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Malecón Ratti: centenario y emblemático mirador (Parte Dos)

Por: Enrique Chávez Jara

Entre los hechos más aciagos de los que fue testigo el malecón Ratti, recordamos lo que ocurrió la noche del jueves 17 de junio de 1926, cuando el Concejo provincial sin consultar con el pueblo, entrega en concesión nuestro puerto a la empresa Ugarteche por 50 años a raíz del nefasto testaferro Álvarez Calderón y el famoso contrato Ugarteche; así el malecón Ratti pasaba a perpetuidad a este grupo, un obsequio que sería por los siglos y los siglos… y de aperitivo la empresa de la luz eléctrica de Bacigalupo, como si estos señores iban a vivir eternamente, pero gracias a la intervención del concejal y cura de la iglesia Juan B. Arenas, después de cuatro años de lucha al lado de su pueblo logra rescatar de semejante oprobio nuestro puerto, claro producto de estos sucesos las oficinas debajo del malecón fueron saqueadas y expulsaron para siempre a todos los funcionarios que trabajaban en la empresa, dicho contrato fue anulado.

EL CASO DEL COMANDANTE SALAZAR

Corría el año de 1931, Mollendo y Arequipa vivían un clima de incertidumbre colectiva donde el protervo y lascivo subprefecto de Arequipa, el comandante Abel Salazar ordenó disparar contra una manifestación de obreros y empleados, varios murieron. Salazar y su conciencia fuga la madrugada del domingo 17 de mayo de 1931 a Mollendo por carretera en un automóvil privado y se hospeda en el hotel Ferro-carril de don Antonio Nicoli, frente al malecón Ratti con la intención de liar bártulos a bordo de un buque que presumiblemente lo esperaba para llevarlo al puerto del Callao.

Es reconocido por un grupo de jornaleros marítimos (hoy estibadores) que esperaban la nombrada a las 6 de la mañana para la rutina diaria laboral, enterados de su presencia por información del joven fletero José Ochoa Díaz conocido como “ochoíno”, uno de sus identificadores en la habitación Nº 21. “Ochoíno” es abatido por un tiro de revolver directo al corazón, matándolo instantáneamente. Los trabajadores enardecidos por la actitud demencial del militar Salazar, logran detenerlo pese al perdón que suplicaba. Le dan muerte para luego ser arrastrado hasta el muelle Nº 1 y fondearlo al mar atado de un trozo de riel. Fue una salvajada por parte de los trabajadores, una versión de Fuente Ovejuna. Que atrás quede la noche de los tiempos.

CAMBIOS EN SU ATRACTIVO

Por razones de deterioro u otros, el malecón Ratti a lo largo de su centenaria vida y en distintas gestiones municipales, tuvo una serie de transformaciones alterando no solo su atractivo y sus galas, como fue originalmente, sino su real prestancia arquitectónica, pero sobrevivieron las reuniones habituales para observar la inmensidad del océano, el castillo, las playas, el antiguo muelle o el buque petrolero.

GUERRA DEL PACÍFICO

El 17 de abril del 1979 con ocasión del Primer Centenario de la Guerra del Guano y del Salitre, la Municipalidad Provincial de Islay y a iniciativa del docente Alfonso Valcárcel Torres, inaugura un pequeño monumento de concreto a manera de un triedro blanco, en el punto donde probablemente se recibió los primeros bombardeos del fatídico blindado chileno Cochrane (en 1879), en este monumento conmemorativo se colocó una placa que reza: “Al valeroso pueblo de Mollendo en el centenario de su heroica resistencia en la Guerra del Pacífico, 17 de abril de 1879, 9 de marzo de 1880”.

EN EL RECUERDO

Hoy el Malecón Ratti a 15 m.s.n.m. ofrece una versión diferente de antaño, pero aquí radica el alma del mollendino, de aquel honrado trabajador del mar, de hombres de anchos paletots y bellas damas de ajustados trajes con quitasol incluido. Recuerdo hace tiempo atrás cómo los jóvenes íbamos a este lugar, donde observar el atardecer del sol es tremendamente adictivo y recorríamos todo el malecón hasta sus bordes donde el envite de las olas nos empezaba a salpicar.

Ya no se observará estibadores para la nombrada, niños con portaviandas, fleteros, vendedoras de frutas, ferroviarios, gringos del staff de la Peruvian, los donkeys y sus ases, un fondeadero atestado de buques y lanchones, siempre hay un hilo de esperanza.

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