POR: ABOG. JESÚS MACEDO GONZALES
¿Cuántas veces alguien se ha acercado a pedirnos algún favor y hemos querido decir “no”, pero al final terminamos aceptando dicho pedido por miedo a quedar mal con alguien cercano, y acabamos recargados de cosas que no queremos hacer? Esto es común en los países latinoamericanos, ya que culturalmente hemos aprendido que negar un favor puede sonar a desprecio o falta de cariño. Sin embargo, esa dificultad para rechazar nos lleva a veces a sobrecargarnos de tareas, responsabilidades y hasta frustraciones.
En la vida cotidiana, decir “no” no es solo una palabra, es casi un gesto social cargado de significado. Cuando alguien rechaza una invitación o un favor, se corre el riesgo de que la otra persona lo tome como algo personal. En contraste, en países como Estados Unidos, el “no” suele entenderse como una simple respuesta, sin que ello signifique falta de afecto o frialdad. Es que ellos no están pensando en sentimientos, simplemente asumen razones.
Esto muestra cómo las normas culturales moldean la manera en que nos relacionamos. Mientras en Latinoamérica buscamos evitar herir sentimientos, en otras culturas se prioriza la claridad y la honestidad en la comunicación. Más allá de lo cultural, el “no” cumple un papel fundamental en la vida personal y social. No se trata de rechazar por rechazo, sino de marcar límites que protejan nuestro bienestar. Por lo tanto, es necesario aprender a decir “no” por varios motivos.
Lo primero, es bueno decir “no” para cuidar nuestra salud mental. Al no aceptar todo lo que nos piden, evitamos la sobrecarga y el estrés que pueden llevar al agotamiento. Del mismo modo, nos permite ganar seguridad en nosotros mismos: cada vez que decimos “no” de forma clara y respetuosa, reforzamos nuestra autoestima y capacidad de decisión.
También es necesario para construir relaciones más sinceras: decir “sí” cuando en realidad queremos decir “no” genera resentimiento y desconfianza. En cambio, ser honestos fortalece la confianza mutua, porque tal vez decimos “sí” y al final acabamos fallando y malogrando la confianza de quienes queremos.
Por otro lado, es esencial aprender a decir “no” para prevenir manipulaciones. El derecho a negarnos nos protege de dinámicas donde otros puedan aprovecharse de nuestra disposición. En ese sentido, la clave está en la asertividad. Se puede decir “no” de manera respetuosa y empática, dejando claro que no se rechaza a la persona, sino la petición en ese momento.
Por ejemplo: decirles por anticipado a las personas que las apreciamos y que las valoramos, y que alguna vez cuando les digamos “no” no significa que las rechazamos, simplemente que no tenemos la disponibilidad para ejecutar lo que nos piden. De esta manera, comunicamos que la relación no está en juego, solo que existen límites que también merecen respeto.
Eso sí, en el Perú hay que tener mucho cuidado: negar un plato de comida o rechazar una invitación a comer tiene un valor especial. Negarse puede ser visto como un desaire. De hecho, recordemos el caso del candidato Alfredo Barnechea en las elecciones de 2016, cuando rechazó un chicharrón y muchos lo interpretaron como falta de conexión con la gente; y por eso dicen que perdió la elección.
Sin embargo, no siempre se trata de desprecio. Puede que la persona no pueda comer por razones de salud o preferencias personales. En esos casos, una explicación sencilla puede evitar malos entendidos. Lo importante es recordar que no todo “no” implica rechazo, y que aprender a comunicarlo ayuda a mantener la armonía social sin sacrificar el bienestar personal.
El miedo a decir “no” es, en gran parte, un aprendizaje cultural que condiciona nuestras decisiones y emociones. Pero negarnos de manera asertiva no es un acto de egoísmo, sino una expresión de respeto propio y hacia los demás. Decir “no” nos libera de cargas innecesarias, fortalece nuestras relaciones y nos permite vivir con mayor autenticidad.
Quizá el reto más grande sea desaprender la idea de que decir “no” equivale a despreciar. Cuando entendamos que poner límites también es un acto de amor y honestidad, habremos dado un paso importante hacia una vida más equilibrada y saludable para todos.