¿Quién dijo que la música no es importante? Sí, no es importante ¡es vital!

De la misma manera que la literatura, la música parece tomar distinto sentido durante el eterno proceso de madurar. La música tiene infinitas interpretaciones, en especial la música que se hace sin decir una palabra: la música instrumental.

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POR: ALEJANDRO FLORES COHAILA

Por lo expuesto creo que darle un instrumento a un niño es imprescindible, no solo para estimular su crecimiento cognitivo, sino también su crecimiento personal y artístico. El arte hace a la persona sensible, y el buen arte hace al humano.

Robert Zatorre, fundador del laboratorio Brain, Music and Sound, descubrió que los bebés, en los primeros meses de vida, tienen la capacidad de responder a melodías antes que a una comunicación verbal de sus padres”

“Hay una canción que marcó mi vida, mi esposo me la dedicó cuando todavía éramos salientes. Qué bueno que no me haya llevado el tiempo antes de conocerte, decía su último verso. Había pasado un año desde el peor accidente de tránsito de mi vida, en donde casi pierdo la vida, y en mi proceso de recuperación, esa canción me hizo llorar mucho”, cuenta la señora Crystle Salm.

El tiempo que pasamos en la tierra parece muy corto, y lo es, pero lo imaginamos mucho más efímero. Los estímulos de quienes quieren vender nos bombardean, perdemos sentido en nuestros años y, aunque cada persona nace, crece y se adapta a un sistema pensado con poca algarabía, se puede escapar, pero solamente con el arte, y para mí, el mejor escape es la música. De repente la cotidianidad se vuelve asco, las responsabilidades comienzan a subir peldaños hasta quedar encima de la felicidad y encima del amor. Aunque no siempre tiene que cumplirse así, pero pasa.

Existen lugares poco comunes a los cuales va a refugiarse la mente que, al intentar navegar en preocupaciones, se ahoga. La música es una de esas islas lejanas, muy distantes, a las que llegamos luchando contra viento y marea, entre pairos y derivas. De la misma manera que la literatura, la música parece tomar distinto sentido durante el eterno proceso de madurar. La música tiene infinitas interpretaciones, en especial la música que se hace sin decir una palabra: la música instrumental.

En la juventud, una canción triste parece hablarnos del amor, de las decepciones o de las cadenas invisibles impuestas por los padres o por el sistema “opresor”. Aunque es así, todos nacemos con cadenas, pero no todas aprietan del mismo modo. Luego, en la edad adulta, las canciones en notas menores advierten un sentimiento de nostalgia, esa que solo nos ataca cuando recordamos, una que se adhiere solamente a la memoria.

En la vejez, si es que todavía se conserva un oído decente, las mismas canciones parecen hablar de niñez, del “qué hubiera pasado si”, y tocan fibra profunda en el arrepentimiento. A partir de aquella canción que escuchamos en una edad joven se puede trazar una línea que nos lleva hasta todo lo que hemos logrado.

Indudablemente, hay canciones que nos cambian la vida, pues es la esencia del arte transmitir emociones poderosas, y la música como forma de arte crea una atmosfera y nos encierra en ella, siendo el mejor remedio para un día gris. Robert Zatorre, fundador del laboratorio Brain, Music and Sound, descubrió que los bebés, en los primeros meses de vida, tienen la capacidad de responder a melodías antes que a una comunicación verbal de sus padres. Lo que hace a la música el primer idioma que se aprende.

Un idioma que identifica el primer día de vida, y con él se aprende a hablar también de las emociones, nos ayuda a arreglar relaciones, nos hace llorar, reír, festejar, y en su máximo esplendor, nos cambia la vida. Por lo expuesto creo que darle un instrumento a un niño es imprescindible, no solo para estimular su crecimiento cognitivo, sino también su crecimiento personal y artístico. El arte hace a la persona sensible, y el buen arte hace al humano.

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