lunes, 24 de noviembre de 2025
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Arequipa: la epidemia que nadie mira

El aumento de casos de VIH en adolescentes revela una crisis profunda: salud mental deteriorada, vacío educativo y una exposición descontrolada a redes sociales que están dejando a los jóvenes sin guía ni protección.

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POR: TERESA PÉREZ TORRES

Arequipa está viviendo una emergencia silenciosa que cada vez se vuelve más evidente: los casos de VIH en adolescentes están aumentando y muchos de los afectados no han terminado ni la secundaria. En los últimos años se han diagnosticado jóvenes desde los 12 años, una realidad que debería estremecer a toda la región y obligarnos a preguntarnos qué está fallando en el entorno que debería protegerlos.

No es casualidad que esta situación estalle al mismo tiempo que la salud mental de nuestros menores atraviesa una de sus peores crisis. El Hospital Regional Honorio Delgado reportó que los casos de bullying, ansiedad, depresión y violencia en niños y adolescentes aumentaron un 50 % en un solo año, pasando de alrededor de 1.000 a más de 1.500 entre 2024 y 2025. Estamos hablando de menores de 11 y 12 años con pensamientos suicidas y emociones completamente desbordadas.

Y en medio de este escenario aparece un elemento que está moldeando silenciosa pero profundamente la vida de nuestras adolescencias: la sobreexposición a las redes sociales. Nunca antes los chicos estuvieron tan expuestos, tan temprano y tan solos frente a contenido sexual explícito, conversaciones con desconocidos, presiones estéticas, retos peligrosos y dinámicas de validación inmediata que erosionan su autoestima. Las redes se han convertido en un espacio donde la sexualidad se aprende sin guía, sin filtros y sin responsabilidad.

En ese universo digital sin reglas, muchos adolescentes que ya cargan con ansiedad, baja autoestima o historias de bullying se vuelven presa fácil. Buscan afecto donde no lo hay, confían en desconocidos, normalizan conductas de riesgo y aceptan relaciones sin protección porque sienten que eso les dará pertenencia o aprobación. Es allí, en esa mezcla de vulnerabilidad emocional y exposición digital, donde el VIH encuentra terreno fértil. No porque los adolescentes busquen el peligro, sino porque buscan sentirse vistos, queridos o validados en espacios que no están diseñados para su bienestar.

Y cuando llega un diagnóstico, el golpe emocional es aún más devastador: miedo, estigma, vergüenza, aislamiento y, en muchos casos, abandono escolar. La salud mental deteriorada que los expuso al riesgo se profundiza aún más con las consecuencias.

Lo que ocurre hoy en Arequipa no es solo un problema sanitario; es un problema social que revela la fragilidad emocional de nuestros jóvenes, el vacío educativo sobre sexualidad y la ausencia de adultos que orienten, contengan y supervisen. Mientras sigamos tratando la salud mental como un lujo y la educación sexual como un tema incómodo, seguiremos viendo cómo los adolescentes buscan respuestas en las redes sociales, donde nadie los cuida y donde pueden perder mucho más que su tranquilidad.

Arequipa todavía está a tiempo de reaccionar, pero el reloj avanza rápido y los adolescentes no pueden seguir enfrentando solos una realidad para la que ningún adulto lo estaría.

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