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Basilio Auqui y la contribución de Cangallo en la gesta de la independencia

Los Morochucos triunfaron en Chuschi el 18 de enero de 1822. Pero poco tiempo después empezaron a manifestarse contradicciones internas, que derivaron en traición al revelarse a Carratalá el paradero de los principales jefes.

ESCRIBE: LUIS GUZMÁN PALOMINO   

José Luis Igue Tamaki, en su tesis de licenciatura en Historia (“Bandolerismo, patriotismo y etnicidad poscolonial: los Morochucos de Cangallo, Ayacucho, en las guerras de Independencia: 1814-1824”, PUCP, Lima, 2011), es a la fecha quien con mayor detalle y erudición ha tratado el tema, cotejando numerosos documentos ubicadas en archivos y bibliotecas, incluso algunos escritos en quechua, además de información de la prensa coetánea. Pone de relieve la actuación patriótica de los Morochucos desde la revolución de 1814 hasta el final de la guerra separatista en 1824; menciona a varios jefes guerrilleros y documenta sus acciones de lo que denomina guerra de guerrillas, señalando la batalla de Chupasconga como “el inicio de una dinámica de retroalimentación entre las acciones guerrilleras y las represalias del ejército realista”.

En Chupasconga se combatió en diciembre de 1820 y a ello siguió una represión ordenada por el jefe realista Ricafort, quien “quebrantando el derecho sagrado de gentes, mandó pasar por las armas a los 40 prisioneros indefensos” (“Memorias, Diarios y Crónicas”, CDIP, Lima, 1971, 2, 483). Pese a tan grave pérdida, los Morochucos no cejaron en la lucha. En marzo de 1821 el virrey La Serna informaba que “el partido de Vilcashuamán, escarmentado por el brigadier Ricafort en la acción de Chupasconga, ha vuelto a insurreccionarse, y desde Huamanga sale otra expedición a tranquilizarlo” (Cita de Igue Tamaki). Para entonces, los realistas habían quemado la hacienda La Colpa, porque su dueño, Gregorio Cáceres, apoyaba a los independentistas. La “Gaceta del Gobierno de Lima Independiente” anunció que los Morochucos cercaban Huamanga, en tanto que los realistas informaban que “los disidentes de la Pampa”, ocupaban obrajes y haciendas, actuando en toda la región circunvecina.

El 15 de agosto se libró un combate en Quicamachay, con resultado adverso para los patriotas. Pero el 10 de octubre, éstos obtuvieron una contundente victoria en Anco, al norte de Huamanga, con muerte de 150 realistas. (Germán Leguía y Martínez, “Historia de la Emancipación del Perú: El Protectorado”, CDIP, Lima, 1972, V, 563-564). Basilio Auqui estuvo presente en esas acciones, según la tradición oral recogida por Aníbal Maúrtua (“Un héroe Morochuco olvidado”. En: Tomás Lama, “Páginas históricas: colección de artículos sobre la batalla de Ayacucho”, Lima, 1901, citado por Igue Tamaki).

Según Maúrtua, “en noviembre de 1821 los Morochucos, dirigidos por Basilio Auqui, infligieron una derrota a un escuadrón de caballería realista de unos 400 ó 500 jinetes en la estancia de Seccha”. Esta fue la famosa batalla de Secchapampa, altiva respuesta de los Morochucos a la amenaza lanzada por el brigadier Carratalá, jefe realista establecido en Ayacucho: “Habitantes del partido de Cangallo: ¿Es posible que aún continuéis obcecados y criminales al lado de los rebeldes? … He venido con una fuerza irresistible sobre esta provincia… El vecino que al paso de mis tropas se presente pacífico… será sagradamente respetado en su persona y propiedades… Pero el que solo a esta manifestación se aleje de su pueblo y siga a los malvados sufrirá todos los rigores de la guerra y de la ley” (Manuel de Odriozola, “Documentos Históricos del Perú”, Lima, 1873, IV, 367-368).

Luego del combate de Secchapampa, Carratalá movió su fuerza a Cangallo, soportando en el tránsito hostilidad constante. En uno de esos encuentros capturó al jefe guerrillero Velazco, ejecutándolo con un cartel en la espalda que decía: “Ha sido fusilado este desgraciado por traidor, asesino y ladrón, y por no haberse acogido a la clemencia que manifiesta la proclama del coronel Carratalá” (Documento publicado por Leguía y Martínez, V, 568-569).

