POR: NOLBERTO ARATA HURTADO
El día 6 de julio celebramos el Día del Maestro, vinculado a la fecha en que en 1822 el libertador José de San Martín creó la primera Escuela de Preceptores o maestros, que se convertiría en la Universidad de Educación “Enrique Guzmán y Valle”, conocida como La Cantuta.
En nuestro Moquegua los primeros palotes o letras los aprendíamos en la escuelita de las hermanas Rosa y Josefa Bayarri, que quedaba en la plaza, y luego en el llamado Asilo de Belén.
Para la educación formal pasábamos al colegio “elemental”, cuyo director era el profesor Alfonso Chávez Vargas. Allí mi profesora fue la señorita Chela Liendo.
Luego, transición la hice en el colegio “Rafael Díaz”. La profesora fue Julia Morán, que nos aplicaba fuertes correctivos con la palmeta y otros castigos físicos, y nadie reclamaba porque era parte de la formación.
El director era don Carlos Kuon Cabello, muy disciplinado y correcto, que diariamente dirigía la formación, se daba el saludo correspondiente y luego se entonaban canciones escolares. Por ser aprista lo tomaron preso y después no siguió ejerciendo en nuestra ciudad, siendo trasladado a Cañete.
El portero era Lucho Arámbulo, que también fungía de peluquero porque cuando el profesor detectaba que tenías el cabello largo, te enviaban para que lo pusiera al tamaño escolar. Lo común era que casi todos usábamos el corte “alemán”, que el especialista Simaguchi te dejaba casi a “coco”.
En segundo año mi profesora fue Dora Benavente Ojeda, con gran capacidad didáctica y motivacional. Siempre recuerdo sus exposiciones históricas, en especial una que hizo por la batalla de Ayacucho.
En tercero tuve un buen profesor, que fue Carlos Salas Rodríguez, que también nos aplicaba mucha palmeta por no saber las lecciones. Como profesor de educación física tuvimos a José Rojas Benavides.
Los profesores de cuarto y quinto eran Óscar Quevedo y Óscar Becerra Peñaloza, ambos con fama de castigadores. No los sufrí porque se creó el anexo al colegio “La Libertad”, que es donde terminé primaria.
En el anexo, nuestro director era el excelente profesor Hugo Díaz Vargas. Para cuarto año tuve al profesor David Charaja Ortega y para quinto estaba el profesor Carlos Llerena. Charaja era moreno y Llerena blanco, y los alumnos inmediatamente los bautizamos como Coca-Cola y Narantín.
Aquí ya no se usaba la palmeta ni castigos físicos, eran otros métodos, y el profesor Hugo Díaz nos decía: “Tienen que prepararse para el futuro, sin violencia, sino con entendimiento, porque así sería en secundaria”. Recuerdo que creó la OCICE, que era la Organización de Civismo y Cooperación Escolar, en la que los alumnos participábamos activamente y teníamos la misión de mantener la limpieza, el orden del aula y la disciplina entre los compañeros, y nos turnábamos en la labor de cada día.
La llegada a secundaria fue muy interesante, porque para cada materia había un profesor. Recuerdo a Guillermo Luque para matemáticas, a Herbert de la Flor para historia universal y música, a Nelson Barrera para geografía y ciencias naturales, William Cornejo para educación física, José Palomino Uría para lenguaje y literatura, mister Kihien para inglés, Tupayachi para Instrucción Pre-Militar, el cura Anselmo Chávez para religión, Arnulfo Velázquez para psicología y ciencias sociales, y había otros profesores cuyos nombres no recuerdo. La otra innovación eran los auxiliares para cada sección y un jefe de normas de conducta o regente.
Sean estas líneas de recuerdo mi homenaje a todos y cada uno de los profesores que, gracias a sus enseñanzas y entrega permanente, hemos logrado éxitos y realizarnos en la vida para bien personal, familiar y de nuestra tierra.