lunes, 27 de octubre de 2025
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Antenor Orrego y César Vallejo

Esta verdad histórica no debe seguir oculta.

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POR: EDGARD NORBERTO “BETO” LAJO PAREDES

Antenor Orrego descubrió a César Vallejo. En 1916, a la muerte del insigne Rubén Darío, en el Grupo Norte, reunidos sus integrantes evocaron al poeta nicaragüense. Ahí Antenor Orrego proclamó a César Vallejo como el continuador de Rubén Darío. A pedido del mismo César Vallejo, Antenor Orrego escribió el prólogo a la obra vallejiana Trilce, prólogo eliminado posteriormente de las siguientes ediciones publicadas, por mezquindad antiaprista. Estos hechos los revela el creador del concepto “pueblo-continente” en su ensayo Mi encuentro con César Vallejo, comentado por Tito Livio Agüero en el libro-homenaje Antenor Orrego: la unidad continental y los orígenes de la modernidad en el Perú (Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2009, págs. 164–165).

Cedió su pasaje a Europa. El escritor Eduardo González Viaña, en su novela Vallejo en los infiernos, narra lo siguiente: “El ‘Oroya’ zarpó a las 5 de la tarde”. “Al día siguiente, solitario, en cubierta, el poeta auscultaba el horizonte”. “Entonces, Vallejo sacó de uno de sus bolsillos, para leerlos de nuevo, los urgentes telegramas de Antenor Orrego. Su generoso amigo lo había urgido a aceptar la invitación que él y Julio le hacían para viajar a Francia”. Los telegramas decían:

“Tu viaje a París resuelto stop Julio logró cambiar mi nombre por tuyo stop haz maletas hermano stop Antenor”. “A este telegrama había respondido César con una tajante negativa. Pero Orrego insistió: Urgente César stop viaja con Julio stop ya me tocará stop nos vemos en París stop no olvides juicio reabierto stop Antenor”. El último decía solamente: “En París espérate destino stop Perú la cárcel stop Antenor”.

Vallejo se había resistido a aceptar el sacrificio del filósofo, pero después de dos telegramas, el tercero apelaba a la razón más temible. El juicio había sido reabierto, y se le estaba notificando a presentarse ante el juzgado de Trujillo con apercibimiento de detención. Cuando se dio cuenta de que la cárcel tenía otra vez la boca abierta para él, aceptó. Salir del Perú era escapar de los infiernos (págs. 232–233). Llegó a Francia en 1923; incluso hubo intentos de extradición, sin éxito, felizmente.

En el libro La denuncia contra César Vallejo: elementos retóricos, criminalidad y capitalismo de Gladys Flores Heredia, en el resumen se lee: “César Vallejo estuvo preso por 112 días en la cárcel de Trujillo. Lo acusaron de haber participado en el robo y el incendio del establecimiento comercial de Carlos Santa María. Los críticos literarios que se han ocupado de estos hechos prestaron atención al impacto de esta experiencia carcelaria en la poesía y la narrativa del autor, pero no examinaron ni interpretaron la denuncia que registró el supuesto agraviado. Es por ello que en este artículo analizo detalladamente los componentes estructurales de dicho documento, lo cual permite advertir que los acusados fueron presentados como personas fácilmente inclinadas a la violencia y al hurto. Dicha configuración produce un efecto verosímil en la demanda, de modo que resulta lógico creer que ellos fueron los responsables de los delitos”.

Esto aconteció en Trujillo en 1920. Nuestro poeta universal fue víctima del lawfare: “utilización de las leyes y el sistema judicial como arma de guerra para fines políticos, con el objetivo de desacreditar, perseguir y neutralizar a adversarios políticos a través de procesos judiciales instrumentados para deslegitimar y dañar su imagen pública, y así mantener el poder o el statu quo”. (Internet).

González Viaña, en una conferencia, habló del cambio de destinos entre el filósofo y el poeta. Gracias al pasaje cedido por Orrego, Vallejo viajó a París, donde fue reconocido y obtuvo fama mundial; en tanto, Orrego se quedó en los infiernos, sufriendo injustos encarcelamientos, intento de asesinato contra su vida, discriminación por ser aprista y allanamiento, sin orden judicial, en su centro universitario, por orden de la tiranía de turno.

Esta verdad histórica no debe seguir oculta. Es justo reconocer y expresar gratitud a quienes, como Orrego, hicieron mucho por el talento nacional y la democracia de pan con libertad y justicia social.

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