miércoles, 17 de diciembre de 2025
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Visitando el pasado de mi Moquegua – VIII

Desde el Sauzal hasta los cerros todo era descampado, usado diariamente como campo de entrenamiento del BI 41. Allí los soldados hacían sus ejercicios y la pista comenzaba en el campo de Vegetales, ahora el IPD, y terminaba a la altura de la calle Tarapacá.

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POR: NOLBERTO ARATA HURTADO

Ahora nuestra Moquegua disfruta de energía eléctrica las 24 horas del día y sin interrupciones. Antes era un milagro tener luz todas las noches sin cortes, y era común escuchar que, aprovechando la oscuridad, se había visto al fantasma o a la viuda en alguna esquina o calle, y es que esos personajes se vestían totalmente de negro para pasar desapercibidos.

Gracias a Manuel Barcés, que distribuía kerosene a todas las tiendas de la ciudad, casi todos los hogares se iluminaban, además de las velas, con lámparas y candiles. Incluso, curiosamente, funcionaban los refrigeradores, que lo hacían con una mecha permanentemente encendida.

La electricidad era generada por “la planta eléctrica”, que era un motor diésel que fallaba más de lo que servía. Estaba en la calle Ayacucho. A propósito de esta instalación, hubo en esa época una curiosidad que motivó a decir que casi todos los hombres estaban “eléctricos”. La metáfora estaba referida a que al costado funcionaba una “casa de citas”, muy frecuentada por muchos hombres, lo que motivaba esa frase.

Esto me trae a colación que el ingenio de los moqueguanos siempre ha tenido dichos o frases para identificar determinadas actitudes o conductas. Por ejemplo, acuñaron el término “meaguagas” para nominar a los hombres que tenían hijos en distintas mujeres.

Las mujeres que estaban gestantes, pero no identificaban al procreador, era común escuchar: fulana va a tener un “hijo pal el viento”, que es una analogía a las gallinas que ponen huevos sin gallo.

La ampliación urbana de nuestra ciudad comenzó con el nacimiento del barrio El Siglo, pues antes la última calle poblada era la Cuzco y la parte posterior era la calle Sauzal, ahora Ilo.

Desde el Sauzal hasta los cerros todo era descampado, usado diariamente como campo de entrenamiento del BI 41. Allí los soldados hacían sus ejercicios y la pista comenzaba en el campo de Vegetales, ahora el IPD, y terminaba a la altura de la calle Tarapacá. Tenía túneles, rampas, sogas para elevarse hasta una determinada altura y luego lanzarse y aprender a caer, fosos y áreas para atravesarlas rampando con armamento reglamentario y peso de mochila.

Era impresionante ver a los reclutas hacer todos esos ejercicios y, por lo menos una vez al año, realizaban ejercicios de tiro nocturno, porque en esa época todos los cerros colindantes estaban despoblados y avisaban previamente cuando lo hacían para evitar accidentes.

El barrio El Siglo comienza a poblarse a partir de la década de 1960 y uno de los primeros lugares fue Ninfa, que tenía una cantina donde preparaban comidas en base a vísceras de reses. Después toda la zona se fue poblando, dando nacimiento a la calle Ilo, al resto de calles y viviendas.

Otro punto de desarrollo fue la avenida Balta, que en su parte izquierda no tenía viviendas; solo estaba la estación del ferrocarril o Kalamazoo, y todo era chacras. También se abrieron calles que vincularon la av. Balta con la zona urbana, tales como la calle Libertad, Callao y Amazonas, que antes solo llegaban hasta la calle Lima.

La única calle que llegaba hasta el río era la calle Áncash, que conducía al cuartel y al famoso Pisanay. Después del cuartel estaban los Manrique, famosos por tener un gran naranjal, nombre que aún permanece en el local de fiestas y reuniones.

Después de la Av. Balta estaba la planta desmontadora de algodón y al frente vivía la familia Pacheco. En esa recta estaba la famosa panadería “La Cruz Verde”, caracterizada por hacer deliciosos panes, entre ellos las marraquetas, y también hubo una cantina de una guapa mujer que congregaba muchos clientes.

Tiempos pasados que para muchos habrán sido momentos de alegría y para otros de preocupación.

Pasado Moquegua 2 Manuel Barces scaled La Prensa Regional
Manuel Barcés, recordado distribuidor de kerosene en Moquegua, permitió que numerosos hogares se iluminaran con lámparas y candiles antes de la llegada estable de la energía eléctrica.

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