Un minuto de silencio

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Miguel Grau Seminario

POR: GREGORIO CHARCA CABRERA

Como cada 8 de octubre, no es posible abstraerse del sentimiento profundo que nos inspira la inmortal vida de Don Miguel Grau Seminario y su legado histórico a la posteridad. Aquel hombre que configuró y vive entre nosotros como símbolo de identidad nacional, nos impulsa vivir su ejemplo en cada adversidad.

Su espíritu <debería ser comprendido a perpetuidad> de noble “Caballero de los Mares” fue camino señalado en los valores demostrados –como marino y como civil- a lo largo de su vida, cual paradigma de: dignidad, lealtad y honestidad.

Hoy 8 de octubre y en el devenir nos permite asociar su vida y sacrificio como lema a nuestro himno patrio: “Somos Grau, seámoslo siempre” y en su cima el pendón bicolor flamee.

En esta celebración y como en las mismas celebraciones viva en la memoria de cada peruana y peruano la imagen, el significado y la trascendencia del heroísmo del Gran Almirante del Perú don Miguel Grau Seminario y su emérita tripulación.

Por estas consideraciones y reconocimientos, en el segundo gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry, el 5 de octubre de 1984 se promulgó la Ley N° 23938, donde se estableció que cada 8 de octubre se debe guardar un minuto de silencio a las 9:50 de la mañana en todo el territorio nacional y en los locales correspondientes a las delegaciones del Perú en el extranjero, en homenaje de gratitud al Almirante Miguel Grau y a la tripulación del monitor Huáscar, caídos heroicamente en  el combate naval de Angamos.

Y por el mismo año de 1984 se emite la Resolución Legislativa N° 23680 que en su artículo expresa: “En el hemiciclo de la Cámara de Diputados, habrá permanentemente una curul con el nombre del diputado de Paita, Miguel Grau Seminario. La lista de asistencia con la que se inician las sesiones de la Cámara y del Congreso comenzará con el nombre de Miguel Grau Seminario, tras cuyo enunciado la representación nacional dirá: ¡Presente!”.

Todo este acto ceremonial en mérito, <recordemos> a que cuando se inicia la guerra del Pacífico Miguel Grau era diputado por Paita, por lo que dejó su curul vacía <mas no volvió> para reasumir el comando del monitor Huáscar.

Para las peruanas y peruanos de hoy, Grau nos ha dejado una estela luminosa, por lo que en el porvenir ha de ser el sendero trazado para las nuevas generaciones, ejemplo de sus ideales humanos, mandato sagrado su credo social y político.

No solo en el presente para nosotros sea recitar:

“El infortunio y la gloria se dieron una cita misteriosa en las soledades de mar, sobre el puente de la histórica nave, que ostentaba orgullosa nuestro inmaculado pabellón, tantas veces resplandeciente en los combates.

El infortunio batió sus negras alas, y bajo de ellas, irguiese la muerte, para segar en flor preciosas vidas, y esperanza risueña de la patria […]. Empero, cuando aquella consumaba su obra de ruina, apareció la Gloria bañando con su purísima luz el teatro de este drama sangriento; y a su lado se alzó la Inmortalidad para ceñir, presurosa, con inmarcesibles coronas, las altas frentes que no se doblegaron ante el peligro y mantuvieron siempre frescos laureles, con que las ornara la Victoria […]. Miguel Grau, señores, era un guerrero cristiano. Hombre de fe, toda su confianza la cifraba en Dios.

A Él atribuía el buen éxito de sus arriesgadas empresas […]. De allí nacía su imperturbable serenidad en medio de los mayores peligros, que imponía la confianza de los que lo obedecían, y lo dejaba en actitud de aprovechar todas sus ventajas de su pericia, aun en aquellos momentos en lo que lo recio y arriesgado del combate suele desconcertar a los espíritus de mejor temple”, manifiesto célebre del monseñor Roca y Boloña en oración fúnebre de Grau.

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