miércoles, 8 de octubre de 2025
  • UDI Unidad de Investigación 969 164 351
  • Central de Noticias 956 424 000
  • Publicidad Edición Impresa 974 466 951

Visitando el pasado de mi Moquegua

También recuerdo con mucho afecto a don Juan Ponce, relojero responsable de que el reloj de la iglesia funcionase puntual. Cada domingo le daba cuerda y regulaba los pesos que garantizaban su funcionamiento.

ARCHIVO

- Advertisement -

POR: NOLBERTO ARATA HURTADO

Aunque está desactivada, recuerdo la carroza funeraria de la Beneficencia, un Ford T especialmente adaptado para los ataúdes. Tenía la particularidad de que el acelerador era una palanca graduable al costado del timón, lo que le permitía tener una marcha constante y lenta al paso del cortejo fúnebre. El chofer era el Sr. Oviedo.

El sacristán Tejerina, experto en los distintos toques de las campanas de la iglesia, daba la tonalidad según la ocasión: misa diaria, fiesta principal o de arrebato, que era para convocar con urgencia a la población ante un evento importante, como cuando se trató de llevar la pileta del ganso. También ejecutaba los redobles por los difuntos para que la gente se enterara si el fallecido era hombre o mujer, notable o pobre. Estos últimos se identificaban porque merecían sólo “un doble y un repique”.

También recuerdo con mucho afecto a don Juan Ponce, relojero responsable de que el reloj de la iglesia funcionase puntual. Cada domingo le daba cuerda y regulaba los pesos que garantizaban su funcionamiento.

De los tres hermanos Maldonado, que vivían en Belén y que junto con don Juan Castro eran copropietarios de las lomas de Ilo, Remberto me genera los mayores recuerdos. Era un hombre alto y gordo, calculo pesaría más de 200 kilos, y gustaba disfrutar de la vida con buenas comilonas y abundante licor. Tenía un caballo alto y fuerte, como especialmente generado para él, y que conocía tanto los usos y costumbres de su amo que, después de las pantagruélicas reuniones, lo llamaba y éste, para facilitarle la subida, abría sus patas; cuando lo sentía ubicado, iniciaba la marcha con gran cuidado y delicadeza para que no cayera aún dormido y lo llevaba hasta su casa.

Una mujer muy querida y recordada fue Clarisia. Era la plañidera de los difuntos, a los que lloraba, daba oraciones y lamentos, y hacía grandes aspavientos en memoria del fallecido.

Ubaldino, pintor de brocha gorda y poeta popular, tenía especial afición por recitar poemas de su creación, vinculados a personas o lugares de Moquegua, y en algunos casos eran más que colorados.

El lavado de la ropa se hacía a mano por personas autorizadas por la municipalidad mediante carné para dicha labor. Mi tía Alcira, hermana de mi abuelita Nolberta, y la señora Mejía eran las más conocidas. Al terminar cada etapa, las lavazas las tiraban a la calle; por eso mi cuadra de la calle Cuzco la conocían como la “calle de las lavazas”, como me lo hizo saber doña Zoila “Pajarito”.

Mi calle también era muy especial porque, además de las lavanderas, estaban don Eduardo Medina y su esposa doña Eulogia, quienes cada día vendían la mejor leche recién ordeñada. En la esquina con Libertad estaba “Gardel”, el hojalatero y soldador al que todos recurrían para arreglar ollas o menaje del hogar. A media cuadra, en un “conventillo” de la calle Libertad, vivía “Jalisco”, que tenía un puesto en el mercado donde alquilaba revistas y vendía libros. Allí tenía “Mi lucha” de Adolf Hitler.

Siempre en la calle Cuzco teníamos dos panaderías: la de Fortunato Nina, que hacía unos panes de manteca muy ricos, y en la esquina con Áncash, Manuel Ramos, que preparaba los más deliciosos y verdaderos bizcochos. Al frente estaba el otro Manuel, magnífico zapatero remendón. En la cuadra cinco vivía la señorita Victoria, una muy polémica profesora, y el gran futbolista “Pachamama”. En la seis estaba el sastre Garcilaso, lugar con muchos amigos que disfrutaban su famoso guiso de gato.

Son recuerdos de una Moquegua de los tiempos idos que ahora muy pocos conocen.

La pileta del ganso Moquegua 102025 La Prensa Regional
La pileta del ganso que no se la pudieron llevar gracias al toque de arrebato.

LO ÚLTIMO