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4 agosto, 2025 8:10 pm

Caviarización de la política

Hace buen tiempo venimos reclamando la necesidad de una profunda reforma de nuestro sistema de partidos, con caciques naturales en un caso o vientres de alquiler en otros, que muestran nuestras formas políticas.

POR: VICENTE ZEBALLOS SALINAS

Un grupo de docentes de distintas universidades fuimos convocados a un diálogo sobre la situación de nuestro país, bajo el contexto de Fiestas Patrias y la necesidad de una reflexión. El evento, muy sugestivo, se denominó “La academia frente a la crisis política”, como un legítimo reclamo a su rol consustancial; sin embargo, provoca implicar también a los colegios profesionales, los sindicatos, los movimientos o frentes regionales, todos sin distingo comprometidos en un silencio complaciente, renunciando al protagonismo que por responsabilidad —no necesariamente liderar— debiera orientar a la comunidad ante el desconcierto y la agresiva desafectación democrática en la que estamos sumidos.

El legendario Noam Chomsky escribía: “Hay ciertamente una especie de consentimiento entre los intelectuales que ya han alcanzado el poder y la prosperidad, o que sienten que los alcanzarán aceptando la sociedad tal como es y promoviendo los valores que están siendo honrados en esta sociedad”, reclamándoles su responsabilidad de mostrar los engaños de los gobiernos, de analizar los actos en función de sus causas, de sus motivos y de las intenciones subyacentes.

En esa misma perspectiva, encontramos al periodista mexicano Jorge Ramos: La neutralidad solo ayuda al opresor, nunca a la víctima; la única manera de vivir honestamente es dejando de ser neutral y enfrentando a los poderosos, el silencio es el peor pecado. “Si un elefante tiene su pata en la cola de un ratón y tú dices que eres neutral, el ratón no va a apreciar tu neutralidad.”

Hace muchos años, un intelectual norteamericano proponía, sin rubor alguno, que los Estados Unidos compren todos los excedentes de trigo canadiense y australiano para provocar el hambre en China, lo que sería un arma que apuntara contra el gobierno comunista. Y por nuestros lares, el inefable Rafael López Aliaga se pronunciaba, antes que Pedro Castillo asumiera el Gobierno, reclamando al presidente del BCR que debió dejar que el tipo de cambio “flote desde hace un mes y que llegue pues a 5 soles, 6 soles para que la gente más pobre sienta lo que va a vivir ahora a futuro”.

Ambos comentarios vinieron de un sector supuestamente pensante y razonado, pero no eran más que la miseria intelectual en su expresión más genuina. Y entre la ironía y la risa, se redujeron a un comentario político más, sin encontrar posiciones contestatarias críticas que desnuden las mezquindades y bajezas de ciertos liderazgos políticos. El silencio, una vez más, fue estúpido. Este personaje, hoy convertido en alcalde de la ciudad más importante de nuestro país, está próximo a postular a la presidencia, bajo una nefasta gestión y, de seguro, recabará importante votación.

El término caviar, muy propio del adjetivo político, se apropió de nuestro escenario político; ya es parte de nuestro folclore político. Se apela a él con agilidad y frescura para denostar al contrincante, reducirlo, excluirlo, anularlo y, algunas veces, indulgente, reconociendo capacidad pero descalificando argumento. Y si bien hay un importante número de pensantes que no se dan por aludidos ni en lo más mínimo —más bien los envalentona—, lo que se reconoce como gesto de responsabilidad y dignidad, otros sectores, y lamentablemente mayoritarios, renuncian a colocarse en el espacio público que pudiera machacar su “autoestima y su honra pública”, escondiendo su verdadera intención. Como lo observa puntualmente Chomsky: la del acomodo, construyéndose oportunidades y relegando desencuentros. Poco importa el compromiso, la decencia, la honestidad y, fundamentalmente, una posición prudente y necesaria de ciudadanía.

Alegar que no se asume protagonismo político para que no se los confunda con la corrupción —tan propio de los espacios públicos—, o que se prefiere estar al margen de las discusiones sobre materias públicas porque esos son temas de los políticos, o que prefieren ser neutrales para no asumir el cliché de alguna posición política, es la respuesta impropia de un hombre de bien. Más aún cuando se tiene la capacidad, formación y conocimiento para orientar, impulsar, convocar, liderar procesos de cambio, rebatir las decisiones erróneas, sugerir propuestas innovadoras que redundarán en beneficio de la comunidad.

¿Cada vez más se acortan los plazos electorales? A la vuelta de la esquina estaremos con elecciones generales, ¿elegiremos a los de siempre? ¿Más de lo mismo? ¿Otra vez elegiremos mal? No, la culpa no es de los electores, es el sistema electoral construido, moldeado al criterio de quienes no quieren de ninguna manera que se altere el statu quo. Bicameralidad, reelección, voto preferencial, eliminación de las elecciones primarias abiertas, obligatorias, y tanto más, fueron aprobadas por un Congreso con nula legitimidad, a espaldas de los ciudadanos, encarrilando de la mejor manera posible sus propios intereses.

Hace buen tiempo venimos reclamando la necesidad de una profunda reforma de nuestro sistema de partidos, con caciques naturales en un caso o vientres de alquiler en otros, que muestran nuestras formas políticas. Y si nuestras perspectivas de cambio no tienen eco por allí, es pues oportunidad de alentar a liderazgos jóvenes, capaces, honestos, sensibles, que nos permitan avizorar en un futuro inmediato una verdadera voluntad de cambio, la misma que descansa en nosotros mismos. No tengamos temor alguno: caviares, a mucha honra.

Pero un espacio que no podemos soslayar es el corporativo, el gremial. La crónica autoexclusión es significativa, deja a gran parte de la comunidad al albedrío de los cazaingenuos, pudiendo asumir, con criterio y dentro de la representación institucional que tienen, una mayor ascendencia y cobertura. Nuestra crisis democrática reclama una participación conjunta e inclusiva. Todos contamos. Vayamos al encuentro de nuestro futuro, con esperanza y compromiso.

Análisis & Opinión