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14 mayo, 2025 1:46 pm

Chiclayo y su magia especial

El ejemplo triunfador es ser líder motivador de la comunidad, estar integrado a la gente y procurar alcanzar metas que beneficien no sólo sus necesidades físicas, sino también espirituales.

POR: NOLBERTO ARATA HURTADO

Chiclayo, capital del departamento de Lambayeque, parece tener energías especiales para algunos norteamericanos a los que da poderes especiales para alcanzar metas increíbles.

Conocí Chiclayo hace unos 30 años y noté algo que no se ajustaba a mis paisajes que, como moqueguano y residente en Lima, estaba acostumbrado a siempre ver cerros. Chiclayo sólo tenía uno, que estaba erizado de antenas. En el mercado había abundancia de puestos de venta del chinguirito, el famoso cebiche del pez guitarra. Atrajo mi atención los muchos puestos que vendían dulces y pasteles, era un paraíso para los golosos. Me sorprendió que, a pesar de estar rodeado de arrozales, en el ambiente no hubiera muchos zancudos. La razón era que en ellos crecían los “lifes”, que son pequeños bagres que devoran las larvas.

En su culinaria, la “tortilla de raya” es un plato emblemático. Otros eran el frito, la carne seca que se acompaña con distintas menestras, o el chirimpico, que equivale a una fritanga de las vísceras del cabrito, o la causa, con preparación y presentación muy distinta a la conocida causa a la limeña.

En Chiclayo siempre encontrabas personas muy sociables y comunicativas, que te facilitaban integrarte en los usos y costumbres de su comunidad.

Se preguntarán: ¿y dónde está la magia para los norteamericanos? Es que, en la mayoría de los casos, ellos son personas muy individualizadas y poco integradas, distintos a los nuestros, que hacen grupos para distintos fines o propósitos con espíritu solidario o simplemente amical.

En la década de los años 60 del pasado siglo, y casi por dos años, también vivió en Chiclayo y en el norte del Perú el norteamericano Bill Clinton, que vino integrando los grupos de la Alianza para el Progreso, que en esos años USA enviaba a estudiantes universitarios a integrarse en las comunidades peruanas. Y aquí, de seguro, aprendió o experimentó la capacidad integradora y organizativa que, junto con su personalidad de líder, le valió para amalgamar en su entorno tantas gentes y programas que lo llevaron a ocupar la presidencia de su país.

La revista Caretas, en una oportunidad, publicó un reportaje a Hilary, la que comentaba su afición a comer diariamente ají limo, que le servía para renovar las energías necesarias para enfrentar los muchos desafíos a los que se enfrentaba y que Bill lo había aprendido durante su estadía en el Perú.

Ahora tenemos el caso de Robert Prevost, también norteamericano, residente en nuestro Perú —mayormente en Chiclayo— y que hasta adoptó la nacionalidad peruana. Y ahora es el Papa León XIV.

Las publicaciones que están haciendo de su vida transcurrida en Chiclayo denotan su capacidad para ser parte de las comunidades, organizar las diversas actividades en beneficio de todos, ser frontal en sus acciones, nunca perder la alegría ni su capacidad integradora y de liderazgo que lo llevó a ser la máxima autoridad de la congregación de los agustinos y luego ser mano derecha del Papa Francisco.

Ello se logra cuando te integras con la gente, con su entorno, ves su capacidad para salir adelante ante las dificultades o carencias y sabes recibir la información y la procesas con sabiduría.

El ejemplo triunfador es ser líder motivador de la comunidad, estar integrado a la gente y procurar alcanzar metas que los beneficien en la satisfacción no sólo de sus necesidades físicas, sino también espirituales, que aspiren a triunfos personales, muchas veces dentro de las limitaciones que los rodean.

Creo que, para sus logros, lo aprendieron en nuestra tierra. Primero Bill Clinton, que llegó a ser presidente de USA, y ahora “nuestro” Papa León XIV.

Análisis & Opinión