POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS
Leía a Martín Caparrós (“Antes que nada”) y recogí una cita, nada distante a nuestra frágil constitución democrática: “Petrona, la señora santiagueña de mediana edad que venía dos veces por semana a limpiar mi casa, me contó que ella había pensado votar a tal pero después se encontró con una amiga y el portero de su antiguo empleo y la convencieron de que mejor votara a cuál, pero cuando entró al cuarto oscuro vio la boleta de pascual y decidió elegirla. Yo me indigne, callado”.
En menos de treinta días, la presidente Boluarte, debe convocar a elecciones generales 2026, bajo un complejo e impredecible escenario electoral. La acusación constitucional, convertida en instrumento de revanchismo político-sostenidos en la prepotencia de su quórum-, para sacar de carrera electoral a potenciales candidaturas; modificaciones a las leyes electorales, que perforan la objetividad y transparencia de todo proceso; una cédula de votación extensa, confusa e indescifrable; un sistema electoral, sujeto al acoso de quienes tienen el arma de la inmediatez del juicio político; la novedad de elegir a los integrantes del restituido Senado; incremento sustantivo de los ciudadanos electores y masivas propuestas partidarias. Por espacio, veamos estas dos últimas.
Según el Reniec, los votantes habilitados para estas próximas justas “han experimentado un crecimiento significativo”, serán 27´458,725 peruanos listos para votar, en contraste con los 25´287,954 ciudadanos habilitados para el sufragio del 2021, lo que significa un incremento del 8.6%. En palabras simples, 2 millones 200 mil peruanos votarán por primera vez, que serán votos decisorios en medio de la atomización de las organizaciones políticas; en el 2021 Perú Libre, obtuvo la más alta votación con 2´724,752 votos válidos equivalente al 18.92% y la segunda más alta votación la logró Fuerza Popular con 1´930,762 votos válidos lo que representaba el 13.40%, aun con esa exigua votación ingresaron a la segunda vuelta.
Un panorama engorroso nos propone la numerosa participación de las organizaciones políticas, lo que nunca antes había ocurrido y por irresponsabilidad del actual Congreso, aunque analizándolo en frio nos parece una interesada acción para subliminalmente mantener el estado de cosas, pues podríamos tener más de 70 partidos políticos en la carrera electoral, si es que no prospera alianza política alguna, más de 40 agrupaciones tiene inscripción vigente y 32 están a la espera de su inscripción. Y bajo este contexto, como lo expreso el presidente del JNE, Roberto Burneo, la cantidad de candidatos para los puestos de elección popular para el 2026 será superior a 10 mil.
No olvidemos que cada fórmula electoral deberá presentar candidaturas como planchas presidenciales, a la Cámara de Senadores, Cámara de Diputados y Parlamento Andino; y de no hacerlo, es decir no participar, pierden su inscripción, por ello la desesperación de acudir a una modificación electoral para facilitar las alianzas electorales, ampliando la fecha para su registro que vence el 12 de mayo, modificar los porcentajes de la valla exigida o exceptuar por única vez su no cancelación del registro respectivo.
Las leyes electorales incidían en hacer de las elecciones procesos ponderados y equitativos, ordenando, limitado y transparentando el financiamiento público y privado, lo que ha sido corregido para facilitar la incidencia publicitaria de aquellas agrupaciones que tienen más recursos en desmedro de aquellas que no lo tienen, el triunfo del marketing político sobre los programas políticos; lo que cobra sentido, pues aun teniendo un magro resultado superaran la valla electoral y sólo entre los que la superen se “redistribuirá su representación parlamentaria”, haciéndola mucho más numerosa sino veamos el caso de Fuerza Popular en el 2016, que habiendo obtenido el 36.34% solo le correspondían 47 congresistas pero obtuvo 73 ¿qué pasó? ¿por qué se convirtió en 56%? al superar solo 6 de las 11 organizaciones políticas la valla electoral, los escaños se distribuyeron sólo entre los que lograron ese objetivo; apegado a ello la cifra repartidora y el voto por circunscripción que recoge nuestro modelo electoral.
Nuestra democracia está al límite, se requiere de un voto razonado y comprometido, bajo estas circunstancias, la tarea no solo corresponde a las instituciones que están entrampadas consigo mismas, sino y especialmente a nosotros los ciudadanos nos corresponde elegir y bien, y esa es una ardua tarea que debemos asumir desde ahora, para que la selección recaiga sobre los mejores y sobre ellos elijamos con solvencia, es la soberanía de nuestro voto, nosotros decidimos.