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lunes, septiembre 8, 2025

A 1000 días de un gobierno de espaldas al país

Mil días después, el balance es claro: un país más inseguro, más desigual y con una fe debilitada en sus instituciones.

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POR: GUSTAVO PUMA CÁCERES

Se cumplen 1000 días desde que Dina Boluarte asumió la Presidencia de la República en medio de la tormenta política más feroz de las últimas décadas. Un análisis de la administración de Dina Boluarte revela una gestión fragmentada, ineficaz y marcada por la inestabilidad ministerial, con consecuencias directas en la vida de los peruanos.

Lejos de apaciguar las aguas y encauzar al país hacia la estabilidad y el crecimiento, su gobierno se ha caracterizado por una gestión errática, reactiva y profundamente ineficiente que ha fracasado en atender las urgentes necesidades de los 34 millones de peruanos.

Lo que podría haberse concebido como un gobierno de transición y unidad nacional se ha convertido en un periodo de estancamiento y retroceso, donde la constante rotación de ministros —más de 40 cambios en este periodo— evidencia una falta de rumbo claro y una incapacidad para construir equipos sólidos y coherentes. Esta inestabilidad en la cúpula se filtra y multiplica en todos los niveles del Estado, generando una parálisis que afecta desde las macroeconomías familiares hasta la seguridad nacional.

LA INEFICACIA POR MINISTERIOS: UNA RADIOGRAFÍA DEL FRACASO

Un recorrido por los principales ministerios pinta un cuadro desolador de promesas incumplidas y una gestión presidencial deficiente:

Salud: El sistema de salud colapsa a diario. La falta de medicamentos, el desabastecimiento de insumos en postas y hospitales, y las interminables listas de espera para cirugías son la norma, no la excepción. La promesa de reformar la salud pública sigue siendo un discurso vacío, mientras los peruanos más vulnerables se ven obligados a recurrir a colectas privadas para recibir tratamiento.

Educación: La crisis educativa se ha profundizado. El regreso a clases postpandemia evidenció las brechas abismales en aprendizaje e infraestructura. Miles de colegios públicos se caen a pedazos, y los resultados de las evaluaciones nacionales e internacionales sitúan al Perú en los últimos puestos de la región. La gestión del Ministerio de Educación ha sido calificada por expertos como lenta y burocrática.

Interior: La inseguridad ciudadana es, quizás, la preocupación número uno de la ciudadanía. Los índices de delincuencia, robos agravados y homicidios se han disparado a niveles alarmantes. La percepción de impunidad es total, y la estrategia del gobierno parece limitarse a declaraciones reactivas, sin un plan integral que fortalezca a la Policía Nacional y recupere el control del orden público.

Economía y Finanzas: Si bien se ha buscado mantener la estabilidad macroeconómica heredada, el crecimiento es raquítico y no se siente en los bolsillos de la gente. La economía informal crece, la reactivación productiva es lenta y la confianza de la inversión privada se ve minada por la inestabilidad política. La pobreza y la desigualdad persisten como problemas estructurales no abordados con la contundencia necesaria.

Vivienda y Saneamiento: El déficit de agua potable y alcantarillado en vastas regiones del país sigue siendo una herida abierta. Los proyectos de inversión en infraestructura social avanzan a un ritmo glacial, dejando a miles de peruanos en condiciones de vida

Defensa: La incapacidad del gobierno para resolver los conflictos sociales, especialmente en zonas mineras y agrícolas, ha derivado en protestas que suelen terminar en enfrentamientos. La sombra de las violaciones a los derechos humanos en las manifestaciones de diciembre de 2022 y enero de 2023 persigue a esta administración, minando su legitimidad moral.

UN GOBIERNO SIN BRÚJULA NI LIDERAZGO

El común denominador en todos los ministerios es la ausencia de una visión de Estado. No existe un plan nacional coherente que guíe la acción del gobierno. Cada cartera actúa como una isla, respondiendo a las crisis de forma aislada y, a menudo, contradictoria.

Dina Boluarte, sumida en una lucha permanente por su supervivencia política y acosada por escándalos de joyas de lujo y pesquisas judiciales, ha demostrado una incapacidad para ejercer un liderazgo efectivo. Su gobierno no gestiona; reacciona. No anticipa; apaga incendios, muchas veces con gasolina.

EL COSTO HUMANO DE LA MALA GESTIÓN DE BOLUARTE

Al final del día, las víctimas de esta gestión ineficaz no son cifras en un balance. Son: El paciente que muere esperando una cama UCI. El niño cuya educación se truncó.

El ambulante y comerciante al que extorsionan y le roban su mercadería. La familia que no tiene agua limpia para beber.

Mil días después, el balance es claro: un país más inseguro, más desigual y con una fe debilitada en sus instituciones. La promesa de un «gobierno de unidad» se ha diluido, dejando en su lugar la amarga certeza de que, para millones de peruanos, estos han sido mil días perdidos.

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