POR: JULIO FARFÁN VALVERDE
La política peruana arrastra desde hace años un problema estructural: la improvisación en el ejercicio del poder. La falta de cuadros técnicos, la debilidad de los partidos y la cultura del personalismo generan, cada tanto, la aparición de figuras que asumen candidaturas de alta responsabilidad sin preparación, sin trayectoria y, en ocasiones, sin la mínima comprensión del rol que aspiran a ocupar.
UN CANDIDATO IMPROVISADO QUE LLEGA POR APELLIDO
Pocas veces ese fenómeno ha sido tan evidente como en la reciente salida mediática de Mario Enrique Vizcarra Cornejo, quien aparece como candidato presidencial de Perú Primero tras el desplome judicial y político de su hermano, el expresidente Martín Vizcarra.
El país conoce ya el desenlace judicial del líder real de ese partido: Martín Vizcarra cumple 14 años de prisión por corrupción en los casos Lomas de Ilo y Hospital de Moquegua, recluido en el Penal de Barbadillo desde noviembre.
Frente a esa devastación política, Perú Primero tomó una decisión desesperada: colocar al hermano menor como candidato, esperando capturar el “endose electoral” del apellido Vizcarra, aun cuando ese apellido hoy esté profundamente marcado por la condena de la corrupción y el descrédito.
En ese contexto, Mario Vizcarra apareció en el programa “La verdad a fondo”, conducido por Pedro Salinas en La República+, el 28 de noviembre. Lo que debía ser una entrevista introductoria a su figura pública terminó revelando un cuadro alarmante: un candidato sin doctrina, sin conocimientos básicos, sin solvencia conceptual y sin comprensión mínima de los temas más delicados de la agenda pública.
En un país golpeado por la violencia criminal, la crisis de seguridad, la precariedad institucional y la pérdida de confianza, lo que se escuchó —de su propia boca— fue una colección de opiniones sueltas, afirmaciones falsas, improvisaciones contradictorias y una ligereza peligrosa al hablar de legalización de drogas, incluido cocaína, y de derechos civiles.
La entrevista dejó claro que Mario Vizcarra no está preparado para postular a la Presidencia. Y la evidencia más contundente se centra en lo que dijo, textualmente, sobre drogas.
LEGALIZACIÓN DE LA COCAÍNA: AGENDA DE PERÚ PRIMERO
Cuando Pedro Salinas le preguntó sobre la legalización de drogas, Mario Vizcarra entró en un terreno que no domina y terminó involucrando a todo el partido Perú Primero. Empezó con un titubeo que intentó presentar como apertura liberal:
— “Mire… yo legalizaría cierto tipo de drogas. La marihuana podría ser un tema de ellos.”
Hasta ese punto, su respuesta pudo haber encajado dentro del debate global sobre despenalización y regulación del cannabis.
Sin embargo, no logró explicar un solo argumento técnico: no mencionó salud pública, no habló de control estatal, no citó experiencias comparadas ni planteó un modelo regulatorio. Su afirmación quedó suspendida en un espacio vacío, sin política pública detrás.
Pedro Salinas, consciente del riesgo de respuestas livianas, lo llevó a un escenario más complejo: la cocaína.
— ¿Legalizar la cocaína, por ejemplo, no sería una manera de desarticular cárteles del narcotráfico?… no lo ha visto de esa manera?
La respuesta de Vizcarra, lejos de mostrar prudencia, fue un salto al vacío:
— Si, ese tema, es el tema también de mucha discusión dentro del Partido, hay…
El periodista Salinas, le pide una respuesta clara.
— Pero ¿cuál su posición?
Mario Vizcarra afirma:
— Yo legalizaría, yo legalizaría.
Pedro Salinas expresa su sorpresa por la respuesta de Vizcarra, que afirma que legalizaría la cocaína, algo que por primera vez un candidato declara abiertamente, precisa el periodista.
— Sí, yo lo legalizaría (la cocaína) lo haría porque es… es parte del del respeto a la decisión del ciudadano. Se ha legalizado en gran parte del mundo, no, en algunos países… Concluye su idea Vizcarra.
Con esa frase, pronunciada sin preparación ni análisis, el candidato a la Presidencia del Perú declaró estar a favor de legalizar la cocaína, una de las sustancias más reguladas y prohibidas del planeta.
Lo hizo sin distinguir entre despenalización del consumo y legalización plena, sin referencia a los tratados internacionales firmados por el Perú, sin mencionar los impactos en seguridad ciudadana, sin evaluar consecuencias en salud pública y sin medir la dimensión internacional de una postura así.
La ligereza no termina ahí. Para justificar su afirmación, Mario Vizcarra sostuvo:
— “Se ha legalizado en gran parte del mundo. O por lo menos algunos países.”
Esta declaración es falsa, y no solo parcialmente: es completamente insostenible.
Ninguna institución especializada —ni la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), ni el Observatorio Europeo de Drogas, ni la OMS— afirma que la cocaína se haya legalizado en “gran parte del mundo”.
Lo que existe en algunos países son políticas específicas de despenalización del consumo personal, las cuales no equivalen a legalizar la producción, la comercialización ni el tráfico.
No obstante, Mario Vizcarra afirmó lo contrario, exhibiendo un desconocimiento alarmante del tema y una facilidad peligrosa para difundir información incorrecta.
UN DISCURSO LLENO DE AMBIGÜEDADES Y CONTRADICCIONES
La respuesta de Vizcarra mostró un patrón que se repite a lo largo de la entrevista: improvisación, falta de rigor y contradicciones internas. Mientras intenta defender la legalización de la cocaína, sostiene que hay sustancias legales que causan daño, pero al mismo tiempo no logra conectarlas con la lógica de regulación. Salinas le recuerda que drogas legales como el alcohol causan accidentes mortales, a lo que Vizcarra responde:
— “Bueno, pero eso va contra él.”
