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18 noviembre, 2024 11:34 am

APEC, G20, COP29, ¿Cuánto más?

Distintos foros, cumbres, encuentros, sin desmerecerlos, no nos permiten abordar la necesidad de un orden mundial, aunque ilusorio, pero muy necesario, las capacidades de los Estados individuales o armonizadas con otros, resultan insuficientes, ya tenemos bastantes experiencias con ello, y además son excluyentes…

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS     

Acaba de culminar la reunión de líderes del Foro de Cooperación Asia-Pacifico APEC 2024, teniendo como sede nuestro país; son 21 economías que representan el 62% del PBI mundial y congregan al 38% de la población mundial. Más allá de las extremas medidas de seguridad decretadas por el Gobierno y las movilizaciones sociales, la cumbre se desarrolló dentro de los cánones previstos; constituyo una oportunidad en que los ojos de mundo nos pusieron en su mira, y no era para menos 16 altas autoridades entre Jefes de Estado y de Gobierno, fueron las que se congregaron, siendo notoria la ausencia de Vladimir Putin, debido a la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional, en su remplazo estuvo su vice primer ministro. El foro APEC busca facilitar el crecimiento económico, la cooperación, la liberalización del comercio y las inversiones; es decir, es un espacio eminentemente económico, aunque es indiscutible el peso político de algunos de sus actores.

Hoy y mañana, se reúnen en Rio de Janeiro los Jefes de Estado y de Gobierno del llamado G20 o Grupo de los 20, que convoca a países líderes como a países emergentes, allí están EEUU, China, Rusia, la India, Alemania, Japón, México entre otros; esta vez tampoco estará Vladimir Putin, por las circunstancias antes señaladas. Es importante destacar que nace como un encuentro anual de los Ministros de Economía y los responsables de los Bancos Centrales de cada Estado; la crisis financiera de los años 90 y la limitada representación de los países emergentes en los organismos financieros internacionales, fueron sus alicientes.

Este foro, se encuentra hoy con una mayor connotación política, llegándose a Rio de Janeiro bajo un contexto polarizado por la cruenta guerra Rusia-Ucrania y el genocidio judío en palestina, extendido al Líbano, lo que resta expectativas sobre una declaración final consensuada. No obstante, sumando el liderazgo de Lula da Silva, se intentará sobrellevar la cumbre bajo tres ejes: la eliminación del hambre, reformar la ineficiencia de los principales organismos internacionales, empezando por la ONU y apelar a la necesaria transición energética. Apegado a esto último, el gobierno brasileño viene insistiendo en la iniciativa de aprobar un impuesto global para los superricos, para abordar una transición energética justa, en lo que no ha logrado acuerdo en las reuniones ministeriales previas. Puestos en el escenario real, no avizoramos buenas señales.

Esta última semana, también se desarrollaba la cumbre climática anual en Bakú-Azerbaiyán, en su discurso inaugural António Guterrez, máximo funcionario de la ONU, acentuaba “el 2024 ha sido una clase magistral en destrucción climática», y no podía ser de otra manera, basta mirar nuestro entorno inmediato y mediato para encontrarnos con claras muestras de lo que viene generando el cambio climático. Si bien hay una notoria ausencia de liderazgos mundiales, pese a su masiva concurrencia, no deja de ser llamativo que precisamente el país anfitrión, anuncie públicamente incrementar la producción de combustibles fósiles, principal causa del calentamiento global o que, en pleno desarrollo del foro mundial, el inefable Javier Milei disponga el retiró inmediato de su delegación. Sin darnos cuenta y a pesar de los encomiables esfuerzos, estas cumbres climáticas están cada vez quedándose sin los líderes que son quienes finalmente toman las decisiones, burocratizándose, incidiendo en una suerte de asambleísmo, descuidando la legitimidad de su norte; lo que exige una urgente revisión.

Y si estas últimas semanas aparecen cargadas en la agenda internacional, no puede privarnos de abordar la reciente cumbre de los BRICS (hoy ya no son sólo Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), realizada en la ciudad rusa de Kazán, con la clara intención de avanzar hacia un mundo multipolar; fueron 22 jefes de Estado y de Gobierno y varios representantes de organizaciones internacionales, incluso estuvo presente el secretario general de la ONU, António Guterres. Su evolución fue gradual, si bien Rusia y China comenzaron a ver a los BRICS como un instrumento geopolítico, los otros miembros priorizaban la economía, el comercio y el desarrollo, lo que reordenó sus objetivos, excluyendo una política antioccidental; bien lo anota el primer ministro indio, Narendra Modi, que los BRICS eran un grupo no occidental, pero no antioccidental. Definitivamente, a pesar de las diferencias entre sus miembros, los BRICS se han constituido en una “coalición de potencias medianas en gran medida emergentes que están superando el dominio occidental, en especial en la arquitectura comercial y financiera global, y que quieren lograr una mayor diversidad de voces en la política mundial”.

Alentadoras cumbres, que permiten al mundo dialogar, las diferencias convertidas en oportunidad, y nos colocan las respuestas a la vuelta de la esquina, y no es tan cierto, cada estado enarbola sus intereses, unos con estrategias geopolíticas, otros auspiciando escenarios económicos, algunos más cautos esperan la evolución de los acontecimientos, y otros como nosotros nos sentamos en la mesa de los invitados, quizá como anfitriones, pero excluidos del gravitante poder de decisión. Y, sin embargo, compartimos hipócritamente un mundo paralelo, ya convertido en genocidio la presencia judía en palestina y ahora en su también vecina Líbano, la agresividad de la guerra no se detiene en los afanes expansionistas rusos, los temas ambientales-a pesar de sus graves manifestaciones-pasaron a un segundo orden, las oleadas migratorias solo tienen una respuesta deshumanizada: expulsión.

Distintos foros, cumbres, encuentros, sin desmerecerlos, no nos permiten abordar la necesidad de un orden mundial, aunque ilusorio, pero muy necesario, las capacidades de los Estados individuales o armonizadas con otros, resultan insuficientes, ya tenemos bastantes experiencias con ello, y además son excluyentes; el reto mayor es reformar lo que tenemos, instituir una nueva estructura orgánica mundial nos distraerá en los intereses estatales, y esa reforma urgente necesariamente implica a la ONU, aun con sus pasivos, tiene presencia en el mundo y 193 estados, casi todos, están integrados, entonces las perspectivas se colocan en realizar una reingeniería organizacional, democratizar y legitimar sus instancias de decisión, empoderar su agenda y dotarla de auténtica eficacia a sus decisiones. No esperemos que sea tarde, porque la noche oscura empieza a ensombrecer nuestros días.

Análisis & Opinión