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22 noviembre, 2024 11:24 pm

Epidemias y otros males

POR: EDWIN ADRIAZOLA FLORES

A consecuencia de la presencia del Coronavirus, se me preguntó si habíamos vivido en Ilo situaciones similares o parecidas. Echamos mano a los archivo y esto fue lo que encontramos.

A inicios del siglo XX las condiciones de salubridad existentes en la población no eran de las mejores: muladares en distintos puntos de la ciudad, un servicio de agua potable deficiente, un servicio de alcantarillado inexistente, sin hospital ni botica, eran alguna de estas condiciones. Ilo sólo contaba con una Estación Sanitaria, una de las tres primeras que se crearon en el Perú junto a las de Paita y Callao en 1903.

En este panorama no era raro que se presenten situaciones comprometedoras para la salud.  En diciembre de 1916 se presentó una epidemia de tos convulsiva que obligó a adelantar los exámenes en las escuelas municipales pues las principales víctimas fueron niños.

En mayo de 1918 se presentaron algunos casos de angina membranosa que tuvo carácter epidémico; el concejo distrital a cargo de don Augusto Díaz Peñaloza solicitó a la Junta de Sanidad los protocolos a seguir en estos casos y a la Dirección de Salud solicitando suero antidiftérico para atender los casos presentados.

Los propios concejales realizaron visitas domiciliarias a fin de evaluar las condiciones higiénicas y detectar a posibles víctimas, ordenándose el aislamiento domiciliario a los atacados por la enfermedad. Volvieron a aparecer los Comisarios de Barrio, vecinos que, de forma ad honorem, hacían vigilancia vecinal y visitaban las viviendas para identificar nuevos casos. En esta oportunidad se cerraron por 15 días las escuelas fiscales.

En octubre de 1919 se presentó una epidemia de gripe en la ciudad y el valle. El alcalde de esa ocasión, Carlos M. Vives, retomó las visitas domiciliarias, se desinfectaron las viviendas comprometidas y se incineraron los muladares en los alrededores. Las escuelas se clausuraron por 20 y se ordenó a los dueños de ganado la construcción de establos especiales con cemento dándoseles treinta días para esta obra.

En junio de 1921, siendo alcalde Pedro Valle, el médico sanitario denunció algunos casos de viruela que afectó a muchos niños; a comienzos de 1922, con motivo de unan epidemia de fiebre amarilla en el Perú, llegó a Ilo los integrante de la Campaña Sanitaria, realizando actividades de prevención y profilaxis. Para muchos debía ser muy fresco la epidemia de fiebre amarilla que mató a varios integrantes de la comunidad asiática a fines del siglo XIX y que fueron enterrados en un lugar apartado del antiguo cementerio.

Quizá la situación de salud más grave fue la peste bubónica surgida a inicios de 1941. En el mes de mayo de ese se detectaron dos casos de esta peste en Tacna procedentes de Ilo, por lo que se dispuso la vacunación general de la población y se procedió a colocar trampas y colocar veneno en todas las madrigueras identificadas, mientras la policía realizaba el control de los vehículos que ingresaban desde Moquegua y Arequipa, exigiendo una desinfección de los mismos y la vacunación obligatoria de los conductores y pasajeros. Se prohibió la crianza de cerdos y cuyes en las viviendas, se realizaron visitas domiciliarias, se incineraron los muladares e incluso se envenenaron perros vagos.

Llegó incluso a exhumarse un cadáver que fue enviado a Lima sobre el que se haría un examen a fin de confirmar o descartar la presencia de la peste. Tan grave debió ser la situación que el municipio decidió pagar cincuenta centavos por cada roedor que los vecinos presentasen. Incluso se llegó al extremo de destruir una vivienda en la avenida Ferrocarril.

En diciembre de 1941 ocurrió en el sur la viruela; la respuesta fue exigir a los comerciantes la obligación de exhibir certificados de vacunación antivariólica y del carnet sanitario que acredite buena salud para ejercer su oficio. Se ordenó la caza de roedores, llegando a contar un total de 255 roedores. Se dispuso la vacunación de todos los pobladores, distribuyéndose los certificados sin costo alguno.

Lo último que vivimos en Ilo fue el cólera cuyo primer caso se registró en febrero de 1991 en un pescador proveniente del norte. La zona más afectada, según los reportes oficiales, era la de los pueblos jóvenes y en especial a menores de edad. Su inesperada aparición encontró al sistema local de salud sin los recursos necesarios, llegándose a señalar que los pacientes afectados por este mal deberían pagar su propio tratamiento, cuando en otras circunstancias éste era gratuito. En 1993 aún existían casos de cólera, formándose el Comité contra el cólera que propuso a fines de diciembre declara en emergencia a Ilo por la falte de agua.

Análisis & Opinión