Por: Enrique Rivera Salas
Previamente debemos decir que cada tercer domingo de junio se celebra el Día del Padre. Te sugerimos que, en este día especial, le regales un beso y un abrazo. Siempre respétalo, ámalo, cuídalo y agradécele por todo lo que ha hecho por ti; no esperes que se vaya de tu lado para reconocer sus méritos. Hazlo ahora, si puedes.
La Carta de un Hijo a su Padre dice textualmente lo siguiente:
“Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, ya que seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.
No me digas que haga una cosa y tú no la haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no lo hagas.
Enséñame a amar y conocer a Dios. No importa si en el colegio me quieren enseñar, porque de nada vale si yo veo que tú no conoces ni amas a Dios.
Cuando te cuente un problema mío, no me digas: ‘No tengo tiempo para boberías’ o ‘Eso no tiene importancia’. Trata de comprenderme y ayúdame.
Quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario.
No me des todo lo que te pido. A veces solo te pido para ver hasta cuánto puedo coger.
No me grites. Te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenar, a veces me pidieras las cosas, yo lo haría y con más gusto.
Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo. Pero también, si es un castigo.
No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir; y si me haces lucir peor que los demás, seré yo quien sufra.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa decisión.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.
Cuando yo haga algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.
Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti, y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.
Y recuerda siempre: ‘Si deseas que sea feliz y logre ser un triunfador, trátame con cariño y comprensión’”.
Quiero agregar ciertos valores que muchas familias necesitan para ser felices. Estos son: la amistad, el amor, el altruismo, la comprensión, la confianza, la cordialidad, el diálogo, la dignidad, la disciplina, el esfuerzo, la generosidad, la gratitud, la honestidad, el respeto, la humildad, la justicia, la paz, la responsabilidad, la sencillez, la solidaridad y la tolerancia.
Si usted, amigo, tiene por lo menos el 50 % de estos valores, lo felicito.