POR: VÍCTOR CASANOVA VÉLEZ
A las 8 a. m. del 21 de enero 1823, el ejército realista, al mando del general Canterac, organizado en dos divisiones, la de Valdés por su izquierda, escondida para la sorpresa, y la división Monet frente al Ejército Patriota Unido del general Alvarado, presentó batalla. La formación patriota, tenía la artillería en su flanco izquierdo por el actual Cementerio General; el centro formado donde en el presente es el Centro Poblado Chen Chen, protegido por el barranco de la Quebrada del Cementerio; su flanco derecho se apoyó en un cerro desguarnecido.
Valdez, por caminos ocultos, marchó a posicionarse del cerro sin defensa y sorprender a los independentistas; Monet avanzó de frente, en columnas, atrayendo la atención enemiga, para favorecer a Valdez.
Iniciada la batalla, los independentistas atacaron a las fuerzas del frente, causando bajas. Valdez logró ocupar el cerro objetivo y sorprendió el flanco derecho patriota. Con esa ventaja, Canterac ordenó avance del centro, mientras que la caballería realista cargó y logró apoderarse de la artillería patriota.
Con la sorpresa de Valdez y el avance mortífero de Monet, a la una de la tarde, el Ejército Unido se dispersó desordenadamente del campo. Las rencillas entre jefes, baja moral y desacertadas disposiciones del general, produjeron esta derrota; el ejército unido patriota tuvo 700 soldados muertos y más de 1000 prisioneros.
Los Granaderos a Caballo de San Martín, al mando de Juan Lavalle, cubrió la retirada, frenando la caballería realista dirigida por Francisco Solé, y evitó el degüello de los dispersos a costa que la mayoría de Granaderos murió sableado en diferentes lugares del actual Chen Chen, San Antonio, Montalvo y camino de La Rinconada. Los jefes realistas expresaron su respeto por su sacrificio.
En Tradiciones Peruanas, Una frase salvadora, Ricardo Palma narra este episodio final
“En Moquegua, una exclamación de un humilde soldado, proferidas en un momento supremo, salvó los restos del ejército unido patriota en desordenada retirada hacia Ilo. Mil quinientos dispersos de Alvarado, perseguidos de cerca por el formidable ejército realista, desesperaban por huir hacia Ilo, donde salvarían. Doscientos veinte Granaderos a Caballo, mandados por Juan Lavalle…se encargaron de proteger una retirada desordenada, un sálvese el que pueda; siempre que veía a los infantes próximos a ser envueltos por el enemigo, se lanzaba con sus granaderos, sable en mano, sobre las columnas realistas, dando así lugar a los patriotas para adelantar camino. Y de estas cargas dio cuatro, saliendo de cada una con veinte o treinta hombres menos; sin embargo, los infantes se alejaban siquiera una milla de sus perseguidores.
Después de la cuarta arremetida, Lavalle contó su gente. ¡Ciento quince hombres! Los demás habían sucumbido heroicamente…los realistas, redoblando sus esfuerzos, lograron colocarse a pocas cuadras de la infantería patriota. Todo parecía perdido. Lavalle vacilaba para una nueva acometida, un seguro sacrificio de su vida y los pocos valientes que lo acompañaban.
Fue, en ese momento de suprema angustia, cuando un granadero, llamado Serafín Melvares, exclamó: – – – ¡Un Necochea aquí!
Lavalle oyó la exclamación de aquel bravo; acaso la consideró un reproche que dudaba de su arrojo, y contestó exaltado:
¡Lo mismo sabe morir un Lavalle que un Necochea¡¡A la carga, granaderos!
Y fue tan audaz e impetuosa la embestida, que, contuvieron la carga española. De haber sido más granaderos, los triunfos realistas de Torata y Moquegua se habrían convertido en derrota. Después de esta quinta carga, el ejército español cesó en la persecución de los patriotas. Cuando Lavalle contó su tropa, sólo ochenta y tres de sus granaderos lo acompañaban. En aquella carga desesperada y memorable perecieron treinta y dos, más. El soldado Serafín Melvares era uno de los muertos. ¡Gloria a su nombre! Una exclamación suya, tres palabras, salvaron los restos de un ejército.”
Entre Lavalle y Necochea existió siempre una competencia de emular acciones valerosas.
El general español Andrés García Camba escribe: “A favor de una ventaja que ofrecía el terreno los bizarros Granaderos de los Andes cargaron a los cazadores montados y resistidos y rechazados por estos fueron la mayor parte de aquellos acuchillados y rendidos, acabando casi así el regimiento más justamente afamado que hasta entonces habían tenido los independientes”. El Historiador español Mariano Torrente dice: “Aquí dejó de existir el famoso regimiento de los andes que formaba el principal nervio de la caballería enemiga, y que se había hecho respetar en Chile, Perú y Quito por su buena disciplina y su extraordinario valor “.
Moquegua es tumba de 137 granaderos formados por San Martín. Hoy este ilustre cuerpo es la Escolta de los presidentes de Argentina.