Dura la prueba que le ha puesto la naturaleza al gobernador regional de Moquegua para sus primeros cien días de gobierno.
Lo que planificó ya fue, no va más, ya no tiene sentido, salvo una que otra promesa de campaña que empate con las necesidades más sentidas de la población.
La ira de la naturaleza le ha impuesto una valla más alta al profesor Zenón Cuevas: enfrentar con éxito la emergencia en sus cien días de gobierno, pero sin olvidar el hito educativo de reconversión del Instituto “José Carlos Mariátegui” en una institución de excelencia piloto de clase mundial en el Sur del Perú.
Nadie imaginaba que el pronóstico de la década de sequía –aun postergada- iba a mutar en una gran inundación acompañada de la inclemencia de los huaycos que han traído destrucciones con el consiguiente lamento de un importante segmento de la población que lo han perdido todo.
Las perdidas aún no han podido ser cuantificadas, porque el desastre aún no ha terminado, y los chamanes con y sin estudios, auguran que lo que se viene será peor de lo que hemos visto hasta el momento.
No está demás decir que muchas de las pérdidas sufridas pudieron ser evitadas si las autoridades -que ya no están- hubieran hecho medianamente bien su trabajo.
Un primer informe preliminar da cuenta del colapso de 18 puentes -incluido nuestro heroico Puente Montalvo, testigo de cientos de luchas y victorias del pueblo moqueguano- más de 1,600 kilómetros de carreras afectadas y/o destruidas, cerca de 1,000 hectáreas producción y un similar número de animales muertos. A ello se suma cerca de 20 centros de salud. 15 instituciones educativas y cerca de 14,000 viviendas afectadas que han impactado el desarrollo normal de cerca de 100 mil habitantes de toda la región. Esto sin contar que, tanto la ciudad de Ilo, como la de Moquegua, han quedado desabastecidas de agua potable lo que empeora la situación de emergencia.
La improvisación, la corrupción y el clientelaje político, de las autoridades de gestiones anteriores, que han permitido las invasiones, el desorden y las obras mal construidas, que jamás debieron ser permitidos, tienen que ser castigadas con todo el peso de la ley. Se vienen tiempos peores que difícilmente podamos superar si la política del vivo continúa y no es cortada de raíz.
La magnitud de los daños generados por la inclemencia de la naturaleza si bien han tenido una reacción inmediata de las autoridades política tanto del gobierno central y regional, incluido los gobiernos locales, todavía resulta siendo insuficiente, por lo que la coyuntura exige una gran dosis de tolerancia, concertación y participación de la población.
Si bien hay que priorizar la atención de la emergencia esta debe ir acompañada con una estrategia que toque el problema de fondo, y que no es otro más que la prevención del desastre que me temo está todavía por venir.
No está demás hacer estudios de modelamiento y simulación para identificar los puntos críticos y en riesgo de inundación que permita ir diseñando de manera concertada y participativa, con los actores claves, los planes de protección y de evacuación en los casos dónde la situación sea de gravedad extrema.
Urge la necesidad de conformar un equipo de expertos, de facilitadores y de gente comprometida para que vayan desarrollando este trabajo que bien pueden caminar en paralelo con la atención de la emergencia. Trabajarlo con la población es un deber imperativo para que la propuesta tenga éxito.
Incorporar el enfoque de prevención al desastre nos puede ahorrar perdidas económicas y humanas.
Hagamos una cadena de esfuerzos para que sea así. ¡Moquegua unida jamás será vencida!