POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS
Es el momento de la entereza, del compromiso democrático, del respeto a la decisión de los electores quienes determinaron el resultado final. Será el gobierno de quien la mayoría decidió, sin prepotencias ni arrogancias, con desprendimiento, gestos y actitudes democráticas que faciliten cerrar este complicado y áspero proceso eleccionario. También las circunstancias proponen un necesario respeto a la decisión ciudadana sobre la otra candidatura.
Ambas candidaturas pasaron a esta segunda vuelta electoral con apenas 30% de los votos válidamente emitidos, reforzando la necesidad de una segunda elección en darle legitimidad a su representación de gobierno; es decir, acudimos a definir con votos prestados de otras corrientes políticas. Y si bien es cierto hubo una suerte de alineación con una u otra propuesta, fueron escasos los acuerdos políticos expresos con programas o proyectos compartidos, prioridades de gestión o incluso de intercambio de equipos técnicos; la mayoría respondió al impulso de sus líderes y a la clásica dicotomía “izquierda o derecha”-creíamos superada-, en que un sector importante de medios de comunicación nos colocó en la disyuntiva.
En el escenario post segunda vuelta, el Congreso y su atomizada composición retoma protagonismo, al no tener ninguna agrupación política una mayoría determinante que pueda por si misma ayudar a la gobernabilidad; aunque lo percibido en este último tramo electoral, evidencia una posibilidad cierta de instituir bloques parlamentarios.
Si bien una parte importante del debate político giro en torno a una nueva Constitución sólo focalizada en el régimen económico, cuando es también necesario y urgente redefinir las relaciones ejecutivo-legislativo, la vacancia presidencial, entre otras materias sobre institucionalidad democrática, para que el propio sistema se defienda desde el marco constitucional y no sujeta a los impulsos coyunturales, emotivos, oportunistas de algunos sectores políticos.
Y partimos de esto último en la necesaria e ineludible tarea de construir democracia y fortalecer gobernabilidad es imprescindible dialogar, generar apertura, construir espacios para el intercambio con todos los actores y fuerzas políticas, que las decisiones gravitantes sean producto de los mayores consensos, es momento de hacer política, política de a verdad. El arte de la política.
Con el Congreso, sin distinguir representaciones, en diálogo directo, abierto y sincero, establecer una agenda legislativa común, con prioridades en su atención. No se trata de hacer concesiones, se trata de establecer disposición política en un contexto difícil, del que nadie puede estar ni sentirse ajeno.
La democracia no puede ser pensada ni fraccionada entre ganadores y perdedores, es el simplismo de la inmadurez política; los perdedores de hoy, pueden ser los gobernantes de mañana, es la regla democrática. En democracia, no se necesita de un sacerdote para dialogar, es el temperamento, el carácter político que nos debe obligar a esa determinación.
Es muy cierto también, que muchos excesos puestos en evidencia en estas últimas jornadas deben necesariamente corregirse, no desde la perspectiva autoritaria, revanchista, sino con los propios instrumentos constitucionales, para dejar constancia que esto no es democrático; hablemos claro, el sesgo público de algunos medios de comunicación y la injerencia abierta de los grupos de poder económico, tratando de direccionar el voto, desnaturalizan nuestra democracia. Sin que lo compartamos, hace unos días Facebook -empresa privada-anunció la suspensión de la cuenta del expresidente Donald Trump, por sus actitudes antidemocráticas. Algo se debe hacer.
El impulso a ese diálogo democrático para fortalecer la gobernabilidad debe establecerse bajo lo ya instituido, que es el foro democrático del Acuerdo Nacional, donde están perfectamente definidas nuestras políticas de Estado, coberturando ese déficit de voluntad política de sus actores; sumándose una agenda mínima e inmediata, las mismas que imponen nuestra propia realidad, priorizar los servicios de salud y educación, fortalecer la conectividad, irrenunciable lucha contra la corrupción, y la necesaria reforma económica, con autoridad. Un dato fresco, acaban los ministros de finanzas del G-7 de aprobar un acuerdo sobre una innovadora tributación a las grandes empresas.
Recojo una premisa de nuestra historia política “conversar no es pactar”. Tiempos difíciles, demandas urgentes, agendas y prioridades comunes, exigen el uso sano de un principio democrático fundamental, dialogar. Y si es necesario pactar, en buena hora; en los acuerdos políticos se debe sostener nuestra gobernabilidad.