lunes, 6 de octubre de 2025
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¿Ha fracasado la democracia occidental? (2)

“El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante promedio”. – Winston Churchill

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POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ

Hoy escribo desde la vergüenza de las apariencias y la inquietud de la realidad para tratar de entender por qué la democracia occidental parece tambalearse ante la historia reciente. No busco consuelo en la nostalgia, sino una lectura clara de lo que es y de lo que podría ser. Debemos mirar la verdad sin sombra y decidir, con valor, cómo actuar.

Primero, el mundo no está paralizado: se ha reconfigurado. Las potencias ya no giran solo en torno a sus urnas internas, sino a un nuevo teatro de alianzas, redes de influencia y tecnologías que aceleran o retardan la caída de un ideal.

Asia, con su economía vigorosa y su ambición estratégica, ya no espera la benevolencia de los antiguos guardianes. América, con su moneda de reserva y su poder de préstamo, se pregunta qué significa guiar un sistema basado en la libertad de elegir e intercambiar.

La democracia occidental, con su pacto de instituciones, elecciones y derechos, exhibe grietas que van más allá de un mal momento: fatiga estructural. El populismo florece en la frustración; la desinformación siembra dudas; la inequidad convierte la movilidad en una montaña rusa. La confianza de los ciudadanos, erosionada, debilita la voluntad de sostener acuerdos que requieren sacrificio compartido.

Sin embargo, fragilidad no es derrota. La historia no abandona la democracia por su esencia, sino por su capacidad de adaptarse a un entorno que exige rapidez, claridad y renuncia cuando conviene al bien común.

La democracia que no adopta nuevas tecnologías para la transparencia, la rendición de cuentas y la educación cívica corre el riesgo de convertirse en museo, si no se adapta y utiliza las enormes posibilidades —por ejemplo— de la inteligencia artificial.

El dólar estadounidense aparece como hilo conductor entre economía y geopolítica. Ha contribuido a la estabilidad de una economía global abierta y a financiar alianzas y defensa, pero exige reglas claras, cuentas transparentes y disciplina fiscal. Cuando falla, la credibilidad del sistema se resiente. Hablar del dólar no es solo sobre tasas o déficits; es sobre si el sistema puede sostener, a largo plazo, la democracia que lo alimenta a pesar de Gaza, Ucrania y otros puntos.

No es condena, sino llamado a la acción. Cada generación debe ganarse la confianza de sus ciudadanos y enfrentar los peligros sin perder su alma. Si respondemos con renovación, coherencia y propósito; si defendemos liberalismo, Estado de derecho y prosperidad para la gente común; si logramos adaptar nuestras ideas sin traicionarlas, la democracia puede emerger más fuerte a pesar de aranceles, bloqueos y abuso del poder.

En la balada de la política no se trata de victorias pasadas, sino de victorias futuras. No de demonizar a nadie, sino de atender necesidades: empleo, seguridad, educación, justicia. La chispa de la promesa democrática no se apaga fácilmente; requiere cuidado, vigilancia y sacrificio, a veces impopular, pero indispensable.

En un mundo interconectado, los riesgos y las oportunidades viajan a la misma velocidad. La democracia occidental debe mostrarse no como lujo, sino como condicional necesaria para la convivencia civilizada. Si reconciliamos innovación con equidad, defendemos ideas sin menospreciar a otros, y mantenemos alianzas sin arrogancia, la historia podría sonreír de nuevo a este gran experimento humano llamado libertad organizada.

Que esta reflexión sea un grito moderado, no una sentencia de derrota: que la democracia occidental, con su maquinaria y su compromiso con la verdad y el voto informado, no se rinda a la resignación. Que cada decisión acerque a la confianza; que cada acuerdo sea una promesa cumplida; que cada moneda que cruza fronteras sea testimonio de una libertad que, entendida bien, es una economía de la dignidad compartida.

Entonces, quizá el mundo vuelva a girar en armonía, no por vencer, sino por elegir juntos defender un modo de vida que vale la pena proteger.

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