Le Petit

POR: JULIO FAILOC RIVAS

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Fue el regalo de navidad de mis hijas hace unos nueve años. Le Petit es el resultado de una concesión que me hizo mi esposa a cambio de firmarle un documento extenso y detallado, con penalidades incluidas, en la que me comprometía a casi todo: darle de comer tres veces al día, limpiar lo que ensuciara, reparar lo que podría romper e incluso a juntar los pedazos de los corazones de mis hijas en caso que algo le pasara a Le Petit.

Culminada las intensas negociaciones pos firma del convenio con mi esposa, sobre la forma como iba a cumplir con mi palabra Le Petit llegó a casa la navidad del año 2010, creo que fue la “noche buena” más feliz que tuvieron mis hijas. Estaban tan felices que sus dos alegrías no cabían juntas en casa. Verlas contentas, corretear descalzas detrás de Lepetip, ha sido uno de los recuerdos más hermosos que tengo de ellas y que justifican con crecer los compromisos leoninos adquiridos con mi esposa.

Lepetip no solo fue espacial sino que también estuvo rodeada de un misterio mágico que hasta ahora no puedo descifrar. Aclaro que esta idea descabellada no es compartida por mi esposa ni mis hijas, quienes piensan que el misterio solo es producto de un descuido mío.

Un primer misterio para mí fue su sexo. Le Petit  no siempre fue Le Petit, su nombre originario fue “Dinky”, porque cuando la compramos estaba seguro que era macho, porque esa también era otra de las condiciones que exigió mi esposa. Dinky mutó a Lepetip después de varios meses cuando mi suegra me levantó a la mascota para enseñarme su sexo. No me quedó la menor duda de que era hembra y que tenía que ser rebautizada.

El otro misterio fue su temprana maternidad a los nueve meses. Nunca supimos quién fue el papá de sus críos porque no la vimos cruzarse con otro perro. Le Petit no salía sola a la calle y la cuidábamos como si fuera una más de la familia lo que descartaba que un perro callejero haya podido abusar de ella. De pronto empezó a engordar, a comer más, como por tres, y mi suegra se percató de que Le Petit estaba preñada. Yo protesté, le dije que era imposible, que ella nunca se había cruzado con otro perro, pero el tiempo nuevamente le dio la razón a mi suegra y nacieron “Cholito” y “Chico Listo”.

Le Petit fue un ejemplo de madre entrañable como todas las madres. Renuncio al juego con mis hijas a muy temprana edad a fin de no dejar solos a sus hijos e incluso los alimentó hasta pasado los dos años. Solía renunciar a su ración y exigía más alimentos para repartírselos a sus hijos. Era una buena madre y un seguramente un poco más que eso. Para nosotros fue todo eso y mucho más mientras nos acompaño

Tal vez no lo sepan mis amigos pero Lepetip, la nuestra, ha muerto. Me lo susurró al oído, sollozando mí esposa, hace un año, a las tres de la tarde, cinco minutos y treinta tres segundos. Imaginé lo mal que podían sentirse mis dos hijas y mi esposa. Me sentí peor por no estar junto a ellas para consolarlas, solo lloré por las tres como si ello pudiera reparar mi ausencia y sus corazones.

Yo sé que todos tenemos días tristes, ahora nos ha tocado a nosotros. La nuestra es la peor tarde por que el dolor es implacable y no perdona.

Posdata: ¿Favor alguien podrá enseñarme como se juntan los pedazos de un corazón destrozado? Quiero cumplir la promesa que le hice a mi esposa de devolverle la sonrisa a mis hijas y me haga sentir menos malvado?

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