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23 junio, 2025 8:03 am

A 24 años del terremoto de Moquegua del 2001

A pesar de todo, pudimos distribuir víveres, buzos y colchones entre mis colaboradores y la comunidad.

POR: CARLOS CARPIO MONTOYA

En 1998, llegué a Tacna con mi familia para asumir la gerencia de una entidad financiera con agencias en Tacna, Moquegua, Ilo y los campamentos mineros de Toquepala y Cuajone. Mi trabajo requería rotar mis visitas entre el puerto de Ilo, Moquegua-Cuajone y Toquepala, al menos una vez cada 15 días; recuerdo mis primeros viajes a Moquegua, una ciudad que en aquellos tiempos era extremadamente tranquila y, por las noches, casi desierta, muy diferente a la actualidad, donde el movimiento comercial se ha multiplicado exponencialmente gracias a la operación de la mina Quellaveco de Anglo American. Siempre me he sentido muy identificado con la gente de Moquegua, ya que desde entonces me han brindado su afecto y apoyo, y hoy en día me considero uno más de ellos.

Estando en Lima por motivos de trabajo aquel 23 de junio de 2001, la noticia del terremoto me sorprendió completamente. Regresé de inmediato a Tacna para organizar ayuda urgente y asistir a mi equipo y a la comunidad. Al llegar a Moquegua, encontré una ciudad devastada: casas de adobe y quincha colapsadas, y los bellos techos de mojinete esparcidos por el suelo. Las calles estaban intransitables y hasta el cementerio sufrió daños, con tumbas destruidas, lo que representaba un grave riesgo para la salud. Intenté visitar los barrios cercanos como Chen-Chen, donde la destrucción era similar. A pesar de todo, pudimos distribuir víveres, buzos y colchones entre mis colaboradores y la comunidad. De inmediato coordiné con mis superiores en Lima para poder donar dos volquetes, los cuales se encontraban adjudicados, y comenzar la remoción de escombros, a fin de habilitar las calles y facilitar la llegada de más ayuda, además de dar inicio a la reconstrucción.

Posteriormente, en el aniversario de Moquegua, el 25 de noviembre del año 2001, fui invitado por el alcalde de Moquegua a la ceremonia central, donde se nos entregó Resolución Municipal con Diploma de Honor como “Testimonio de reconocimiento y gratitud del pueblo de Moquegua”.

Este 2025, a 24 años de aquellos hechos, el alcalde de Moquegua, John Larry Coayla, me extendió una amable invitación a su oficina, donde, para mi sorpresa, me obsequió una copia del antiguo diploma de reconocimiento de esos años, como testimonio por la labor realizada, y aprovechó también la ocasión para conversar sobre los nuevos retos que enfrenta la ciudad, y reafirmé mi compromiso de seguir brindando todo mi apoyo para el desarrollo de nuestra tierra moqueguana.

Análisis & Opinión