lunes, 13 de octubre de 2025
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Una vacancia sin alegría y con decepción

Aun así, pese a todo, conservo la esperanza de que en las próximas elecciones sabremos elegir mejor.

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POR: ABOG. JESÚS MACEDO GONZÁLES

Imagino que muchos, la noche en que se aprobó la vacancia, hemos pasado la noche en vela, sorprendidos por cómo, de un momento a otro, el Congreso decidió “iluminarse” y aprobar la vacancia de Dina Boluarte por incapacidad moral vinculada a la crisis de seguridad ciudadana. Todos sabemos que esa “iluminación” no es gratuita. En política, nada lo es. Todo tiene un costo, y lamentablemente, casi nunca es en beneficio del ciudadano común.

Hace unos meses, en una clase universitaria, mencioné que el Congreso iba a vacar a Dina Boluarte porque los partidos que están en el Congreso necesitan votos, y su única estrategia era ganarse a la gente haciendo creer que actuaban “por el bien del país” y buscar aplausos fáciles diciendo: “Nosotros la sacamos por incapaz”. Hoy eso ha pasado y ya lo sabemos.

Sin embargo, lo que podría parecer motivo de alegría —la salida de una presidenta que mintió descaradamente— no lo es tanto. Porque su responsabilidad política está entrelazada con la de un Congreso que la sostuvo todo este tiempo. Todos sabemos que la exmandataria no se conmovía ante las muertes ocasionadas por la inseguridad, o que tuvo el descaro de justificar los relojes Rolex como simples préstamos, entre otros delitos en los que se encuentra investigada. Sin embargo, los congresistas que la han vacado también deberían ser vacados. Lamentablemente, esto constitucionalmente es inviable jurídicamente, salvo que haya una reforma constitucional para permitirlo.

¿Por qué no la sacaron antes? La respuesta es simple: querían mantenerse en sus cargos, seguir cobrando sueldos injustificados y aprobar normas que los blindaran. Muchos enfrentan investigaciones por corrupción y necesitaban tiempo para tomar control del Tribunal Constitucional, el Ministerio Público y las instituciones que podrían juzgarlos. Era cuestión de tiempo hasta que la presión ciudadana —esa que crecía cada fin de semana en las calles— rompiera ese pacto oscuro entre el Legislativo y el Ejecutivo.

La señora Boluarte, en su último mensaje, aseguró que “nunca pensó en ella, sino en los peruanos”. Pero una vez más mostró su fanatismo por la mentira. Si realmente hubiera pensado en el país, se habría marchado hace meses. Dijo haber trabajado sin corrupción, mientras la fiscalía ya ha solicitado impedimento de salida contra ella.

Afirmó venir del “Perú profundo”, pero más bien parece haber quedado atrapada en las profundidades de la mentira, el cinismo y el descaro. Ojalá pronto enfrente la justicia —no solo por las muertes ocurridas durante las protestas, sino también por los delitos que se le imputan— y que esa justicia no siga demorando.

No sé ustedes, pero quisiera sentir alegría, pero no puedo. Siento indignación, decepción y asco de todos ellos: la exmandataria y los congresistas. Este Congreso ha permitido que el país sangre entre la mentira y el cinismo de ambos poderes, sin importarles lo que piense el pueblo.

Por lo pronto, tenemos al presidente transitorio, que es parte del Congreso que mantuvo a la exmandataria. ¿Hará un cambio? Le doy el beneficio de la duda, ya que decir que será empático y pedir perdón es una buena señal, pero no es suficiente.

Aun así, pese a todo, conservo la esperanza de que en las próximas elecciones sabremos elegir mejor. Que el nuevo presidente transitorio convoque a las mentes más capaces y éticas del país, y que juntos empecemos a reconstruir la confianza de los ciudadanos y ciudadanas que hoy nos sentimos decepcionados, molestos y tristes.

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