancia, pero mientras dure la pandemia y la crisis económica, lo veo difícil y, por el contrario, lo que sí puedo percibir es una progresiva autodisolución del congreso y de algunas candidaturas presidenciales.