La política del terror fue impuesta y Cangallo fue arrasado hasta sus cimientos el 18 de diciembre de 1821. Desde Putica, Carratalá anunció sin ambages: “Queda reducido a cenizas y borrado para siempre del catálogo de los pueblos el criminalísimo Cangallo, cuyos habitantes continuando en su perfidia se han negado con su fuga y sus excesos a la fraternidad con que mis tropas han mirado a los demás del partido. En terreno tan proscripto, nadie podrá reedificar y se transmitirá la cabeza de la subdelegación a otro pueblo más digno. Mayores castigos dictará aun el brazo invencible de la justicia para que no quede memoria de un pueblo tan malvado, que solo puede llamarse nido de ladrones, asesinos, y toda clase de delincuentes. Sirva de escarmiento a todas las demás poblaciones…”. (Odriozola, citado, IV, 369).

Igue Tamaki aporta un documento inédito que habla de tal destrucción, y también de la previa resistencia de los Morochucos en las riberas de Yanamarca; resistencia que duró varias horas hasta pronunciarse la victoria de los realistas en Pomacocha. Desde allí avistaron Cangallo, determinando su destrucción. El virrey aprobó este castigo y con ese aval surgieron en varias regiones émulos de Carratalá, quien prosiguió la represión en Lucanas y Parinacochas, sin poder doblegar la resistencia: “Cierta partida, compuesta en su mayoría de Coracoras y Morochucos, atrevióse a aguardar y embestir a los invasores en los altos de Parinacochas, a principios de febrero de 1822” (Leguía y Martínez, citado, V, 576-577).

Los Morochucos triunfaron en Chuschi el 18 de enero de 1822. Pero poco tiempo después empezaron a manifestarse contradicciones internas, que derivaron en traición al revelarse a Carratalá el paradero de los principales jefes. Así, cuando Basilio Auqui y sus lugartenientes realizaban faenas campestres, fueron sorpresivamente capturados y conducidos a Huamanga, donde se les ejecutó sin mayor trámite.

El parte de Carratalá dirigido al virrey, fechado el 8 de mayo de 1822, dice escuetamente: “La adjunta relación manifiesta las penas ejecutadas hoy en este cantón en los reos que se expresan. El capitán D. Feliciano Alarcón, logró prender a los Auquis, asesinos inveterados que han capitaneado todos los horrorosos delitos de esta clase que en el país de Cangallo se han perpetrado en nuestros soldados desde el año de 1814”. (Gaceta del Gobierno del Perú. Cuzco, 19 de mayo de 1822).

Ese documento nos conduce a dos importantes conclusiones: 1) que los Auquis fueron los jefes guerrilleros de Cangallo y 2) que lucharon por la causa de la independencia desde 1814.  Lo que se condice en mucho con la versión que guardó la tradición oral. El parte habló de los Auquis, pero sin nombrar a Basilio Auqui, y ello debió ocurrir por alguna de estas dos razones: 1) que los Morochucos no revelaran el nombre de su jefe máximo; o 2) que los españoles lo confundieron, llamándolo Baltazar. En todo caso, fueron ejecutados Baltazar Auqui, Alejo Auqui, Pedro Guaitalla, Pedro Yauta, Juan Portillo, Norberto Conde y Félix Mendoza, jefes guerrilleros y alcaldes Morochucos.

La ejecución de los Auqui no acabó con la lucha guerrillera. Prosiguieron los encuentros, los guerrilleros se apoderaban de los caudales reales, ultimaban a los curas realistas y hostigaban el desplazamiento enemigo. Sufrían duras represiones, pero nada los amilanaba, como lo señaló el subdelegado de Lucanas, en otro documento revelado por Igue Tamaki. Las autoridades realistas de la región buscaron refugio en Nazca, luego de que los guerrilleros establecieran gobiernos independientes, saqueando las haciendas de “los vecinos acomodados”, aboliendo tributos y diezmos, y nombrando comandantes militares y “alcaldes de la patria”.

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