Esta frase, tan breve como reveladora, demuestra que el candidato no comprende el concepto de externalidades. Las políticas públicas sobre drogas no se basan solo en el daño individual, sino en el impacto colectivo: accidentes de tránsito, enfermedades, violencia, mercados ilegales y sistemas sanitarios colapsados.
Vizcarra parece creer que basta con decir “cada quien decide”, como si gobernar un país fuera simplemente permitir decisiones individuales sin regulación, sin prevención y sin Estado.
Más adelante, intenta corregirse diciendo que habría que “poner límites”, pero no desarrolla la idea:
— “Hay límites, ¿no? Hay leyes.”
Pero no explica cuáles, cómo se aplicarían en su propuesta de legalizar cocaína, ni qué tipo de regulación imagina. No habla de control estatal, ni de fiscalización, ni de salud pública. No menciona prevención, tratamiento, reducción de daños, ni instituciones encargadas de vigilancia.
Su respuesta es un laberinto sin salida.
Uno de los errores más visibles de Vizcarra es confundir libertad individual con desregulación absoluta. Repite varias veces frases como “respeto la decisión del ciudadano”, pero sin reconocer que el Estado tiene responsabilidades ineludibles.
Los modelos liberales modernos —aquellos que sí sostienen políticas de drogas basadas en evidencia— integran salud pública, regulación estricta, impuestos especiales, campañas educativas, controles de calidad y sistemas de monitoreo. Nada de eso forma parte del discurso de Vizcarra.
EL ABORTO Y MARIO VIZCARRA
El tema del aborto aparece también en el diálogo con Pedro Salinas, y se convierte en una segunda demostración de improvisación.
Cuando Salinas le pregunta su posición, Vizcarra afirma:
“Para mí, el aborto debiera ser este… una decisión de la persona, de la mujer. Total decisión.”
El periodista le responde:
— ¿En cualquier circunstancia?
Vizcarra contesta:
— “Más aún, más aún en temas de violación.”
Intentando suavizar su respuesta, dice después que se trata de una “opinión totalmente personal”, pero Salinas lo frena en seco:
— Su opinión ya no es personal, pues. Su opinión como candidato a la Presidencia de la República.
Vizcarra, sin argumentos adicionales, solo atina a responder:
— “Bueno, ya le estoy diciendo ya, así es.”
No menciona marcos normativos, no habla de plazos, no aborda protocolos médicos, no explica cómo el Estado garantizaría o regularía estos procedimientos. Su respuesta confirma lo que ya había exhibido en el bloque de drogas: un candidato que lanza posturas sin modelo, sin política, sin planificación y sin comprensión del marco legal vigente.

MÁS QUE UN IMPROVISADO
Lo ocurrido en esta entrevista no es un simple tropiezo. Es un síntoma. La improvisación se ha convertido en un rasgo estructural de algunos liderazgos del Perú, y Mario Vizcarra parece encarnar ese problema con claridad, es un improvisado y arribista político que pretende llegar a gobernar el país.
Mario Vizcarra no llega a la política por vocación, preparación o proyecto propio. Llega porque su hermano —el verdadero líder de Perú Primero— fue sentenciado a 14 años de prisión por corrupción por el caso Lomas de Ilo y Hospital Moquegua. Llega porque el partido quedó descabezado.
Llega para intentar capturar un “endose” emocional de un sector que todavía recuerda al expresidente Martín Vizcarra con nostalgia.
Su intento de reemplazar a un hermano caído por corrupción no está respaldado por trayectoria, preparación ni entendimiento de los problemas que enfrenta el país.
Su única experiencia en un cargo público fue cuando el gobierno de transición de Valentín Paniagua lo designó a dedo como presidente del entonces CTAR Moquegua (Consejos Transitorios de Administración Regional), puesto del que terminó siendo reemplazado y donde dos años después fue investigado y recibió una sanción administrativa por haber cobrado sueldos que no le correspondían.
Su paso por la institución fue, sin pena ni gloria, incapaz de resolver problemas fundamentales de una región golpeada por el terremoto del 2001, tal como el propio Mario Vizcarra reconoce en la entrevista con Pedro Salinas.
PRENSA REGIONAL ALERTA AL PAÍS
El Perú se encuentra en una encrucijada histórica, enfrentando crimen organizado, minería ilegal, narcotráfico, violencia, desigualdad y una marcada debilidad institucional.
En ese escenario, un candidato que afirma “Yo legalizaría… sí, yo lo haría” sin comprender las implicancias de sus propias palabras confirma que el país no solo enfrenta una crisis política: enfrenta una crisis de seriedad.
Como medio de investigación y vigilancia democrática, La Prensa Regional considera que estas declaraciones no deben normalizarse ni minimizarse. Lo dicho por Mario Vizcarra no es “un desliz”, no es “un comentario sacado de contexto” y no es “un debate académico”.
Es una propuesta política explícita, formulada en una entrevista nacional, en plena campaña electoral, por un candidato que aspira a gobernar el país. Y es una propuesta que expone a millones de peruanos a riesgos incalculables.
El Perú necesita debate, sí. Necesita reformas, también. Pero jamás bajo la lógica del facilismo, la improvisación y la irresponsabilidad. Mucho menos cuando se trata de sustancias altamente adictivas que han destruido comunidades enteras.
La afirmación de Mario Vizcarra constituye uno de los episodios más preocupantes del actual proceso electoral. No solo revela una profunda falta de sensibilidad frente al drama del consumo de drogas en el país, sino que abre un precedente peligroso: legitimar ideas que jamás deberían ser parte de la agenda política de una nación golpeada durante décadas por el narcotráfico.


