POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA
Todos amamos a mamá, es indiscutible. Ese ser de luz, inmortal e inagotable, que vela por nosotros seamos pequeños o adultos, que nos tiene permanentemente en sus oraciones. Para aquellos que tenemos la bendición que esté a nuestro lado, sabemos lo que significa su presencia, así como el rol gravitante que cumplió en la infancia y adolescencia, y que sigue haciéndolo a lo largo de nuestra existencia.
Pero esta columna no trata sobre ella, aunque nunca sobra recordar que debemos visitarla, y cuando ello no sea posible, siquiera mandarle un mensaje a través del aplicativo.
Enfocando el tema, resulta que al arribo a la gran Parada Militar del último 29 de julio, Dina Boluarte, subida en descapotable militar, visiblemente emocionada daba un baño de popularidad saludando a todo cuanto le levantase la mano. Hasta que un anónimo apareció entre la multitud para gritarle “corrupta” reiteradamente. Boluarte Zegarra no se quedó callada, y aunque luego la Titular de Cultura pretendió acomodar la expresión en el sentido que pudo haber distorsionada con inteligencia artificial, lo cierto es que la respuesta al vulgar desconocido fue “tu mamá”.
Raudamente, la anécdota se hizo viral en redes sociales, y en minutos criticaron ¿al impresentable que la insultó? No, a la misma Dina por haber replicado. ¿En serio? Analicemos seriamente. En primer lugar, estamos refiriéndonos a una mujer. Sí, agredida verbalmente por un papanatas, y hasta este momento no escuchamos, ni leído, queja, reclamo, pronunciamiento, comunicado, etc., de alguna ONG feminista, o de la caviarada e izquierda, saliendo a defenderla; máxime si el Código Penal, en el Artículo 130° refiere textualmente que “El que ofende o ultraja a una persona con palabras, gestos o vías de hecho, será reprimido con prestación de servicio comunitario de diez a cuarenta jornadas o con sesenta a noventa días-multa”. Claro, el doble rasero de la progresía.
Y, segundo, no menos importante, se trata de la presidente de la República, mandataria, jefe de Estado, quien personifica a la nación; vale decir, representa a todos los peruanos, internamente y en el extranjero. Y esto va más allá que si votamos o no por ella, o su cuestionada popularidad. Está ahí, de inquilina en Palacio de Gobierno por sucesión ante la vacancia constitucional del hoy preso Pedro Castillo.
De esto último, una añeja frase reza “tus derechos terminan cuando empiezan el de los demás”. No podemos, ni debemos, seguir normalizando injurias, más allá de las coincidencias (o no) en posiciones políticas, religiosas, deportivas, etc. Es común utilizar la expresión #DinaAsesina, sin que algún político o periodista la objete. Discrepancias sí, con altura, y eso conlleva a ser tolerantes con las ideas u opiniones del resto, pues como decía Voltaire «no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo».