Adiós a un gran alcalde: Recordando a Jorge Zuzunaga Flores

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Don Jorge Zuzunaga Flórez.

POR: BERNARDINO RODRÍGUEZ C.

Mollendo y la provincia de Islay entera, ha perdido un personaje que no debe olvidar: Jorge Zuzunaga Flores.

Se fue 50 años después de haber tenido una notable jornada como alcalde que permitió hacer realidad las obras que por ley 16111 y celebrar luego con decoro el centenario de Mollendo y más visos de ciudad. Se asfaltaron muchas calles, se construyeron parques, hubo más agua y desagüe, se levantó un hotel de turistas, fue ampliado y remodelado el malecón Ratty, se remodelaron las playas entre otros importantes proyectos.

Este servidor era un jovencito que estudiaba en el “Deán Valdivia” pero ya integraba un radio periódico y era corresponsal de un diario en Arequipa. Estas dos ocupaciones simultáneas, le permitían, todavía vestido con su uniforme escolar, ser atendido por el alcalde Zuzunaga, entrevistarlo con alguna frecuencia y ser testigo de sus empeños.

Había sucedido en la alcaldía al recordado comandante Aureliano Navarrete y esto constituía un reto enorme para Zuzunaga porque su antecesor hizo importante obra. Le había dejado la varilla muy alto. Navarrete era un ex marino, chalaco, de un estilo campechano y populachero. Se paraba en cada esquina y conversaba con la gente.

-Oye cholo –le decía a cualquier vecino- ¿Pasa por aquí el carro de la basura?

Añoso, encorvado por la edad avanzada, con su pasito menudo el comandante caminaba por todos lados. Miraba algún descuido en el verde del parque Bolognesi y delante de todos le metía una carajeada al jardinero.

A la próxima vez, no te pago. Ya sabes.

Zuzunaga, más joven que el comandante, fue elegido por la Alianza Acción Popular – Democracia Cristiana. Precisamente él era democristiano, fundador de este partido. Compitió con Navarrete, Hernán Montoya, entre otros. Ganó Navarrete en Mollendo, pero Zuzunaga le dio vuelta con los votos del valle. Mollendino, gordo y de temprana calvicie, era un exitoso empresario que no heredó fortuna. La hizo. Tenía su casa comercial de radios en la esquina Comercio – Deán Valdivia.

Enseñó en la Municipalidad que una autoridad trabaja con una agenda. No tenía tiempo para caminar calles, pero abrió las puertas de la Municipalidad para que todos puedan presenciar las sesiones municipales. Desde el saque su preocupación fue que la ley “Mollendo” no se vuelva letra muerta y le den el dinero para iniciar el gran paquete de proyectos. Lo hizo diseñar y exhibía las maquetas. Pero el camino estaba empedrado, como suele decirse. El país vivía crisis económica y para colmo la ley tenía imperfecciones. Por ejemplo, no autorizaba a la Junta Pro Centenario obtener un préstamo internacional con el aval de gobierno.

Zuzunaga viajaba a menudo a Lima para hacer gestiones, buscaba asegurar el financiamiento para el gran paquete de obras. En una de esas regresó harto de las mecidas burocráticas y llamó a un Cabildo. Expuso las obstrucciones y el pueblo acordó un plazo para un paro general. Volvió a Lima con esa arma de presión. Esta vez el presidente de la República, Fernando Belaunde lo recibió. Cuando creía que este le daría las soluciones, lo que le dio fue una reprimenda.

Así que usted quiere llevar a Mollendo a un paro en contra del Gobierno.

-Este… señor, las cosas no son así, señor presidente.

–¿Usted está contra el contra del gobierno?

-No señor, Mollendo tampoco. Lo que queremos…

-Respóndame, ¿usted es alcalde del gobierno o de la oposición?

-Yo no soy de Acción Popular, señor presidente. Yo le he dado a su partido un triunfo en mi provincia.

-Bueno, pero ¿Es usted alcalde del gobierno o de la oposición?

-Yo soy alcalde de Mollendo, señor. Yo represento los intereses de mi pueblo,

No hay duda que supo tener pulso político para lidiar hasta conseguir que la ley se cumpla. Pero a la vez, fue un verdadero gerente para asegurarse que las obras se puedan financiar y desarrollarse a tiempo. Ese fue su doble mérito.

En 1968 estalló la violencia en Mollendo, a consecuencia de la muerte de un estudiante que fue baleado por un efectivo policial. Fueron dos días de graves disturbios con presencia de un regimiento de guardias de asalto venidos desde Arequipa en calidad de refuerzo. Se anunció que enseguida se declaraba el toque de queda en todo Mollendo y venían tropas militares a imponer el orden. El alcalde Zuzunaga alzó el teléfono y habló con el general jefe regional. Le pidió todo lo contrario, que no envíe tropas y que se lleven toda la policía. Le garantizó que así volvería la calma.

-Pero usted asume toda la responsabilidad de lo que ocurra.

-Yo asumo la responsabilidad, general.

Inmediatamente convocó al pueblo a la Municipalidad, le informó lo que había logrado y les pidió vuelva la paz. Así fue. Volvió la paz. Sabe Dios qué consecuencias mayores hubieran ocurrido si no hace esta gestión en la que jugó el pellejo.

El gobierno militar de Velasco le pidió quedarse en el cargo al término de su período en 1969, porque ya no habría elecciones democráticas. Las autoridades ediles serían designadas a dedo por el gobierno militar.  Pero él puso una sola condición. Que le permitan llamar a un cabildo, para consultar al pueblo si aceptaban que se quede. Como es obvio, la dictadura no le aceptó esa condición. Entonces se fue.

En 1970 estaba próximo el Centenario y Navarrete era alcalde otra vez, nombrado por el gobierno militar. Pese a haber sido competidores en elecciones pasadas, el comandante tuvo la nobleza de llamar a Jorge Zuzunaga para que sea presidente de la Comisión de Festejos del Centenario de Mollendo. Zuzunaga le respondió que tratándose de Mollendo y su Centenario, el compromiso era ineludible. Aceptó y trabajaron juntos dentro el despacho de la alcaldía. Y las fiestas por los 100 años fueron un resonante éxito.

Ojalá volvamos a tener autoridades de esa jerarquía moral y esa nobleza señorial para saber competir y también coincidir por los intereses de su pueblo.

Mollendo tuvo suerte, porque tuvo dos muy buenos alcaldes sucesivamente. Navarrete fue un alcalde ejecutivo al estilo militar, mandón, cuando los dineros llegaban fácil del gobierno central, gracias a la bonanza económica que desató la pesca de la anchoveta. Este hombre fue quien mandó construir el obelisco. Pero a la hora en que había que desatar lucha política sin torpezas sino con dedos de organista tuvo un magnífico, que además fue un excelente financista y ejecutivo.

Hoy los dos están en el cielo. Acaba de partir allí don Jorge. Mollendo debe preservar su memoria tanto como homenaje como por paradigma para los ciudadanos de hoy y siempre.

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